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Aragón acaba de aprobar una ley que proclama que dicha región «ostenta una identidad y un espacio jurídico, político y cultural propios» y anteriores a España. La norma ha salido adelante gracias al respaldo de socialistas, nacionalistas de la Chunta, Podemos e Izquierda Unida, es decir, la típica ensalada de izquierdas y nacionalistas que ya funcionó en Cataluña durante las etapas de Maragall y Montilla (grandes responsables de no frenar el proceso de construcción nacional urdido por Pujol) y que ahora también está activa en Valencia, en Baleares y en el Gobierno de España, donde Pedro Sánchez no estaría con sus 84 diputados en la Moncloa si no fuera por el apoyo de todo ese conglomerado de siglas y partidos, desde Podemos a Bildu pasando por el PNV, ERC o Compromís. En el caso de Aragón, a la ensalada hay que sumar también los regionalistas del PAR, socios del PP en las Cortes Generales pero que no han querido dejar pasar su oportunidad para no ser menos que la Chunta.

La lenta demolición de España como un Estado unitario con iguales derechos, libertades y obligaciones para todos sus ciudadanos con independencia del territorio en el que residan prosigue lenta pero imparable por culpa de esa táctica de la izquierda, que con tal de tocar poder es capaz de pactar con los enemigos del propio Estado. La imagen del encuentro entre Sánchez y Torra, con una escenificación propia de la entrevista entre dos jefes de Estado, con banderas, regalos y paseo por los jardines, es muy simbólica. En esa dinámica, ninguna comunidad autónoma quiere quedarse atrás. El café para todos está más vigente que nunca, con el nuevo modelo de financiación aún por definir y con la sospecha de que el apaciguamiento catalán acabará más pronto que tarde con una lluvia de millones (que de algún sitio saldrán, es decir, a alguien se perjudicará) y con una mención especial al hecho diferencial de Cataluña bien en una Constitución reformada al efecto, bien en un Estatut que vuelva al punto de partida, antes del recurso ante el Tribunal Constitucional. La ley de Aragón hay que entenderla -que no justificarla- dentro de la deriva autonómica-identitaria, que arranca con una Constitución que distinguió entre nacionalidades y regiones y que reservó el carácter de históricas a aquellas comunidades que tenían Estatuto durante la república o estaban a punto de disponer de él. ¿Hay en España regiones con más historia que León -que sin embargo no tiene ni autonomía propia-, que Navarra -que corre el riesgo de acabar integrada dentro del País Vasco- o que Aragón? No aplaudo ni mucho menos lo que han hecho Lambán y sus socios, simplemente digo que es lógico, coherente dentro de esa gran incoherencia en que se ha convertido España.

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