LA CLASE SILENCIOSA
RAMÓN PALOMAR
Sábado, 18 de marzo 2017, 00:42
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RAMÓN PALOMAR
Sábado, 18 de marzo 2017, 00:42
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La sufrida y silenciosa clase media levanta la persiana todas las mañanas y contempla el espectáculo cada día desde la trinchera de su mesa camilla, de su mostrador, de su taller, de su negocio, de su consulta. Y la clase media, tan devastada por la carga impositiva, mira, remira, cavila y luego anota. Pero no grita, ni se dedica a asaltar las calles, ni organiza follón, la clase media se expresa cuando suenan los clarines de las urnas y luego algunos se sorprenden.
El sentido común es la bandera de la clase media. Naturalmente, en ocasiones, estallan volcanes de populismo y charangas demagógicas que pueden arrastrar a una parte de ese sector esforzado y con sobrados motivos para mostrar su enfado, su ira, su descontento, pero luego el grueso de la clase media regresa a sus cuarteles de invierno porque, sobe todo, son prácticos y saben que siempre se puede ir a mucho peor. Le parece a uno que en Holanda son terriblemente prácticos. Las pamplinas no les suelen atosigar o nublar la mente. Lo tienen tan claro que han reglamentado la prostitución y han creado una red de bares para que los porreros fumen su hierba. Y cobran golosos impuestos por ello. Si no me equivoco, en su día de fiesta grande, cualquier ciudadano puede montar un chiringuito de compra y venta en la puerta de su casa. ¿Y dónde está la fiesta, pensamos aquí en nuestro zafarrancho meridional? Pues que ese día el gobierno no cobra los impuestos derivados de esas transacciones domésticas. A los más pequeños les alientan para que vendan sus juguetes usados, así también promocionan lo saludable del comercio como lubricante de sistema capitalista. Viva la fiesta y la diversión, ni payasos ni confetí sufragados por el contribuyente. En Holanda, por fin, en fin, han frenado el auge populachero. Tomemos ejemplo y viva la clase media.
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