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Qué viene la derecha, las derechas, claman los políticos de izquierdas, radicales y moderados, sus altavoces mediáticos, los desfaenados sin fronteras (o tuiteros compulsivos), los nacionalistas y los independentistas, unidos todos en campaña contra la plaga conservadora que al parecer nos amenaza. ¡Alerta antifascista! grita alarmado el mismo Iglesias que se abraza a una bandera antigua, desfasada y superada, que no es la de todos, y que se junta con los separatistas mientras abomina de los constitucionalistas. Cualquiera diría que la democracia española vive amenazada por el auge de una extrema derecha que en palabras de Sánchez representa una involución. Extrema derecha en la que, por supuesto, no sólo meten a Vox sino también al Partido Popular y a Ciudadanos, es decir, a todos los que no son de izquierdas. Nada nuevo bajo el sol, por otra parte, la eterna superioridad moral de la izquierda y su afición por repartir carnés y credenciales de buen demócrata, un examen que sólo superan los suyos. Pero ¿qué es en realidad lo que está ocurriendo, a lo que estamos asistiendo en esta campaña? A la vista está, acoso, hostigamiento, persecución, amenazas e intentos de agresión a candidatos de esos malvados partidos que supuestamente vienen a acabar con derechos y libertades, con las conquistas del Estado social. Los han padecido Albert Rivera, Santiago Abascal y Cayetana Álvarez de Toledo, como con anterioridad (a lo largo de estos últimos años) los sufrieron Rosa Díez, José María Aznar, Soraya Sáenz de Santamaría o Esteban González Pons, algunos de ellos con escraches ante sus domicilios, hijos y parejas incluidos. Por el otro lado, de los políticos de izquierdas y nacionalistas sólo Mónica Oltra tuvo que soportar ante la puerta de su vivienda un episodio similar a manos de un grupo de extrema derecha. Sé que son sucesos excepcionales, que no es la norma común, pero cabría preguntarse si no serán la respuesta lógica (lógica para la forma de comportarse de los intolerantes que se dedican a insultar y perseguir al contrario) cuando desde la izquierda se presenta a la derecha como un peligro para la estabilidad del sistema, como una anomalía democrática que hay que aguantar porque no queda más remedio, ya que en realidad los únicos que legítimamente pueden acceder al poder son los partidos 'progresistas', el generoso calificativo que ellos se han concedido a sí mismos. Hasta los que se dicen animalistas difunden un vídeo en el que para defender lo suyo atacan no sólo a Vox sino a toda la derecha en su conjunto (también salen Casado y Aznar) y los identifican con Franco y con Hitler. Lo extraño es que con todas estas alarmas encendidas, con el miedo que han metido en el cuerpo de los españoles, no haya más escraches a los políticos de derechas. Pero el peligro, siguen diciendo, viene de la derecha. Está claro.

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