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Un niño contempla el mar a solas desde unas rocas, en una imagen de archivo. Bonnie Kittle

La era del hijo único: las familias valencianas se plantan con un niño

Más de la mitad de las parejas con descendientes convive con un sólo vástago mientras la tasa de fecundidad se desploma. Cinco expertos abordan las causas y riesgos del modelo familiar imperante: más consumo de pantallas, menos apoyo familiar para los mayores o falta de reemplazo de población ¿Tienen rasgos de personalidad diferentes?

Martes, 9 de diciembre 2025, 00:33

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Se ha dicho de ellos que son ¿malcriados y mimados? Pero también autosuficientes, imaginativos, serenos, creativos… Son gente como Aitana, Leonardo Di Caprio, Natalie Portman o Cristina Pedroche. O, en Valencia, Lola, Álvaro, Pau, Juan Antonio… Son los hijos únicos, formato de familia que se impone en la Comunitat y que ya existe en más de medio millón de casas, según el Instituto Nacional de Estadística.

La última Encuesta Continua de Hogares de 2020 muestra que hay 548.000 núcleos familiares en la región con hijo único, 20.000 más que un lustro antes. Si ponemos el foco en los 'nidos' que han generado descendencia, el formato de hijo único suponía ese año un 55%, frente al 37% de familias con dos hermanos y el 8% de núcleos con tres o más.

El INE aporta datos regionales más actuales con la encuesta de población activa, referidos a hogares con menores de 16 años bajo el techo. En estos casos, las familias con un niño suponen un 59%, las de dos hijos un 32% y las de tres o más un 9%. Si hablamos en términos de unidad, sumando todos los niños en dichos hogares, aproximadamente un tercio de los menores valencianos crece hoy sin hermanos. Son cifras muy similares a las del global nacional.

Otro indicador: la tasa coyuntural de fecundidad. Relaciona la cantidad de hijos nacidos por mujer. En nuestra región, de los casi tres en los años setenta pasamos al predominio de la 'parejita' en la primera mitad de los ochenta. Y luego, a un progresivo descenso en el que 2023 marca, junto con el año 1998, los fondos de la curva a la baja: 1,1 hijo de media por mujer en la Comunitat. La era del hijo único.

La edad media de la madre al nacimiento del primer hijo ha pasado de los 24 años en 1975 a los 31 en la actualidad, en progresivo ascenso. La OMS considera que a partir de los 35 hay mayor riesgo por disminución de fertilidad y calidad de los óvulos. Con la maternidad más tardía, cada vez más parejas acaban asumiendo el hijo único. Ya sea por ser lo deseado o porque el tiempo de alumbramiento más seguro ya ha pasado.

La primera consecuencia natural, si sigue o aumenta el dominio del hijo único, será la reducción de población. La tasa de maternidad necesaria para mantenerla es de 2,1 hijos por mujer. Es decir, llevámos cuatro décadas y media por debajo. «Tres de cada diez españoles crecen como hijos únicos», apunta el profesor de Ciencias Económicas Ignacio García Leáinz, autor del libro 'La extinción de los Hijos'. Al azar, constatamos el dato: «Te diría que un 35% de mis amistades son ya hijos o hijas únicos», asegura Rosana, una valenciana de 23 años.

«Hay riesgo de narcisismo infantil. Con hermanos se aprende mejor la tolerancia a la frustración, el perdón o la idea del bien común»

Ignacio García Leáinz

Autor de 'La extinción de los hijos'

Para el profesor de la Universidad Alcalá de Henares «de la creencia milenaria de que un hijo es un bien hemos pasado a la jibarización de los hijos». La hermandad es vista hoy «como mero coste». La consecuencias «son y serán muy graves». Habla del riesgo de «narcisismo infantil» o de que el niño se sienta «el príncipe absoluto del hogar». Con los hermanos «se aprende mejor la tolerancia a la frustración o la idea del bien común», destaca.

En una sociedad de hijos únicos, el individuo «se fragiliza» sin la red de hermanos «que ayudan a compartir y gestionar adversidades». En general, «la vida entre hermanos refuerza la idea moral del prójimo o el aprendizaje del perdón», constata García Leáinz.

Álvaro Tomás es hijo único de la época del 'baby boom'. Ejerce como empresario y profesor de Economía en Edem y la Universidad Europea. «Los sueldos hoy son muy bajos, hay mucha más inseguridad laboral que cuando mis padres me tuvieron», destaca. Criar un hijo cuesta más de 335.000 euros, según un estudio de la plataforma de ahorro Raisin.

«El cálculo económico y de riesgos se está imponiendo a la fuerza biológica natural que empuja la reproducción», estima Tomás, quien cifra en 3.500 euros los ingresos mínimos entre progenitores para mantenerse tres, pagar la costosa hipoteca, los gastos de consumo…». Y los niños «no vienen con un pan bajo el brazo», más en una época en el que las familias jóvenes «aguardan mucho más a que llegue la estabilidad total» antes de lanzarse a por el primero.

Existe «más temor a no dar al hijo lo mejor posible» y «muchos sienten colmada la necesidad de paternidad con uno solo». Las familias, sencillamente, «no quieren complicaciones o riesgos de escasez» y, además, «bastantes progenitores priorizan ya lo profesional a la crianza». La ecuación, con unos u otros factores, siempre da uno.

Dídac Asenjo aporta la visión sociológica. Es investigador de la Universitat de València (UV) y doctorando en Ciencias Sociales. «Pesan la precariedad laboral juvenil, los salarios estancados, horarios largos y escalada del coste de la vida y la vivienda». En definitiva, «nos cuesta más imaginarnos estables». Socialmente inciden «la debilidad de redes de apoyo por la movilidad geográfica, una mayor inversión por hijo y valores individualistas que nos hacen pensar en cómo los hijos interrumpen nuestras carreras, expectativas y deseos individuales».

«Las red familiar se estrecha. La carga de cuidados hacía mayores y dependientes recaerá sobre uno, con riesgo de sobrecarga»

Dídac Asenjo

Sociólogo

A futuro, «la carga de cuidados hacia mayores y dependientes recaerá en una sola persona, con riesgo de sobrecarga y desigualdad de género si no hay corresponsabilidad ni servicios públicos». Menos hermanos implica «redes familiares más estrechas y menos 'seguros' informales». Si persisten salarios inseguros, vivienda cara y cuidados privatizados, «veremos más hogares sin hijos o con primogenitura única». Quienes cuentan con recursos «podrán tener dos o más y, quienes no, limitarán o pospondrán».

Rasgos psicológicos y la visión en los colegios

En el plano psicológico ¿cuáles son sus rasgos? ¿Tienen una personalidad distinta? Paula Muiños es psicóloga sanitaria y vocal del Colegio de Psicología de Valencia. Está casada con un hijo único, es madre de dos hijas y afirma que no tener hermanos «no determina el carácter», algo que depende, esencialmente, de factores personales y «estilo educativo». No obstante, aprecia algunos rasgos generales que «indudablemente se trasladarán a una sociedad» con marcada presencia de hijos únicos: «Simplemente, son distintos porque suelen haber recibido más atención y recursos».

«Se acostumbra a ser el centro, ha recibido todas las felicitaciones y reproches. Eso hace, al final, que intente satisfacer a todos»

Paula Muiños

Psicóloga sanitaria y vocal del Colegio de Psicología de Valencia

 

En lo positivo, destaca «haber disfrutado más de sus padres, más madurez y más autonomía». En lo negativo, «dificultades de tolerancia a la frustración y una necesidad mayor de aprobación por parte de los demás». El hijo único «se acostumbra a ser el centro, ha recibido todas las felicitaciones y reproches y eso hace, al final, que intente satisfacer a todos», lo que no siempre es posible.

Descarta Muiños algunos mitos: «No hay evidencia científica de que sean más creativos, mimados o malcriados». En cuanto a resultados académicos, «sí se nota, a veces, que a más dinero invertido, mejor formación», ya sea con profesores particulares, idiomas o cursos complementarios.

En lo social, y con familias menos numerosas, «el hijo único tendrá que socializar más, aprender a compartir de otro modo y buscar en amistades apoyos que antes prestaban los hermanos o primos». La competencia con los hermanos es, además, «motor de crecimiento y maduración que habrá de buscar de otra manera».

Su consejo para padres con un hijo: «Mucha comunicación y favorecer actividades al aire libre y deportivas para que el niño complemente con compañeros la falta de hermanos». Muchos de los que se 'plantan' con un hijo lo hacen para poder dar lo mejor al descendiente, sin el mínimo atisbo de escasez. «Eso está bien, pero con límites«, matiza Muiños. »No todo es dar y dar o caeremos en el riesgo de la sobreinversión y sobreprotección». El niño debería aprender a tropezar, sufrir, «conocer el error y no tener miedo a decepcionar».

«Algunos padres tienen la visión deformada de que su hijo único es el bueno o tiene razón. A veces, marcan su ritmo y no saben ceder»

Vicenta Rodríguez

Escuelas Católicas

Vicenta Rodríguez es la presidenta de Escuelas Católicas, además de veterana profesora. Desde los colegios «vemos que los hijos únicos tienen, por lo general, todos los caprichos, caricias, regalos… Y algunos padres no saben decirles que no o tienen una visión deformada de que él siempre es el bueno o tiene razón». El hijo único «está menos acostumbrado a compartir o a ceder. A veces, es el que marca el ritmo y paso a sus padres». Estos hijos, además, se hacen «más adictos a las pantallas», pues «no siempre tienen con quien jugar, pelearse o salir».

Otra tendencia en sus padres es «rellenarles la tarde con muchas extraescolares». Además, «son más propensos al profesor particular al no haber hermanos mayores que les ayuden con tareas». A la mínima, los padres temen su fracaso. Para Rodríguez, ser hijo único no es sinónimo de mejores notas por aquello de más concentración y paz en casa. «El hermano mayor hace un gran papel en la ayuda a los menores y muchos hermanos pequeños ven un ejemplo si el mayor es estudioso». Los hijos únicos son, a veces, «más dependientes de sus padres».

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