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ATORMENTADO BERGMAN

El cineasta y escritor sueco, cuyo centenario se cumple estos días, fue un gran artista pero no siempre un ciudadano ejemplar

RAFA MARÍ

Lunes, 16 de julio 2018, 11:18

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La linterna mágica'. «Los sábados me emborrachaba, buscaba malas compañías, me metía en líos, me pegaba con cualquiera, me echaban de los bares», revela Ingmar Bergman en sus extraordinarias memorias ('La linterna mágica', Tusquets, 1988). El cineasta, director teatral sueco y escritor, cuyo centenario se cumple estos días (Upsala, 14 de julio de 1918- Isla de Faro, 30 de julio de 2007), fue un gran artista, pero no siempre un ciudadano ejemplar. De manera un tanto ingenua tendemos a creer -tal vez necesitamos creerlo- que las personas excepcionales son un cúmulo de virtudes.

La cara oscura. Bergman se casó cinco veces y tuvo nueve hijos. «Cuando dejaba a las esposas, dejaba a los hijos. Es la cara oscura de Bergman. En una entrevista en televisión dijo que no tenía ninguna mala conciencia respecto a sus hijos. Aquello me enfureció», contaba recientemente Katinka Faragó, mano derecha del cineasta durante más de treinta años. En 'La linterna mágica', el director de 'Gritos y susurros' cuenta que tras morir una de sus ex esposas asistió al entierro y se reencontró con el hijo de ambos, de 19 años, al que hacía más de una década que no veía. Con una sinceridad nada autocomplaciente, Bergman afirma: «Nunca nadie me había mirado con tanto odio».

Cuchillo de caza. No quiero decir con todo esto que Bergman fue una mala persona. Pero sí un hombre difícil, atormentado, humilde y soberbio. Era muchas cosas a la vez. Confiesa en sus recuerdos: «Me vengué de mi antiguo amigo persiguiéndolo con el cuchillo de caza de mi hermano por el patio del colegio. Cuando se interpuso una profesora, traté de matarla».

Grandes películas. Suele decirse en estos casos: olvídemonos de las debilidades humanas y quedémonos con los legados artísticos. En la filmografía de Bergman hay muchas obras maestras: 'Los comulgantes' (1963), 'Persona' (1966), 'Secretos de un matrimonio' (1973), 'Sonata de otoño' (1978), 'Fanny y Alexander' (1983), la durísima y emocionante 'Saraband' (2003, tv movie)...

Malos perfectos. Hitchcock decía que un 'buen malo' casi aseguraba el éxito de una película. En 'Encadenados' (1946) hay dos malos perfectos (Claude Rains y su madre, interpretada por Leopoldine Konstantine, en la vida real solo tres años mayor que Rains). 'Con la muerte en los talones' (1959) tiene un malo fascinante (James Mason). Pues bien, el malo más malo de la historia del cine lo plasmó Bergman en la autobiográfica 'Fanny y Alexander': el personaje de Edvard Verguerus, interpretado de modo muy convincente por Jan Malmsjo.

Jabón Bris. Un curiosidad poco conocida sobre la trayectoria de Bergman: entre 1951 y 1953 rodó varios anuncios televisivos de la marca de jabón Bris. Lo cuenta el propio Ingmar: «En 1951 la industria cinematográfica sueca se había declarado en huelga por los altos impuestos del Gobierno». Bergman tenía 33 años, dos ex esposas y una nueva, cinco hijos y otro en camino. «Necesitaba encontrar una forma de ganar dinero. Acepté los comerciales de Bris para salvar mi vida y las de mis familias, pero eso fue realmente secundario. La razón principal por la que quería hacer los comerciales era porque me daban rienda suelta con dinero y podía hace exactamente lo que quería con el mensaje del producto».

La Ilustración. Dejo a Bergman para reproducir párrafos de 'En defensa de la Ilustración', de Steven Pinker. He comentado en otras ocasiones este libro y vuelvo a hacerlo porque es el ensayo más importante del año, con centenares de estadísticas a modo de sólidas referencias. ¿Estamos en un mundo más o menos democrático que hace 50 o 100 años? Pinker dice que más democrático. «Incluso las autocracias de Rusia y China, que muestran escasos signos de liberalización, son incomparablemente menos represivas que los regímenes de Stalin, Brezhnev y Mao».

El Partido. Pinker cita Johan Norberg, otro estudioso del tema: «En la actualidad los chinos pueden comprar una casa, ser abiertamente homosexuales sin acabar en un campo de trabajo, viajar al extranjero libremente e incluso criticar algunos aspectos de la política del Partido (salvo el derecho del Partido a gobernar sin oposición)». Por algo se empieza.

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