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El alma en pena

Arsénico por diversión ·

Carles el Breve va, con su bola de hierro atada al tobillo, vagando como fantasma por el inframundo

María José Pou

Valencia

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Miércoles, 1 de noviembre 2017, 08:15

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El alma en pena de Puigdemont por Europa se me figura ese personaje entrañable que hay en algunos pueblos o en algunos barrios, que todos conocen, que dan por perdido y al que no se contradice porque ni compensa ni sirve para nada llevarle la contraria. Suele ser una persona que vive en su propia realidad y que produce lástima; a veces, risa, y siempre incomodidad. Sabemos que lo que dice no necesariamente es cierto pero aún así molesta oírselo decir. Es ese abuelito que habla solo mientras pasea a un perro; esa mujer que ha perdido el oremus por culpa del alcohol y pide por cada esquina sin ni siquiera necesitarlo o ese chaval con déficit cognitivo que no tiene familia y del que nadie se preocupa demasiado. Quiero pensar así de Puigdemont porque nunca creí que se iba a fugar. Lo decían los comentaristas y expertos y me parecía una hipótesis alarmista fruto del momento. Sin embargo, ahí anda, por Bruselas, presumiendo de ropa de invierno como muchos quisiéramos ya y alegando que España es una dictadura opresora cuando en realidad Cataluña, bajo su mandato, ha conseguido ser una prolongación de Guinea, de Cuba o de alguna de las excolonias. En ellas no es la metrópolis la que somete y saquea a los nativos sino los propios. Que se lo digan a la Argentina de Kirchner o la Venezuela de Chávez. El desprecio al indígena y el expolio ha sido mayor por sus elites que por los españoles del Siglo de Oro. En Cataluña también; el «España nos roba» siempre ha obviado la 'sisa' a manos llenas de los Pujol, Estevill o Millet.

Pero Carles el Breve va, con su bola de hierro atada al tobillo, vagando como fantasma por el inframundo. Lo han despojado de todo pero él sigue llamándose a sí mismo President de la Generalitat. No sé si meterá la mano derecha en la pechera izquierda pero no me extrañaría. Me pregunto si su alma mortificada se aparecerá «paseando su amargura por la Alhambra» como cantan que ocurrió con Boabdil en noches como ésta, de espíritus y conjuros del más allá. Del único que sabemos que atormenta día y noche a pobres inocentes es de uno de los Jordis. Cuentan que su compañero de celda ha pedido cumplir condena con los del caso Malaya pues ya puestos a escuchar historias de castillos encantados y princesas de flequillo aguillotinado prefiere Marbella y sus leyendas de la Pantoja.

Me parece tan fuera de la realidad Puigdemont y tan endeble la tregua social ante la que algunos han echado las campanas al vuelo que veo impropios los chistes de las últimas horas sobre la visita del exmolt honorable a Bélgica. Confiamos mucho en los resultados electorales del 21-D pero si dan unas mayorías similares nos podemos ver en las mismas dentro de no poco tiempo. Puigdemont ha sido un chapucero, sin duda, pero la realidad que le envolvía sigue ahí, insistente. De viaje por Europa, pero intacta. Despreciarla solo nos impedirá verla con nitidez y afrontarla con seriedad.

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