uando aterrizamos las buenas intenciones de un programa en un territorio concreto, los planos nos devuelven un juicio veraz sobre las limitaciones reales de las ... propuestas, y al mismo tiempo nos enriquecen mostrándonos posibilidades que no habíamos imaginado. Discutir las actuaciones preventivas que son posibles para evitar los daños de un episodio futuro de dana es mucho más fácil a la vista de los trabajos expuestos que si lo hacemos sobre una foto aérea y armados únicamente de flechas y emoticones. Reconocemos con facilidad el valor de la reflexión de unos arquitectos titulados de diversa y lejana procedencia, que le dedicaron todo un curso a pensar cómo era nuestro territorio, y a dictaminar sobre sus dinámicas de transformación y sus posibilidades de mejora. La reiteración de esa revisión y el hecho de abarcar todo el territorio que fue afectado por la catástrofe de octubre pasado es una ventaja enorme. La advertencia de esas aproximaciones, que señaló reiteradamente la necesidad de actuar sobre el Barranco del Poyo, y la identificación de los problemas urbanísticos vinculados indefectiblemente a esas necesarias actuaciones, permite ahora entender mejor qué temas se encuentran relacionadas con la red hidrológica y que por ello pueden añadir sinergias beneficiosas, al enorme esfuerzo inversor que deberá ser afrontado por al menos una generación de valencianos.
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Cuando hemos planteado con calma la exposición «Territorios Inundables» le hemos añadido un subtítulo que es una pregunta ¿Infraestructura, Plan o Equipamiento? Pues en el debate más técnico sobre las actuaciones posibles la instrumentación normativa es clave y depende exclusivamente de la administración valenciana. Tenemos ventaja, pues claro está que hemos sido capaces históricamente de ir por delante del resto en la innovación en ese campo del Derecho y por detrás, prudentemente, de la experiencia en algunas orientaciones de la planificación estratégica. Hay, sin embargo, que hacer un esfuerzo adicional que nos permita dotarnos de procedimientos e instrumentos afinados para la gestión territorial. La sobrada experiencia de la gestión urbanística del crecimiento que atesoran las administraciones locales no basta. En la financiación y en las actuaciones sobre el dominio público, deberemos demandar el concurso imprescindible de la Administración central, y en todo caso el acuerdo de todos, con plazos largos dilatados más allá de las oportunidades electorales o la ventaja partidista. Gobernar los riesgos de todos exige, más que en cualquier otro tema, generosidad y acuerdo de todos.
Algunas cosas han quedado claras: quizá la más importante sea que la prevención del riesgo futuro pasa necesariamente por la laminación de las avenidas mediante la inundación controlada de espacios donde minimizar su impacto negativo, y que esta estrategia solo se puede desarrollar con ventaja y seguridad aguas arriba de Torrente. La propia huella de la inundación, y la convergencia de los flujos en determinados puntos del territorio, señala inequívocamente donde esto es posible. No cabe despreciar ninguna posibilidad, todas son necesarias. La oportunidad de intervención artificial sobre el cauce de los barrancos implicados en la catástrofe no puede abordarse únicamente adornándola con atributos comunes como la atención a los espacios forestados o la accesibilidad peatonal o ciclista ¡que también! A nuestro juicio debe aprovechar la ocasión y el efecto benéfico que relaciona las infraestructuras y los usos convencionales en esos territorios. Más bien al contrario, hay además una multiplicidad de medidas y escalones en las obras necesarias, que extienden y pormenorizan lo que hay que hacer, y distribuyen en la práctica las responsabilidades entre distintas administraciones y agentes urbanos. La colaboración es necesaria.
Aprovechemos pues la generosidad de los autores de los trabajos, su ilusionada profesionalidad, para discutir con sensatez el futuro de nuestro territorio. Gracias a ellos en todo caso.
(*) Profesor titular de Urbanística y Ordenación del Territorio (UPV)
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