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Ciudad sin piedad

Cuando la Justicia se pone a prueba es cuando no existe 'una víctima ideal': una chica herida, tirada en un callejón, con la ropa rasgada y en estado de shock

VICENTE GARRIDO

Viernes, 1 de diciembre 2017, 09:57

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Una víctima de violación, unas circunstancias que no son del todo evidentes, un juicio difícil que superar. Esta es la estructura argumental de numerosas películas de la historia del cine, de las que reseño tres. En la más antigua, la semidesconocida pero excelente 'Ciudad sin piedad' (Gottfried Reinhardt. 1961), Kirk Douglas como abogado defensor se enfrenta a un dilema agónico: hacer justicia a una joven violada por cuatro soldados americanos destinados en Alemania o destrozar a la víctima. Los parecidos con el juicio de La Manada son relevantes: en ambos casos hay un grupo deseoso de juerga, y las pruebas disponibles permiten al menos la lectura de que pudo haber sexo consentido o deseado por todas las partes.

En 'Acusados' (Jonathan Kaplan, 1988), una de las películas que más sirvió para concienciar el movimiento en favor de las víctimas en aquellos años, la camarera que interpreta Jodie Foster comete el pecado de coquetear en un bar lleno de alcohol y testosterona. Cuando ella decide que ya se lo ha pasado bien, se encuentra con el problema de que algunos de los clientes tienen la opinión de que «alguien que se exhibe así no puede irse de rositas». Foster tendrá que pelear duro y sufrir el examen de sus hábitos y estilo de vida por requerir los servicios de la Justicia.

La tercera es un clásico: 'Anatomía de un asesinato' (Otto Preminger, 1959). James Stewart es contactado por Lee Remick, la esposa del teniente Frederick 'Manny' Manion (Ben Gazzara), que ha sido arrestado por el asesinato de un tal Quill. Manion no niega el asesinato, pero afirma que Quill violó a su esposa y que lo mató en un arrebato de locura. Stewart logra que declaren inocente a Manion, pero el espectador sale del cine pensando que marido y mujer son unos mentirosos.

Cuando de verdad la Justicia se pone a prueba es en los casos en que no existe 'una víctima ideal', la que deja todo muy claro: una chica herida, tirada en un callejón, con la ropa rasgada y en estado de shock. Pero la vida muchas veces es ambigua: Isabell Huppert ya nos mostró en 'Elle' (Paul Verhoeven, 2016) que una víctima de violación puede seguir con una vida aparentemente normal. Y es absurdo negar que hay mujeres que fingen ser violadas (la joven de Málaga que acusó a cinco jóvenes y luego se retractó en 2014 porque temió que se divulgara un video del hecho), aunque no es lo habitual. Lo que sí parece obvio es que los acusados de Pamplona son unos cretinos, como su propio abogado ha reconocido. El robo del móvil de la chica «por avaricia», según reconoció uno de ellos, cuando él tenía ya uno muy superior, es solo un ejemplo. El nombrecito del grupo, y sus antecedentes 'sexuales' da la foto de unos jóvenes estúpidos hasta decir basta, de eso no hay duda. Mala compañía para unas fiestas donde el alcohol lo inunda todo.

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