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Urgente Mueren una mujer y un hombre en Asturias arrastrados por el oleaje

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Todos hemos tenido un álbum de cromos al que rendimos culto. Uno por encima del resto, por muchas colecciones que hayamos hecho. El mío fue el de la 82-83. Ediciones del Este no incluyó la bandera y el escudo del Valencia en la portada pero el tipo que salía golpeando el balón siempre me pareció Tendillo, por lo que asumí a aquel modelo con una camiseta con la bandera de España como si fuera un jugador del Valencia. Por cierto, aquel álbum se vende ahora en Internet por 195 euros. Cada sábado por la mañana, mi padre me daba veinte duros que yo fundía en el quiosco de enfrente de casa de mis abuelos. En uno de esos quioscos de caseta, cuadriculados, verdes y con una persiana en cada cara.

Dentro, un tipo y su perro, empaquetados en el cubículo como si fuera un astronauta rodeado de revistas en una nave espacial. Con un ojo, miraba que contara bien los veinte paquetes de cromos que me tenía que dar. Con el otro, me sentía amenazado por la portada de la LIB en unos tiempos donde había un tipo de revistas que se mezclaban con la Pronto y la Garbo sin que pasara nada. Entre la calle General Lloréns y la urbanización Los Pinares de Bétera tenía tiempo suficiente para abrir los paquetes de cromos y echar un primer vistazo para separar los que no tenía de los repetidos. Aquel álbum, que se quedó en algún contenedor de basura tras una mudanza, lo repasé una y mil veces. Me llamaba la atención Barroso, un portero anclado en la suplencia de Esnaola. Su cromo era una birria, con una parada para la foto pero siempre me solidaricé con aquellos que vivieron alejados de los focos -por eso y porque en una foto de plantilla lucía la Ressy verde y mangas negras que utilizábamos Sempere y yo-. Los García del Real Madrid me caían mal. Especialmente García Hernández.

Nunca entendí cómo un tipo con esas pintas podía ser futbolista de primera división. Con sus caracoles en el pelo, como una cantante de canción ligera en Gente Joven. En el Racing jugaba Piru y en el Málaga un tal Popo. En el Salamanca aparecía Corchado, que luego tuvo minutos de gloria en el Real Zaragoza y en el Valencia; Robert Fernández era rubio de verdad. Roque, el de Las Palmas, tenía pinta de señor mayor, y Rivero, el suplente de Castro en el Sporting, era un cancerbero con perfil de vendedor de seguros. A Manolo Mesa, un extremo de pura cepa, era mejor no encontrárselo por la noche en un callejón oscuro e Iriguibel era el típico delantero de un equipo de liga de empresas. Hoy vivimos entre consolas, móviles y tablets. Regalos estrella de estas Navidades hasta que el niño pida ese invento del demonio que es el patín eléctrico. Yo, si pudiera pedir tres deseos lo tengo claro: mi camiseta Ressy de Sempere, el Tango España amarillo fluorescente y el álbum de la 82-83.

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