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¿BIEN DISPUESTOS?

SERGIO REQUENA

Lunes, 26 de marzo 2018, 10:42

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Al comienzo de esta Semana Santa quiero recordar, las dos veces que he visitado los santos lugares, las dos oportunidades que he tenido de recorrer el país de Jesús y entrar en contacto con sus gentes. La primera fue siendo seminarista, en 1994, recién terminados los estudios de Teología, con compañeros de Valencia y de Mallorca. Nos acompañaba como guía el profesor Juan Miguel Díaz Rodelas y como responsable el entonces rector del Seminario Mayor de Valencia, Don Agustín Cortés, hoy obispo de Sant Feliu de Llobregat. Me produjo honda impresión aquella visita, tomaban forma las páginas de la Sagrada Escritura que habíamos estudiado, todo se entendía mucho mejor cuando situabas lo aprendido en aquella geografía. Recuerdo con cariño el lugar que nos albergó en Jerusalén, la Maison d'Abraham, y a las religiosas indias que nos acogieron en Nazaret. Cuántas emociones. La segunda visita fue, ya como sacerdote, en 2007. Iba con un grupo de feligreses de la parroquia de Cristo de la Providencia de Valencia y de Cursillos de Cristiandad. Recuerdo el encuentro con los cristianos de Campo de los Pastores, muy cerca de Belén.

Todo en esa tierra es significativo: Nazaret, Belén, el lago de Galilea, el camino hacia Emaús... Pero si tuviera que elegir un lugar, sería Jerusalén, y entre todos los sitios que recuerdan episodios del Evangelio, el Santo Sepulcro, memoria de la resurrección; y Getsemaní, en la hora decisiva de Jesús. Allí, tuvimos una vigilia de oración. Cuando el Papa visitó aquel lugar dijo: «Nos encontramos en este lugar santo, santificado por la oración de Jesús, por su angustia, por su sudor de sangre; santificado sobre todo por su 'sí' a la voluntad de amor del Padre. Sentimos casi temor de acercarnos a los sentimientos que Jesús experimentó en aquella hora; entramos de puntillas en aquel espacio interior donde se decidió el drama del mundo». Una Semana Santa nos espera. ¿Cuál es la disposición con la que debemos vivirla? Hay que salir de la frialdad en la que a menudo estamos, para acoger con entusiasmo un don tan grande. En nuestras parroquias y lugares de celebración, en nuestras ciudades y pueblos, todo está bien dispuesto. Y nosotros, ¿estamos bien dispuestos?

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