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El chochín guiando al pueblo

Estoy seriamente preocupado por la desaparición de los gorriones en Valencia y su sustitución por grandes colonias de loros y cotorras. ¿Una metáfora sobre los que ustedes piensan?

ESTEBAN GONZÁLEZ PONS

Lunes, 22 de mayo 2017, 00:51

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Si España no se despolitiza pronto, todo lo que es hermoso quedará contaminado de izquierdas y derechas. La política mancha mucho. Ambición o maniqueísmo son algunas de las porquerías que expande. Es cierto que se trata de una actividad necesaria, que alguien debe ordenar la convivencia representando al pueblo, pero no todas las actividades humanas son limpias y, además, la vocación de mando, aspirar a decir a los otros cómo deben actuar, implica cierto tipo de rareza de carácter que convendría no generalizar. Lo normal es que cada cual haga lo que le dé la gana y, cualquier mínima excepción a esa regla de oro, ya implica cierta limitación de la libertad individual. Los políticos somos los peluqueros de las libertades de los demás, con perdón de los peluqueros.

Por eso, cuanto más se politiza una época, país o familia, más tensiones, rencores e intransigencia se desatan en su interior. La política debería llevarse con naturalidad y discreción, tal que hacen los anglosajones. Como se lleva la riñonera paseando por la playa, o un filamento saliendo de la nariz del que no te avisan, o los calzoncillos de tu hijo pequeño que estaban en tu cajón. Con humor y desapasionamiento, igual que el hecho inevitable de sentarse en el retrete a diario. En España, patria de inquisidores y comecuras, hemos confundido popularizar la política con banalizarla y andamos todos a leches. Aquí se politiza hasta el nombre de las calles, la cabalgata de Reyes o el uso de las bicicletas. La Guerra Civil, por ejemplo, no se despolitizará hasta que recordemos que los inocentes pertenecían a los dos bandos. La memoria histórica tal cual, o es de la doble España que fue o siempre contará sólo la mitad de la historia.

Fijémonos en las avecillas, en paralelo a la politización del no saber qué hacer, cada vez tenemos menos pajaritos y más pájaros de cuenta. Estoy seriamente preocupado por la desaparición de los gorriones en Valencia y su sustitución por grandes colonias de loros y cotorras. ¿Una metáfora sobre los que ustedes piensan? No digo que no. Los gorriones son los niños del aire, la chiquillería de las plazuelas que decía Miguel Hernández, y, dado que no tienen carril propio en la calle Colón, se están yendo con su música a otra parte.

El chochín común, por su lado, 9 centímetros y 10 gramos de peso, se ha hecho barítono para que las hembras escuchen su 'thck, tchk, tchk' pese a los ruidos de la ciudad. O eso cuentan los ornitólogos. Así tendríamos que hacer todos, volvernos chochines para que nos perdonen ser automovilistas, propietarios de pisos en alquiler, católicos, falleros, alumnos de la concertada, nietos de fusilados, árboles en el pretil del río, devotos de la Mare de Déu o castellanohablantes pese a la politización de la ciudad. A mí las injusticias impuestas por la ideología me sacan el típico 'tchk-tchk' del chochín.

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