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Aterriza como puedas

Aterriza como puedas

La tibieza y la inacción política en un asunto (incompetencia, hablando con propiedad) se transforman en acción, o al menos apariencia de acción, cuando hay muertes de por medio

JUAN PABLO PEÑARRUBIA CARRIÓN PRESIDENTE DEL CONSEJO GENERAL DE COLEGIOS PROFESIONALES INGENIERÍA INFORMÁTICA

Viernes, 2 de agosto 2019, 08:48

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En días de verano a muchos nos toca volar, pero siempre hay alguna noticia que te puede quitar las ganas. El 26 de julio entró en vigor una directiva de la Agencia Europea de Seguridad Aérea, que establece que los aviones Airbus A350-941 deben apagarse y encenderse antes de las 149 horas de funcionamiento ininterrumpido para seguir operando con seguridad. Algo así como la medida casera de apagar y encender el ordenador cuando no funciona como debiera... Esta noticia nos recuerda las incertidumbres que aún rodean el desgraciado caso del Boeing 737 Max. En octubre del año pasado un error informático, el defecto del sistema de estabilización automática del avión, originó un accidente que se saldó con 181 muertes. Aún así, la tragedia fue insuficiente para que los políticos pasaran de las palabras a los hechos en la asignatura pendiente de la adecuada regulación de la informática, en esta era que llamamos de la sociedad digital. Demasiados intereses en juego. Tuvieron que sobrevenirse otras 157 muertes, con otro accidente protagonizado en marzo por el mismo modelo de avión (en este caso por Ethiopian Airlines) para asistir a una tímida reacción.

Todos los días se conocen casos de 'fallos informáticos'. Frecuentemente no son tales y solo disfrazan fallos humanos u organizativos. Pero, cuando sí que lo son, es habitual que tengan en común dos elementos: que el perjuicio final es para las personas, y que la organización afectada usa la falta de regulación para eludir su responsabilidad. Vale la pena recordar el caso Volkswagen, de manipulación del programa informático de control de emisiones contaminantes, y el caso Facebook, que estalló con Cambridge Analytica, y que ha tenido otros episodios relacionados con la privacidad y el uso fraudulento de nuestros datos.

Pensemos no ya en fallos, sino en el mal uso intencionado, que cuando no hay regulación ¡ni siquiera es delito! El listillo, o la empresa en cuestión, puede mirarte a los ojos y decirte: lo hago porque puedo (léase, porque la regulación no me lo impide...). Es decir, la no regulación sustenta la impunidad del autor y la indefensión de los afectados. La regulación es parte de la innovación.

Cuando hablamos de regular la informática, nos referimos a la introducción de leyes que generen un marco adecuado para el control en el desarrollo y aplicación de la actividad informática (dispositivos, aplicaciones, servicios, tareas profesionales...). La regulación de los productos, servicios y actividades informáticas tiene diferentes vertientes. En el contexto del caso Boeing, una fundamental es el control de algunas actividades profesionales, y es esencial como mecanismo de calidad y seguridad en actividades profesionales que afectan al interés general. Los programas informáticos de los casos Boeing, Volkswagen o Facebook tienen unos autores, que en el primer caso han sido negligentes y en el segundo han sido colaboradores necesarios (de un delito) por encima de la deontología profesional. Los profesionales son la clave para dar calidad, confiabilidad y seguridad jurídica en cualquier práctica altamente cualificada e innovadora, como la ingeniería informática.

La falacia de la autorregulación ha muerto. Los Gobiernos, con los representantes políticos a la cabeza, deben asumir con determinación el reto de la regulación (¡incluyendo la fiscalidad!). La no regulación actual es la peor regulación posible. Ya no valen los pretextos de la complejidad técnica o la vertiente internacional del asunto. Ni la desfachatez de soportar la vergüenza ajena de los evidentes intereses creados.

En la primera asamblea de la Alianza Europea de Inteligencia Artificial (AI Alliance) celebrada el pasado 25 de junio en Bruselas una de las ideas reiteradas fue que la no regulación no es una opción. No ya en relación a la inteligencia artificial (IA) sino al conjunto de la informática, de la que la IA es una rama.

La Unión Europea es lo que es, y España ha de dar un paso al frente en el liderazgo digital. La Constitución Española, por su modernidad, ya incorpora una acertada y visionaria disposición sobre el uso de la informática. «La ley limitará el uso de la informática para garantizar el honor y la intimidad personal y familiar de los ciudadanos y el pleno ejercicio de sus derechos». Huelgan los comentarios...

¿Y los partidos políticos españoles qué hacen? Huir hacia adelante. España es el único país europeo que maltrata a la ingeniería informática en relación al resto de ingenierías abandonándola a una situación regulatoria anormal. Curiosamente, al mismo tiempo se lamenta la necesidad de más vocaciones de profesionales digitales.

Hay muchos actores beneficiarios de esta incompetencia regulatoria en la era digital. Pero lo más importante es tener claro que el único perjudicado es el ciudadano de a pie. Las consecuencias pueden ser desde perder la privacidad a perder la vida, y entre los dos extremos toda la escala de grises... Siempre con el denominador común de la impunidad del que abusa y de la indefensión de la persona. ¿Vamos a hacer algo? ¿O, como en el ordenador, nos limitaremos a Aceptar, Aceptar, Aceptar...?

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