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Veo los primeros nombramientos de altos cargos en el Consell -aquí, junto a esta columna- y sacó algunas conclusiones. Que Puig incorpore a Alfred Boix a la sala de máquinas del Palau habla de lo que el presidente de la Generalitat sabe que se le viene encima. La reedición a tres del Botánico no deja demasiado margen para la poesía, y sí en cambio para la estrategia. El exresponsable de Organización del PSPV llega a Presidencia para aportar criterio político, consciente de que el adelanto electoral y la propia negociación del acuerdo con Compromís y Podemos ya han arrojado luz de cómo van a funcionar las cosas entre los socios del tripartito. Mejor saber manejarse en tiempos de posible fricción que esperar a que lleguen y tener que improvisar. La consellera Rosa Pérez incorpora a Ignacio Blanco, reconvertido en el currículum repartido ayer en diputado de la XVIII legislatura -aquí vendría un emoticono de asombro-. Aún le doy vueltas a esa denominación de la conselleria de Participación, Transparencia, Cooperación y Calidad Democrática. Me pregunta un amigo si no resulta un pelín chocante que al frente de una conselleria que se dice de Calidad Democrática figure la líder del partido político que ha impuesto más dictaduras en todo el planeta. Curioso sí que resulta. Habría que ver qué opina el sector crítico de EU -los que que aún no hayan decidido irse- de la denominación de la cartera de la exdiputada provincial. Mireia Mollà también se estrenó ayer en la mesa del pleno del Consell -con todos los nuevos consellers, salvo Martínez Dalmau, en la zona más alejada del presidente-. Y me imagino al sector agrario valenciano esperando las primeras decisiones de la nueva responsable de Agricultura, Desarrollo Rural, Emergencia Climática y Transición Ecológica. Porque no sólo de combatir el cambio climático debe vivir la consellera. Confío en que la exdiputada haga valer su siempre contundente defensa del feminismo y la igualdad en un mundo tan preponderantemente masculino como el agrícola. No me olvido de la consellera de Innovación, Universidades, Ciencia y Sociedad Digital, Carolina Pascual -desconozco el motivo por el que ella puede tener la sede de su conselleria en Alicante y Mollà, por ejemplo, no hace lo propio en Elche, o Puig la presidencia en el Castillo de Morella-. Los funcionarios, por supuesto, en Valencia. «Que no va a ser un problema para la economía». Le tomo la declaración al jefe del Consell, voluntarioso de justificar el aumento de altos cargos y asesores de su Gobierno. Mientras tanto, el ministerio de Hacienda con los ojos como platos, dudando de si toda esta voluntad expansionista, viajera y multicultural del Gobierno valenciano es realidad o sólo una prueba para su paciencia.

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