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Plaza redonda

Historia de una crónica que jamás quisimos escribir

El 29-0 iniciamos un directo informativo sobre la dana que pervive un año después, porque no hemos dejado de trabajar por aclarar qué ocurrió durante y después. Siempre con las víctimas

Jesús Trelis

Valencia

Miércoles, 29 de octubre 2025, 00:00

Es la 01.49 h del miércoles 30 de octubre. En el directo de LAS PROVINCIAS deslizamos esta reflexión: «Es una madrugada llena de impotencia, rabia e incomprensión. Lo es porque, cuando todo comience a ser un horrible recuento de víctimas y daños, empezaremos también a preguntarnos por qué, qué fallo, qué desencadenó todo esto… Qué ha pasado. Y en los próximos días necesitaremos respuestas». Un año después seguimos esperando muchas de esas respuestas que reclamamos la noche más triste. Cuando el agua nos sepultó.

Decidimos poner en marcha ese directo informativo la mañana del 29 de octubre. La advertencia por la posible virulencia de la dana del día anterior nos puso en alerta. Había estudiantes sin clases, teníamos aviso de riesgo de inundaciones en ramblas y barrancos, y en nosotros había aflorado ese temor innato que tenemos los valencianos cuando el cielo amenaza con desgarrar nuestro territorio. Como a veces, muchas, lo hace. Ese hilo informativo comenzó a encadenar al mediodía del 29 de octubre noticias que hablaban de inundaciones, primero; de gritos de auxilio, después. El primer gran sobresalto llegó de Utiel. Era inquietante. Vídeos de rescates y llamadas de auxilio. Le siguió una tarde incierta. Sin información clara. Al menos hasta que comenzó a sucederse un hilillo continuo de llamadas de gente alertando de lo que veían desde sus casas, de personas angustiadas, de mensajes que comenzaban a hablar de barrancos desbordados, de alertas de inundaciones… Al filo de las 19.30 horas, llegaron las primeras imágenes impactantes desde Paiporta. Eran coches amontonados, flotando entre lodo, enseres y cañas, que acabó siendo la portada del periódico de papel. Ese que jamás se llegó a distribuir. A las 19.50 horas anunciamos el primer fallecido por la riada del que tuvimos conocimiento. Era un hombre de Massanassa. Bajaba con el ascensor a intentar sacar su coche del garaje. No se pudo hacer nada por él.

En medio de esa actualidad, que comenzaba a ser incontrolable por inaccesible y difícil de abordar, sonaron los teléfonos de toda la redacción. Al unísono. De forma estridente. En nuestras pantallas el mensaje de Es-Alert: «Alerta de Protección Civil. Por las fuertes lluvias y como medida preventiva se debe evitar cualquier tipo de desplazamiento en la provincia de Valencia». Eran las 20.11 minutos del fatídico 29-0. Cinco horas después, a las 02:45 minutos del 30 de octubre, publicamos la primera información de un medio de comunicación denunciando que ese mensaje había llegado fatídicamente tarde. Lo firmaba el jefe de Información, Héctor Esteban. «El mensaje llegó tarde, muy tarde, porque en ese momento miles de conductores ya estaban en una trampa sin salida, en la A-3, en las carreteras de l'Horta, en la V-30, en todos aquellos puntos en los que una lengua de agua y barro engullía todo aquello por donde pasaba. ¿Por qué no llegó el mensaje a las seis de la tarde? ¿Por qué Emergencias notificó a los móviles de todos los valencianos, en un hecho sin precedente, una alerta que ya no servía para casi nada? ¿Por qué se actuó con tanta demora cuando a las 12:20 horas del mediodía ya había una alerta de la CHJ de que la rambla del Poyo venía cargada de problemas?»

Un año en el que la dana ha estado muy presente en las portadas de papel de Las Provincias

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Diciembre

Enero

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Marzo

Abril

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Esa noche decidimos que lo único importante durante los próximos días era estar cerca de cualquier persona que necesitara saber qué pasaba; que buscara aliento en un medio de comunicación. Sabíamos que debíamos estar ahí, aunque sólo fuera por un lector. Y así, casi sin ser conscientes de ello, más motivados por el compromiso con esta tierra que con la propia profesión -que también-, emergió una forma de hacer periodismo desconocida hasta ahora para nosotros. Como valencianos, nos tocaba contar lo que nos ocurría formando parte de esa comunidad de la que somos vecinos. Nosotros también éramos víctimas. También habíamos sido arrollados por esa indescriptible riada que aún nos estremece. Y emprendimos esa labor desde la impotencia. La devastación era tan grande y nuestros medios tan limitados para contar y ayudar a revertir tanto dolor y necesidad, que aún tenemos que pedir perdón por todos aquellos rincones a los que no llegamos. Y dar gracias a compañeros de otros periódicos de Vocento que vinieron a ayudarnos.

«Va a ser muy duro», me advirtieron en plena madrugada quienes estaban al frente de la gestión. Lo sabíamos. Pero no estábamos preparados para ello. A las cinco y media de ese miércoles comenzamos a organizar, en la soledad de la redacción y con el pequeño grupo de periodistas que abordamos la actualidad informativa de aquel cruel amanecer, lo que iba a ser ese despertar y lo que podríamos hacer periodísticamente. Comenzamos a tomar decisiones. Cambiar horarios y sistemas de trabajo. Reajustar libranzas y planificar tareas mirando al futuro; sabiendo que iba a ser muy largo. Y, sobre todo, esa madrugada asentamos las bases de lo que debía ser nuestra línea editorial: no olvidar nunca quiénes somos -el periódico de los valencianos- y estar al lado de nuestra gente. Por encima de todo y de todos. Fuera quien fuera. Nuestro editorial en la portada del 31 de octubre lo dejó claro: LAS PROVINCIAS con las víctimas. «Hoy, ante el silencio de los que se han ido, no podemos más que acompañar el duelo de una sociedad herida».

El primer día tras la dana nos había mostrado la tremenda profundidad de esa herida. Fue una jornada terriblemente dolorosa. Inabarcable, a la vez. El recuento de víctimas era desgarrador. Las imágenes de nuestros pueblos, nuestras infraestructuras, nuestro paisaje devastado… era descorazonador. Llegar hasta aquellos puntos donde los nuestros pedían ayuda, nos era materialmente imposible. Teníamos que dar todo lo mejor de nosotros para ayudar a revertir la situación; atender las urgencias; dar voz a los que estaban absolutamente destrozados; contar que teníamos vecinos nuestros que estaban conviviendo con los cuerpos de sus seres queridos; que había personas deambulando como almas en pena por carreteras y calles en las que todo era fango y destrucción. Familias con niños, personas mayores, cientos de valencianos sin casa, ni comida, ni forma de comunicarse, sin acceso a ningún recurso... Sólo barro y destrucción. Trabajamos con frialdad, pero con una enorme conmoción. En ello seguimos. Haciendo puro periodismo desde la cercanía y el dolor.

Aquel directo sumó 40 horas sin interrupción. Luego, permaneció vivo otros quince días. En dos semanas, los periodistas de esta casa elaboraron más de 1.800 piezas informativas que aportaban valor. Se publicaron más de 800 páginas en la edición de papel. Más de un centenar de artículos de opinión. Videos, análisis, historias visuales que pudieran servir para clarificar lo sucedido… Múltiples reportajes hablando de cómo pedir ayudas, dónde, cuándo… Decenas de historias humanas, decenas de miradas y de relatos sobre vidas rasgadas que han dejado huella en la hemeroteca para que la voz de quienes arrastró la riada siempre permanezca. María Dolores, Manuel, Paula, Elvira Benita, Leonor, Juan, Reyes, Olga, Reshma, Izan, Rubén…

En medio de todo ello, se coló el vergonzoso rifirrafe político. En nuestros editoriales y portadas, intentamos salvaguardar de ese lamentable espectáculo a los afectados en particular y a los valencianos en general. Dejando siempre muy clara cuál debía ser la prioridad en ese momento: rescatar, ayudar, salvar… La mañana del 1 de noviembre, cerca de las siete, sacamos la primera fotografía de lo que luego iba a ser el gran éxodo de voluntarios hacia los pueblos del sur. Una, hasta ahora invisible, pasarela se fue llenando de miles de vecinos. Y aquella lección de humanidad nos sobrecogió a todos. El editorial que lanzamos ese viernes fue esclarecedor: «Sociedad movilizada; administración bloqueada». En aquel instante asumimos como lema del periódico, que hemos mantenido hasta hoy, un rotundo «nos os olvidaremos». Lo cumplimos.

De la devastación pasamos a la desesperación. Y lo contamos. Llegó después la solidaridad, la rabia y la impotencia. Y también lo narramos. Y todo ello desencadenó en un estallido de indignación que se vio reflejado en la visita de los Reyes a Paiporta y, días después, en la primera manifestación contra el presidente Carlos Mazón. Y narramos todo ello con una entrega por parte del equipo de LAS PROVINCIAS que debe llenar de orgullo a todos los valencianos y a la profesión periodística en general. Asumiendo nuestro compromiso adquirido con los afectados. Desde ese instante, y conscientes de la complejidad del momento, el periódico no cesó en su trabajo de priorizar el salvamento (primero) y la reconstrucción (después). Hablamos de «situación crítica», viendo sobre el terreno cómo los pueblos seguían una semana después convertidos en una gran ciénaga. Denunciamos que «la bronca política» arreciaba «con los pueblos al límite». Y exigimos a las administraciones que aparcaran el tacticismo y el enfrentamiento. Nos cansamos de llamar a la unidad por el bien de nuestro pueblo. Y lo hicimos sin éxito.

A medida que el tiempo pasó, la reconstrucción se fue abriendo paso. Lenta, en algunos casos hasta la desesperación. Y lo hemos descrito y denunciado. Y la bronca política ha crecido incontrolable, para nuestro sonrojo, y lo hemos visualizado y puesto en evidencia. Y hemos contado, paso a paso, el proceso judicial, con nuestros adelantos y exclusivas y esas cosas periodísticas. Y realizado continuos y exhaustivos trabajos de análisis e investigación sobre lo que pasó antes, durante y después de la dana. Con datos certeros y con todo el rigor que creemos hemos demostrado durante este año. Porque si por algo hemos batallado, desde el minuto uno, es por ser también antídoto ante la desinformación y los bulos. En especial, cuando la manipulación y las toxicidades cabalgaron sin control en medio del caos de datos, imágenes y hechos. Hemos fiscalizado la acción política, la gestión y las ayudas. Y lo hemos hecho con una mirada de 360 grados, pero sin dejar jamás de pensar en los afectados.

Ha sido, en definitiva, la crónica viva, sin final, de una tragedia que jamás quisimos contar. Una crónica que nos ha dejado exhaustos. No decirlo y alardear de lo contrario sería falaz. En especial aquel mes en el que el insomnio se apoderó de nosotros porque tantos días narrando el dolor de los nuestros, fotografiando la devastación del paisaje y viviendo con esperpento el choque entre administraciones fue tremendamente tenso. Ser periodista en Valencia, en LAS PROVINCIAS, durante los días que sucedieron a la histórica riada ha sido, con sinceridad, extremadamente exigente, difícil en lo emocional y con unos sacrificios personales que hoy toca remarcar y ensalzar. Pese al dolor, un motivo de orgullo por lo que se hizo y por los resultados del trabajo. Pero, en especial, porque, por encima de todo y de todos, quisimos estar con las víctimas y lo hemos hecho. Hemos contado los días del desgarro junto a ellas. Compartiendo su dolor, su rabia y su indignación. Incluso las esperanzas cuando llegaban. Hemos intentado ser, sencillamente, parte de esta tierra. La parte a la que le tocó contar, desde el rigor pero también desde el corazón, la gran tragedia.

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