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LA CALLE FRÍVOLA POR EXCELENCIA

Mª ÁNGELES ARAZO

Miércoles, 12 de septiembre 2018, 09:42

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Quién lo diría. fue la de Ruzafa. Se inició en el verano de 1868, con la inauguración de un teatro instalado en un gran huerto para bailar después, mientras el café granizado o la horchata se servían en veladores. Tal éxito alcanzó que en 1888 era un salón cubierto con luz eléctrica. Su historia ha dado pie a más de un volumen; desde el maestro Serrano con zarzuelas inolvidables como 'La viejecita' a Magenta con 'La cotorra del Mercat', revistas protagonizadas por vedettes como las hermanas Dayna, Queta Claver y Gracia Imperio, sin olvidar cómicos como Zori, Santos y Codeso y Luis Cuenca. Era un desfile de mujeres espectaculares que enamoraron a viejos, maduros y jóvenes, que llenarían capítulos de infidelidades, amores y desamores.

Si las vedettes se alojaban en hoteles, las coristas se quedaban en las pensiones como El Faro, cuyo emblema subsistió en la esquina de la calle Xàtiva, como un tótem marino, cuando ya ninguna chica del conjunto soñaba con que la invitasen a cenar en La Torera, un restaurante económico en la misma calle de Ruzafa chaflán a Colón y próximo a la salida de los camerinos teatrales, ni alentaba la ilusión de encontrar un novio formal, trabajador y que quisiera casarse.

El teatro Ruzafa reclutaba al público del género frívolo, y llegado del mundo rural, como una escapada. Y en la misma acera, el Eslava, apodado 'la bombonera', se especializó en alta comedia. Allí acudieron los elegantes para aplaudir a Margarita Xirgü y Rafael Ribelles, observarse de reojo en los palcos y comer bombones en el descanso.

Paradójicamente, fue calle de teatros levantados en solares de conventos de monjes y religiosas. La vida. El teatro Lírico se alzó en el solar del convento de Santa Clara, comunidad de capuchinas de clausura que se trasladaron a la avenida de Pérez Galdós, pero cuyo nombre se mantiene en espléndida calle. El teatro Serrano se construyó sobre los cimientos del antiguo convento de agustinos de San Fulgencio. En fin, los salmos, los rezos y penitencias se sustituyeron en la ciudad por canciones y sueños y prohibidos. Amén.

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