«Los hijos únicos somos distintos. Reconozco que soy a quien más quiero»
El valenciano Álvaro Tomás ha pasado de ser niño sin hermanos en la época del 'baby boom' español a convertirse en padre de cuatro hijos: «Me casé con una mujer que quería tres y yo tampoco iba con un número preconcebido»
El empresario y profesor valenciano de Economía Álvaro Tomás tiene 64 años y fue excepción en pleno 'baby boom' español. Su padre tenía tres hermanos ... y su madre, dos. Pero él se quedó en hijo único. Su progenitora lo alumbró cuando era una joven de 25 años «pero la economía familiar no iba muy boyante en esa época». Para cuando quisieron buscar el segundo «ya fue tarde».
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En 1976, cuando Álvaro era un adolescente de 15 años, la tasa de fecundidad alcanzaba su pico histórico en la Comunitat Valenciana: casi tres hijos de media por mujer. Mientras él se criaba sin hermanos, la mayoría de las familias rebosaban de vidas y ajetreo en los hogares. Como no se ha vuelto a ver desde entonces.
Él nunca pidió «un hermanito». Iba a lo suyo. «Estaba en paz, tranquilo y feliz con mis apaches, mis dibujos, mi plastilina… ¿Mimado? Quizá sí. Malcriado, no», remarca. «Recuerdo ver volar hacia mí alguna zapatilla, pero fui más bien tranquilo». Cree que su soledad le ayudó a concentrarse en los estudios de un modo que no hubiera sido posible con el jaleo doméstico que luego vivió como padre. Y su condición en la infancia le hizo «ordenado y autosuficiente ante dilemas o problemas».
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Muchas veces ha escuchado aquello de «los hijos únicos sois especiales», frase que a menudo pronuncian quienes tienen hermanos. Y Álvaro lo admite: «Somos distintos, sí. Daría la vida por mis hijos, pero en general yo soy a quien más quiero». En familia, alguna vez le han echado en cara «aguantar poco el desorden o la invasión de espacios personales» y le ha costado mucho «aguantar las broncas entre sus hijos», las clásicas trifulcas caseras fraternales.
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Su confortable vida unitaria de niñez dio un brusco giro cuando se casó con una mujer que tenía las cosas muy claras: «Quería tres hijos, mínimo». Él no iba con un número preconcebido. «Dejamos la vida fluir y al final llegaron cuatro». Hoy esos niños tienen entre 23 y 36 años y Álvaro hace su propio balance de vida: «Como economista, hijo único y padre de familia numerosa aconsejaría... tener dos y se acabó. La vida hoy es mucho más difícil que en los sesenta», zanja.
«En empresas familiares son frecuentes las 'guerras' entre hermanos cuando hay dinero de por medio, en especial con las sucesiones»
Álvaro Tomás
Hijo único y profesor de Economía
Admite haber conservado ciertas costumbres que atribuye a su condición de hijo único. «No me gusta demasiado dejar cosas porque luego no me las devuelven». Tiene una especie de 'habitación refugio' en su casa de Valencia y «cuando los niños eran pequeños protegía algunos de mis bolígrafos, grapadoras y utensilios en una caja bajo candado, para que no me las quitaran». Su particular cofre de tesoros personales. Aprecia rasgos comunes con otros hijos únicos de su generación. Y bromea: «¡Algunos son peor que yo!».
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Y cuidado con idealizar la hermandad. «Una de mis asignaturas es Gestión de la Empresa Familiar. Son muy frecuentes las 'guerras' terribles entre hermanos cuando hay dinero de por medio, en especial con las sucesiones. Se dice que los hermanos son un gran apoyo, pero no siempre es así», constata el hijo único.
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