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El odio y la Constitución

PEDRO ORTIZ

Martes, 6 de diciembre 2016, 00:14

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Un gobernante puede equivocarse y podría hablar de la subida de impuestos de Rajoy, pero no; de hecho, son muy pocos los que no se equivocan. Errar es de humanos y también los políticos son humanos aunque a veces no lo parezca. Uno de sus principales tropezones es la habilidad que poseen para hacer de su capricho norma, sin consensuar con nadie y creyendo que por estar en lo alto pueden hacer lo que quieran con los de abajo. Consenso para imitar es, por ejemplo, el esfuerzo que conjuntamente han hecho todos los valencianos y también sus representantes para conseguir que las Fallas sean Patrimonio de la Humanidad. El propio president, Ximo Puig, presumía con razón de ese esfuerzo colectivo. No se entendería que en torno a las Fallas hubiera la misma lucha política que hay en otros campos, aunque habrá que estar vigilantes, que las tentaciones por acaparar como propios los éxitos sociales también son inherentes a los gobernantes.

No se trata de estar todos de acuerdo. De igual forma, por poner otro ejemplo, es aconsejable y sana la discrepancia política, la capacidad y la libertad que el Consell tiene de oponerse al tope de déficit pactado por el Gobierno y el resto de comunidades autónomas, excepto tres. Al igual que es libre el delegado del Gobierno en la Comunitat para criticar la posición del Consell.

Sin embargo la contrarréplica de Manuel Mata es inaceptable. Un político se puede equivocar en los actos, pero debe usar el láser de medir palabras antes de hablar y más si es el portavoz de los socialistas valencianos en Les Corts, un parlamento que parecía haberse desprendido de aquellas piedras que tiraba al suelo otro portavoz socialista o de las camisetas como formas de hacer política. Pues bien, Mata se ha unido al coro de los políticos de lenguaje grueso para calificar a Moragues de 'embajador de un territorio ocupado por el enemigo'. El territorio, se supone, es la Comunitat y el enemigo es el Gobierno. Mata copia así del lenguaje más torticero y vulgar de las tertulias de televisión, de las redes sociales o, desgraciadamente, de algunos parlamentos. El enemigo. Es el mejor modo de convertir la discrepancia basada en el diálogo en la consideración del adversario político como enemigo. El lenguaje del odio. No hay argumentos que puedan rebatir a Mata si éste considera que el Gobierno de España, también votado por los valencianos, es el enemigo de los valencianos. Es el odio populachero que divide al país entre buenos y malos, entre nosotros y los traidores.

Bien estaría que esa violencia verbal acabara para siempre entre los políticos, que siempre deben apelar a razones y al consenso y nunca al insulto populachero. No hay mejor día para recordarlo que hoy, cuando la Constitución cumple 38 años, el mayor periodo de paz, libertad y prosperidad que haya vivido España.

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