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Urgente El Euromillones de este martes deja un millón de euros en la localidad favorita de los futbolistas para vivir

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Suelen ser locales sin luz natural. Porque sin ventanas es más difícil distinguir el día de la noche. Tampoco hay relojes. Porque cuando alguien entra allí el tiempo se detiene con el único objetivo de que se pierda su noción. El negocio del juego se está desbocando. Y ahora, además, en el inabarcable ámbito online, poco o nada supeditado a los ritmos circadianos. En la calle, se calcula que hay más 3.100 salas en España. Y las nuevas aperturas están multiplicándose como una plaga en pueblos y ciudades sin que haya un coto regulador unánime. Cada autonomía legisla a su manera. En la Comunitat, el Consell acaba de aprobar la nueva normativa que contempla sanciones de hasta 6.000 euros a quienes permitan entrar a menores. Ellos son el principal target en el punto de mira. Por este motivo muchos de los nuevos negocios buscan emplazamientos cercanos a institutos. Una tendencia peligrosa como lo es también que una de las técnicas de marketing del sector sea elegir a famosos o a equipos de fútbol que con su patrocinio incitan y normalizan una conducta que puede terminar en ludopatía. De hecho el gasto en apuestas deportivas se ha multiplicado haciendo brotar en el sector una figura emergente: el 'tipster'. Se trata de influencers de los pronósticos del azar deportivo o apostadores de profesión que ganan salarios medios por encima de los 100.000 euros al año.

Los adolescentes son los más vulnerables a caer en la red. Según el programa Ludens de la Universitat de València, la mitad de los jóvenes de entre 15 y 18 años ha apostado dinero alguna vez pese a que hasta la mayoría de edad está prohibido por ley. Lo han hecho sin ningún cortafuego, de la misma simple manera con la que envían un WahtsApp. El problema de este coqueteo antes de la veintena es que multiplica el riesgo de que se convierta en una adicción. La adicción se instaura en el ser humano cuando algo se apropia del sistema de recompensa de su cerebro desestabilizando a la dopamina, el neurotransmisor que regula el placer, de modo que el individuo pierde el control sobre ello. El adicto a la droga o al alcohol no decide, se siente obligado a consumir al instaurarlo en un hábito que inconscientemente asocia a cierto bienestar. El efecto multiplicador de este estímulo es lo que motiva la euforia a repetir la acción una y otra vez hasta que se asimila como una costumbre. En una partida, ganar un premio o el recuerdo de haberlo conseguido supone una compensación suficiente para alterar el equilibrio emocional de un jugador. Arriesgar su dinero acaba asentándose como rutina sin que sea capaz de darse cuenta. Así es como queda enganchado indefinidamente. Antonio Vega puso letra a la angustiosa drogodependencia que se llevó por delante tantas vidas. Las apuestas inducen el mismo efecto. Por eso muchos empiezan a denominarlas la heroína del siglo XXI.

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