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El aire libre

Arsénico por diversión ·

No me extraña la propuesta de prohibir fumar en las paradas del autobús. Nace de una consideración responsable del espacio público

María José Pou

Valencia

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Jueves, 1 de enero 1970

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Cuando se aprobó la ley antitabaco y se sacó al fumador de los locales públicos, nadie pensó en los vecinos del primer piso. Quienes viven en el primero son fumadores pasivos que, todavía hoy, están desamparados por la ley, sobre todo, si en su bajo tienen una oficina, un restaurante o un bar. El humo de los trabajadores, de los clientes o de los usuarios tiende a subir y a colarse en una casa sin que sus habitantes puedan impedirlo. No hay ley antitabaco que los proteja y acaban 'fumando' hasta dormidos, sin poder remediarlo.

Por eso no me extraña la propuesta de prohibir fumar en las paradas del autobús. Puede resultar incómoda y, seguramente, inviable pero parte de una base que conviene recordar. La prohibición nace de una consideración responsable del espacio público, no como un entorno de nadie sino, muy al contrario, como el espacio de todos, del que cada ciudadano es responsable. Ese giro es difícil pero necesario. Ha ocurrido con la corrupción y el dinero público; hemos pasado de contemplarlo como el dinero de nadie a verlo como el dinero de todos. Con el aire deberíamos hacer algo así y ése es el fondo de las medidas antipolución. El aire no es impersonal. Es nuestro entorno de supervivencia colectiva y cuidarlo es obligación de todos. Si se ensucia, produce enfermedades y muertes, como se está comprobando cada vez más. Ocurre otro tanto con el mar, con el entorno natural o con la contaminación acústica o lumínica. Son riquezas o problemas compartidos sobre los que todos debemos sentirnos interpelados.

Así se entiende la política de muchos municipios japoneses donde se permite fumar en lugares cerrados pero no en los espacios abiertos. Puede resultar chocante porque la línea seguida en España es la contraria pero tiene sentido. Muchos lo experimentan cuando hacen ejercicio por las calles de la ciudad: running, ciclismo o simplemente andar. En ese contexto, con el interés de mejorar la condición física y cuando se pretende llenar los pulmones de oxígeno, tragarse una bocanada de humo de un fumador es, cuanto menos, incoherente y molesto. No digamos para los padres que sacan a sus hijos a expansionarse al aire libre después del colegio. El aire 'libre' es cualquier cosa menos libre de contaminación. Estar en una parada de autobús durante quince minutos junto a un fumador es antipático. Es cierto que algunos procuran no molestar y se apartan, controlan hacia dónde va el humo e incluso preguntan, pero no siempre ocurre así. La pena es que la norma tenga que utilizar la prohibición para corregir aquello que, de compartir unas pautas mínimas de convivencia y urbanidad, no sería necesario ni mencionar. El problema es que no deja de ser un brindis al sol cuando no está claro quién ni cómo penalizará a quien fume junto a un poste de la EMT o escuche la música sin auriculares en el autobús. La propuesta pretende calmar a los vecinos exigentes pero poco más.

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