
Billete a Tavernes
El autor realiza un recorrido medioambiental, cultural y etnográfico por una parte del territorio valenciano
MIGUEL APARICI NAVARRO | CRONISTA OFICIAL DE CORTES DE PALLÁS
Sábado, 8 de mayo 2021, 07:28
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MIGUEL APARICI NAVARRO | CRONISTA OFICIAL DE CORTES DE PALLÁS
Sábado, 8 de mayo 2021, 07:28
Saben aquél... del valenciano que va a una estación y pide un billete de tren para Pekín y se las ve y se las desea, ... tramo tras tramo ferroviario, para llegar a su destino; pero que, cuando regresa, le pide al chino un billete para su pueblo (Tavernes) y el oriental le pregunta: «Blanques o de la Valldigna»?
Pues, aprovechando la Pascua, me pedí billete para la Valldigna. Y me bajé, mochila al hombro, en el apeadero de Tavernes; en medio de una plana saforina de 'aiguamolls', reconvertida ya en naranjera aquella tierra ducal de caña de azúcar morisca.
Primero me acerqué a la playa, puesto que no me quedaba lejos. Lo que me permitió echarle una ojeada a la torre de guaita (de 1575), prima de todas las que el virrey Vespasiano Gonzaga levantó -obedeciendo a Felipe II- para defensa de las navegadas berberiscas.
Y allí me topé con una curiosa ruta peatonal (siguiendo carril bici), de las que ahora están comenzando a estilarse. Lo cual me alegró mucho, ya que yo estaba empezando a ver cumplida la similar que siempre he venido proponiendo para Cortes de Pallás como: ruta para discapacitados; por el Barranco de la Barbulla o 'Parque Morisco' de montaña interior.
Claro que, en Tavernes, habían rizado el rizo; sorprendiéndome. Pues no sólo era una 'Senda de los Sentidos', con imágenes táctiles o en relieve y alfabeto braille, sino que funciona como multitemática; ya que lo permite su escenario de ocho kilómetros que toca desde paisaje playero y dunar hasta ámbito de piedemonte forestal, pasando por la marjal y su curioso aviario y el naranjal jardinero.
Una vez en la población tavernícola no quise dejar de asomarme a la cercana Cueva de Bolomor ya que la ofrecen en visitas guiadas (645 977 022) y posee fama, a partir de los resultados de sus excavaciones iniciadas en 1989, de evidenciar el registro prehistórico de utilización y control del fuego de hogares más antiguo de Europa; nada menos que a lo largo de 250.000 años.
Esto, al sur de la villa; cruzando el local río Vaca. Extractor al Mediterraneo de las abundantes aguas de manantial de una herradura de montes (Montdúver y macizo de Buixcarró); que hizo contestar al abad cisterciense de Santes Creus, ante el ofrecimiento del rey Jaime II El Justo: «Sí, una VALL DIGNA per a un monestir».
No quise acabar la larga y andariega jornada sin cruzar al lado norte del casco urbano. Más que nada, por echarle una mirada al curioso 'muro de defensa'; que, al igual que en Cullera, se pretende que evite el rodar de rocas y peñascos sobre las casas de las barriadas altas. Pues no era mi intención hacerme la cercana «vía ferrata», con puente 'tibetano' (ahora también de moda, como los exitosos de Chulilla sobre el Turia y el frustrado, en Cortes de Pallás, sobre el Júcar), que se anuncia en los folletos turísticos de la zona.
Aunque, al final, me pudo el tirón de la montaña y seguí hacia arriba el sendero que me llevó al espectacular mirador de Les Creus; panorámico sobre La Safor, el mar, La Ribera y la Albufera.
Claro que con la buena visibilidad de los días despejados porque, de lo contrario, ya se sabe: «Quand Corbera (la sierra) fa capell (está con nubes), pica espart i fes cordell (quédate en casa)».
En aquella relativa altura de la montaña permanecí casi media hora, con un aperitivo y un refresco a mano, admirando tan maravillosa subcomarca natural; de la que se decía que partían, a bordo de Iberia, las cajitas con las mejores naranjas para el desayuno de la reina Isabel II de Inglaterra.
Y, repasando sus atractivos culturales para el visitante, vislumbré Simat; con su vistoso manantial de burbujeo y su inmediato magno cenobio. De soberbia iglesia, salvada de la Desamortización, y sus reconstruidos claustro y aula capitular; junto con el claustrillo gótico del Abad, recuperado del madrileño chalet de El Canto del Pico.
Paso hacia Benifairó, mezquita musulmana de la Xara por medio, para ascender a las extraordinarios ruinas -con crujías góticas en su capilla- del castillo de Alfandech.
Finalmente, bajando a Tavernes y tras darme un avecindador paseo por las inmediaciones de sus dos ermitas de ladera (Calvari y Sant Lluis) y sus dos iglesias centrales (Sant Pere y Sant Josep), bordeando la Plaça Major y el Mercado Municipal me dejé caer sobre el más hondo terreno del Paseo de Colón.
Allí, me quedé un ratito imaginando.
Si no hubiesen sido arrancados los viejos y pintorescos railes del tren de vía estrecha quizás podía haber permanecido esperando, con el dinero en la mano, a que el factor me preguntara: «¿A Denia o a Carcaixent?».
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