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De camisa a camiseta blanca hay un paso

De camisa a camiseta blanca hay un paso

Una pica en Flandes ·

No os imagináis las tonterías que he hecho para celebrar la Copa del Rey del Valencia, lo que habré tocado la bocina del coche...

ESTEBAN GONZÁLEZ PONS

Lunes, 27 de mayo 2019, 08:05

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Somos afortunados por vivir en una época en que casi todas las enfermedades son curables, en que no se muere de hambre, en que la guerra se esconde en determinadas regiones oscuras y en que la democracia y las libertades públicas están garantizadas por la Constitución. Cualquiera de nosotros puede esperar razonablemente que será propietario de una vivienda, que será contratado para ganarse dignamente el pan, que descansará cada fin de semana, que sus hijos se escolarizarán, que de mayor contará con una pensión vitalicia y que no será torturado, ni vendido como esclavo, ni reclutado forzosamente para defender las conquistas del rey. Además, que no padeceremos una revolución, una invasión bárbara o una reclusión en campo de exterminio o gulag. El hombre antiguo sobrevivía cargado de obligaciones, nosotros estamos llenos de derechos.

Hasta nuestros abuelos, los gordos eran extraños y se consideraban afortunados porque habían convertido sus estómagos en graneros para necesidades futuras. Nosotros, sin embargo, pertenecemos a la primera generación que se esfuerza por estar delgada. Practicamos deporte y hacemos dieta. Gozamos de una oferta cultural variada, viajamos por el mundo, disculpamos las infidelidades amorosas, a nadie se le obliga a convertirse a ninguna religión, la ropa es barata y encima cada cual viste como quiere. Somos los seres humanos que disfrutan de mejor vida desde que nuestra especie bajó de los árboles. Y por tanto los menos listos también.

Este tiempo nuestro es tan opulento que en la última semana hemos visto colas para hacerse una foto en la cima del Everest. ¡Esperas de horas para coronar el pico más alto del planeta! Eso demuestra que nos sobra tiempo libre, dinero y estupidez. Que andamos tan sobrados de todo que derrochamos estupidez. Os parecerá facha, claro, pero de las edades anteriores añoro que la escasez diera valor a las cosas. Que la comida, la salud y la juventud se apreciasen. Que hubiera buenos y malos y que no tuviéramos la aburrida sensación de haberlo visto todo. Que nos produjeran asombro los héroes. Ahora, todos queremos ser héroes, pero pagando, sin sufrir riesgos y dejando constancia en Facebook. Definitivamente la opulencia nos idiotiza. Por desgracia, el ser humano está genéticamente mejor preparado para el trabajo que para el ocio.

Yo mismo llevo con más dignidad perder que ganar, me falta educación para el bienestar. No os imagináis, por ejemplo, las tonterías que he hecho para celebrar la Copa del Rey del Valencia, lo que habré tocado la bocina del coche... Como si hubiera subido al Everest, oye. Estuve a punto de convertir mi emblemática camisa blanca en una camiseta blanca del equipo al ir a votar. Para hacerme la típica foto de candidato, ¡pero vestido de futbol!, ¿os imagináis? Menos mal que estaba Piluca ahí para decirme: «Ni se te ocurra, chaval».

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