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Blanco

El color blanco es una afirmación de la vida, una afirmación simple, sencilla, sin adornos fatuos

MANUEL VILAS

Jueves, 13 de junio 2019, 09:52

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No es fácil vestir de blanco, porque una camisa blanca, o unos pantalones blancos, se ensucian enseguida. Por eso, cuando tengo delante de mí a un hombre o a una mujer que visten camisa o blusa blancas me invade la sensación de estar ante un héroe. El color blanco, en mi opinión, no tiene rival. El blanco es una afirmación de la vida, una afirmación simple, sencilla, sin adornos fatuos. Hay humildad en el color blanco. Es mi color preferido, pero yo sufro muchísimo, porque para que una camisa quede blanca después de lavarla hay que hacer verdaderos malabarismos, casi magia. Yo he preguntado a muchos expertos sobre este tema. Lo que suele ocurrir es que la gente que cree ir de blanco, en realidad va de amarillo. Porque el color blanco de las camisas o de las blusas o de las camisetas se pierde enseguida. Las lavadoras son enemigas del color blanco. El mundo entero conspira para la abolición del color blanco. Hasta la pantalla blanca del ordenador acaba oscurecida por el polvo o por pequeñas motas que se posan allí. Selecciono el agua caliente a 60 grados, utilizo además un quitamanchas especial para el cuello y los puños de la camisa, y aprieto el encendido de la lavadora. Al rato, sale la camisa más o menos blanca, pero a veces aparecen pequeños puntitos oscuros en alguna parte de la manga o en un puño. Pienso que mi lavadora también conspira contra el blanco de las camisas.

Si veo a un hombre con la camisa blanca amarilleando siento una pena grandiosa, pero también me siento acompañado, menos solo en la oscuridad. Cuando veo a alguien con una camisa blanca como la nieve, me siento mal, me siento un ser inferior. A veces solo entreveo una posibilidad: estrenar una camisa blanca cada día. Parece que es la única forma de vencer a esas briznas oscuras, a esos puntos negros, o esos tonos amarillentos que van apareciendo en las camisas al lavarlas por primera vez. He probado a lavar mis camisas a mano, pero el resultado es casi peor. He comprobado que muchos hombres y mujeres han renunciado al blanco absoluto, y se avienen con blancos parciales. Al fin y al cabo, una conciencia del blanco radical ya es infrecuente en este mundo, porque el blanco angelical ya no existe, pues todo el mundo comete pequeños delitos, pequeñas ofensas, pequeños pecados, pequeñas faltas, y todo eso oscurece el blanco de esas camisas, de esas blusas, de esas camisetas.

El sudor de hombres y mujeres se nota mucho más en las camisas blancas. Ese sudor acaba formando una balsa grisácea en las sisas, que no quita ninguna lavadora ni ningún desodorante. Por eso, cuando te encuentres con alguien que vista una camisa de blanco cegador, luminoso, de blanco sin una exigua partícula de oscuridad, muy probablemente estés delante de un ángel, delante de una criatura sobrenatural, porque en esta vida ya nadie viste de blanco.

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