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Cariño, he encogido a los niños

BORJA RODRÍGUEZ

Miércoles, 19 de junio 2019, 08:12

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Si usted es padre o madre de hijos pequeños o conoce a alguien en esta situación, apiádese de ellos porque comienza la gran prueba de la paciencia y la imaginación. Ya están aquí las temidas vacaciones escolares. Como ni usted ni yo somos Rick Moranis, el actor que protagonizó el papel de Wayne Szalinski en la película 'Cariño, he encogido a los niños', el verano no será tan divertido como lo pintaba Disney. Si no recuerda o ni le suena la película, el loco y divertido profesor que era padre de dos niños los acaba encogiendo junto a los hijos de los vecinos (los Thompson), tras activar accidentalmente la máquina del rayo reductor. Imagínese, aventuras a cascoporro, sin pagar un euro y los niños entretenidos como nunca lo hubieran imaginado.

Pero la realidad va mucho más allá de este momento cómico-familiar. El sistema de educación actual, lejos de adaptarse a las necesidades de competencia y conciliación actuales, sigue siendo moneda de cambio para los políticos de los diferentes gobiernos. Vicente Boluda, presidente de los empresarios, puso voz a esta exigencia educativa para que no sea objeto de confrontación política e ideológica. Lo hizo tras un informe que concluye que las competencias más relevantes que demandan hoy los empresarios, más que una aptitud, demandan una actitud. Es decir, todo aquello que tenga relación con la cultura del esfuerzo, la motivación, la tenacidad y el compromiso ético, cuestiones éstas en las que las nuevas generaciones no vienen demasiado formadas. Esta es la raíz del problema que nos lleva a afirmar categóricamente que lo pagan las familias.

A partir de esta semana todos los padres con hijos, menores de 16 años aproximadamente, se ven en la problemática de qué hacer con ellos durante un tiempo cercano a los tres meses. En comparación con otros países, nuestros períodos vacacionales escolares son infames y el de verano ya es catastrófico. Se pierden todas las rutinas necesarias para los menores y lo más importante es que la educación no se ha adaptado, pues no se tiene en cuenta la variación de ritmo de vida actual. Generalmente ambos padres deben trabajar (si tienen la suerte), por lo que la conciliación se hace imposible. Los políticos no entran en lo que realmente importa y esta es la realidad: cientos de miles de familias deben pedir favores a los abuelos, buscar campamentos, colegios de verano o semanas temáticas variadas y excepto en el caso de los abuelos, el resto es de pago y no precisamente barato. Si hoy se cruza con un padre o una madre, pregúntele por las vacaciones del colegio y verá qué cara de alegría pone. La situación, una vez más, es para tomársela con humor porque después de tantos años, seguiremos sin ver el esperado gran pacto por la educación.

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