Ver 150 fotos
De la noche del terror a la tarde de la memoria
Más de 800 personas acuden al funeral de Estado y exhiben tristeza, coraje para seguir adelante y rabia contra Mazón
Cuando el agua se lo llevó todo, nos dejó el dolor. Bajo el barro había, hay todavía, una herida evidente que atraviesa siete decenas de ... pueblos, una cicatriz manchada por el lodo que tiene la forma de un barranco maldito que creció sin que nadie avisara a más de un millón y medio de personas que vieron cómo sus vidas cambiaban con la fuerza de una ola que cubrió de terror la noche más oscura. De esas horas horribles han pasado 365 días que han culminado este miércoles bajo los altísimos ventanales del Museo de las Ciencias, lejos de un cielo que tantas veces nos ha alumbrado y que aquel día se abrió para destrozarnos. El funeral de Estado fue un acto de abrazo colectivo a 237 víctimas, 229 sólo en la provincia de Valencia, en nuestra provincia, donde el dolor se sublimó y se convirtió en la rabia comprensible de quien pide explicaciones, justicia y memoria.
Publicidad
El acto empezó a la misma hora en que un año antes los cerca de 600 familiares de víctimas empezaban a esperar un whatsapp tranquilizador, o luchaban por salvar a sus seres queridos, o esperaban en casa a que llegaran del trabajo o de la universidad quienes no lo harían otra vez. Muchos de los asistentes al acto llevaban camisetas con las fotos de sus padres, madres, hijos, nietos, sobrinos, maridos, esposas y, sobre todo, abuelos y abuelas. Otros traían las fotos impresas, o enmarcadas, algunas arrancadas de aparadores donde llevan un año. Las acunaban en silencio, con las cabezas muy juntas, cuerpos abrazados en medio de la tristeza. La Calle Mayor del Museo de la Ciencias, una suerte de catedral en honor al conocimiento, estaba dividida en dos mitades: en una, las autoridades y en otra, las víctimas, con otro grupo de víctimas en el medio alrededor de un monolito donde se hizo una ofrenda floral. Atardecía fuera, el cielo se nublaba, cuando llegó primero el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; y luego los Reyes, recibidos por las autoridades nacionales, locales y autonómicas, incluido el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón.
De ahí las autoridades del Estado (no así Mazón) acudieron a una sala donde se reunieron con un grupo de víctimas. Entre ellas estaba Toñi García, la mujer que perdió a su marido y a su hija en Benetússer cuando bajaron al garaje a sacar los coches. Con ella la Reina departió más tiempo que con los demás, porque ella una capacidad innata para la empatía que ayer se volvió a ver en varios momentos. Uno de ellos fue en este, cuando Toñi le dijo que disfrutara de sus dos hijas, porque ella sí tenía.
El segundo se vivió instantes más tarde. El funeral fue un acto sobrio, como no puede ser de otra manera, pero antes de la parte institucional, llegó la tripa. La piel. La sangre. Cuando el presidente Mazón tomó su asiento en la tercera fila, las víctimas, situadas a ambos lados del monolito central y en el otro extremo de la Calle Mayor, prorrumpieron mayoritariamente en insultos y gritos de «asesino», «cobarde» o «te queremos ver en prisión». El presidente aguantó como pudo, con el rostro desencajado. La llegada de los Reyes, recibidos con aplausos, detuvo lo que amenazaba con convertirse en una protesta total, con víctimas que exhibían las fotos de sus seres queridos en dirección a Mazón. Hubo también gritos aislados contra el presidente Sánchez.
Publicidad
Música valenciana
La periodista valenciana Lara Siscar, que condujo el tributo, dedicó unas palabras finales a todos los que continúan esforzándose por seguir adelante tras el golpe más duro: «A ustedes, que han pagado el precio más alto, agradecerles este ejemplo de fuerza, de valentía y de inmensa dignidad». Hubo un minuto de silencio que fue todos los minutos de silencio a la vez, transido del dolor y la memoria. Pero el funeral también tuvo música, la nuestra. La cantante de Oliva La Maria estremeció a todos con una interpretación de 'Mon vetlatori' que puso la piel de gallina: «El cel dibuixa núvols que volen plorar i vinyes assaonar». También se escuchó 'El cant dels ocells' y el 'Adagio del Concierto de Aranjuez', de Joaquín Rodrigo, que interpretó el Sexteto de la Orquesta de RTVE.
Pero los protagonistas del acto fueron quienes estaban sin que nadie pudiera verlos. 237 nombres, 229 de ellos en la provincia de Valencia, más de 200 historias cortadas cuando aún les quedaban páginas que escribir. A algunos muchísimas. Como a Eva María Canut, a Juan Alejandro Ortiz o a Slim Regaieg. Su recuerdo estuvo bien presente. Ahí estaban, tres baluartes de dignidad, Andrea Ferrari, Naiara Chulià y Virginia Ortiz, que recordaron a su madre, marido y primo, respectivamente. De Eva dijo Andrea que era «la mejor persona del mundo»: «Tenías esa fuerza que te hacía creer que todo era posible, esa alegría que te envolvía sin darte cuenta. Y hoy puedo decir que esa misma fuerza es la que me impulsa a mí a seguir viviendo». Naiara habló a Slim: «Sé que no permitirías que bajara los brazos, que me rindiera. Sé que quieres que vuelva a ser feliz a pesar del dolor.». Virginia, por su parte, soltó una de esas frases quirúrgicas que definen a la perfección un sentimiento: «Quien omite su deber, a sabiendas de que su omisión puede suponer la pérdida de vidas humanas, quien comete el acto primigenio que deriva en sus muertes». Durante el discurso de Naiara, por cierto, otro momento de la Reina, agarrada a la mano de Andrea.
Publicidad
El Rey, en un sentido tono personal, dijo que ha intentado ponerse en el lugar de las víctimas e imaginar qué les podría decir, pero ha reconocido que «no existen las palabras perfectas»: «Solo sé que hay un sentimiento de dolor sincero que me une, que nos une, a vosotros y que os acompaña con todo cariño en vuestro duelo».
La ofrenda floral fue el último paso. Al término del acto, varios familiares se acercaron a hablar con los Reyes, que les atendieron con cariño, y otros retiraron una de las rosas blancas que rodeaba el monolito. Había 237. Fuera empezaba a chispear. Faltaba esa invitada odiada que hace un año nos partió el corazón y que todavía hoy genera un terror ancestral en la zona cero. Esta vez, por suerte, llegó tarde.
Suscríbete a Las Provincias al mejor precio
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión