Borrar

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Vas escuchando 'El breve espacio' de Pablo Milanés y recuerdas que acaba de morir, pero su voz suena como si estuviera vivo. Cambias y oyes los primeros acordes de «No te desnudes todavía», contemplas por la ventanilla del tren los campos de Castilla dorados por un sol que se apaga y que te recuerdan a la espalda de una mujer dormida a media tarde, Luis Eduardo Aute y el tren, su forma gradual de entregarse, siempre han viajado abrazados en tu memoria, y de nuevo caes en la cuenta de que Aute murió, aunque no se le note en la voz. Le pegas un repaso a la lista de canciones que vienen a continuación y descubres que, sólo por el canto de sus autores, Enrique Urquijo, Serrat, Moustaki, Sabina, por ejemplo, no serás capaz de distinguir quién vive y quién ya no. Tampoco al que se hizo viejo del que sigue estando en edad de cagarla. Los discos, las grabaciones en cualquier formato sonoro, congelan algo de nosotros exactamente igual que los americanos hicieron con Walt Disney entero, en definitiva, de voz se compone la parte hueca de nuestros cuerpos.

Las facciones del rostro también son parte nuestra y cuando muramos las dejaremos impresas en miles de fotografías y minutos de vídeo. En la nube, claro, en la nube..., pero en algún lugar, coño. Nosotros ya no estaremos, pero nuestra imagen y nuestra voz sí. Es lo que ocurre, sin ir más lejos, con los vídeos de las bodas: aparte de los cuñados que se divorciaron posteriormente al banquete, siempre te recorre un escalofrío cuando en la tele aparecen riendo, bailando o cogiéndose un pedo personas queridas que se fueron, actuando como si aguantaran en la vida. Qué mentira tan cruel resultan ser las fotografías: en apariencia detienen el tiempo por una décima de segundo, en realidad no sirven más que para crear fantasmas, representaciones de seres fallecidos que te miran como si no, semblantes alegres que te entristecen o te asustan. En las fotos, nuestras caras son las de Bélmez, tan falsas, tan inquietantes, tan borrosas como las caras de Bélmez. Tú quieres vivir sin que te fotografíen ni te graben y morir sin tener que aparecerte cada vez que tu viuda ponga el reportaje de los pasacalles falleros de 2022. Es normal, yo lo mismo.

El tren se acerca a la estación de Valencia y vuelve a sonar Pablo Milanés con 'Para vivir'. No consigues desprenderte de la extraña sensación que te produce pensar que una voz registrada, tarde o temprano, termina consistiendo en cierta momificación de lo que un ser humano fue. El progreso tiene sus paradojas, escuchar cómo cantan a los muertos es una de ellas.

Cuando muramos dejaremos las facciones impresas en miles de fotografías y minutos de vídeo

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios