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Un año después.Mazón llega ayer al Palau de la Generalitat, donde presidió el pleno del Consell. EFE

Los dos grandes partidos se empequeñecen

Populares en el Consell y socialistas en el Gobierno no son capaces de trabajar juntos para acelerar las políticas de reconstrucción y frenar la polarización

Burguera

Valencia

Jueves, 30 de octubre 2025, 00:51

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Todo lo que podía empeorar para los grandes partidos después de la dana, ha empeorado. PP y PSOE son las dos formaciones políticas que se han repartido las presidencias del Consell y del Gobierno central desde hace más de 40 años. Los partidos del sistema: el sistema. Ambos están al frente de las dos administraciones que tienen capacidad para liderar las políticas de reconstrucción. Su incapacidad para trabajar conjuntamente ha sido palmaria. La sensación común es que se avanza más lentamente de lo que se podía haber hecho, y esa lentitud repercute en la confianza en el sistema y, por tanto, en sus dos grandes partidos, que se empequeñecen mientras crecen los que ofrecen soluciones distintas.

PP

Descenso desde lo más alto

Mazón ha pasado de rozar la mayoría absoluta a estar contra las cuerdas

El 28 de octubre de hace un año, el PP y su líder parecían dispuestos a establecer el último campamento base antes de asaltar la cima electoral: la mayoría absoluta. El president de la Generalitat, Carlos Mazón, un año más tarde trata de revertir un descenso desde lo más alto que le tiene contra las cuerdas. La incertidumbre se ha instalado en las filas populares cuando aquel 28 de octubre todo parecía ir sobre ruedas y hacia arriba. Quizá sea imposible que un Consell soporte la fiscalización de una gestión brutalmente complicada frente a un hecho insólito y devastador. Es posible que aun haciéndolo lo mejor posible, los populares no hubieran podido esquivar el obvio desgaste tras el mayor desastre natural en la historia contemporánea de la Comunitat. No obstante, hay elementos controvertidos, y judicializados, en la gestión de aquella tarde, tanto en el debe de Mazón, que no acudió al Cecopi hasta las 20.28 horas, como en el de su equipo al frente de Emergencias. «Noqueado» quedó Mazón, según el líder nacional del PP, Alberto Núñez Feijóo. Tras haberle dado por cesado en varias ocasiones, el president sigue. El jefe del Consell aguanta y el PP, también, pero el desgaste es evidente, especialmente en lo que se refiere a Mazón, con la credibilidad muy tocada y con la continuidad muy complicada.

Una parte de ese descenso en el estatus de los populares en la Comunitat también tiene que ver con el castigo que recibe aquel que está al frente de una reconstrucción tan complicada como la valenciana. No hay que ser un lince para observar la escasa empatía recibida por el Gobierno central. Los socialistas alegan que no contribuirán a «blanquear» a Mazón y su actuación aquella fatídica tarde, rodeada de múltiples versiones. Esa negativa a colaborar con el Consell repercute también en los valencianos, lo que sirve al PP para exigir explicaciones al Gobierno por su inacción. El Consell y Mazón lo fían todo a su rápida ejecución de ayudas a los afectados. El PP se siente fuerte en mitad de la adversidad. Los populares, con o sin Mazón, apuestan por ganar tiempo y que su gestión de la reconstrucción, y la escasa colaboración del Gobierno, les permita volver a ganar altura mientras vigilan de reojo y con recelo las actuaciones judiciales.

PSPV

Presos del sanchismo

Las sombras del Consell en la gestión de la dana para una parte de los valencianos debía ser un motor de recuperación de terreno del PSPV. Los socialistas valencianos, sin embargo, pagan estar a la sombra de Sánchez. «Es nuestro momento», escribió una ministra en su agenda durante una de las primeras reuniones del Gobierno central por la dana. Sin embargo, los socialistas dejaron que asomase rápidamente una crítica muy contundente al papel del Consell, y esa celeridad contrasta con su lentitud a la hora de desplegarse en las zonas de Valencia más afectadas por la dana durante los días inmediatamente posteriores al 29 de octubre. Si a ello se suma la burocracia ministerial de la que el Gobierno no se ha sabido desprender a la hora de ejecutar las ayudas, la escalada de agresividad en el enfrentamiento con el Consell, la nula capacidad de coordinarse políticamente y que la figura de su líder en la Comunitat, Diana Morant, está asociada completamente a Ferraz y Sánchez, el cóctel se convierte en letal para el PSPV.

Los socialistas valencianos tenían ante sí, tras la dana, a un president de la Generalitat en entredicho y a una candidata que inicialmente tendió la mano al PP incluso para facilitar la aprobación de los presupuestos de la Generalitat. Todo ese caudal se diluyó. No hay mayor beneficio que el rédito político recogido por la delegada del Gobierno, Pilar Bernabé. Como marca, en general, el PSPV ha quedado a merced de los vaivenes del PSOE a nivel nacional. Paradójicamente, ese paraguas de Ferraz y Sánchez no impidió a Morant sufrir un serio varapalo en el único pulso interno que ha vivido. Carlos Fernández Bielsa aguantó al frente de la provincia de Valencia frente al candidato oficialista, Robert Raga, para estupor de la cúpula del PSPV, plenamente consciente de que Morant solo tiene una bala, la de las elecciones de 2027, si es que Ferraz la mantiene armada con el poder. El presidente Pedro Sánchez se mantuvo tan alejado de la zona dana durante meses que sus posteriores acercamientos a alcaldes y a las asociaciones de víctimas no han logrado mitigar el impacto de la inacción inicial del Gobierno y la abrumadora burocracia que ha dilatado de manera inexplicable el cobro de ayudas. Además, la incapacidad (e imposibilidad) de los socialistas valencianos para escenificar y cultivar un perfil propio, un mínimo discurso reivindicativo de alguna de las reclamaciones de la agenda valenciana, y el estallido de casos como el de Santos Cerdán, ha subido al PSPV en el mismo barco que al sanchismo, navegando entre icebergs.

Compromís

Rentabiliza el desgaste

Un año que ha sido una eternidad en Compromís, con luces y sombras. La coalición parece ahora más cómoda en la oposición que antes en la gestión. La dana generó motivos para señalar al PP y al PSOE. El primero, contrincante y objetivo sociológico. El segundo, rival electoral. La batería discursiva y de iniciativas en Compromís se ha centrado en Mazón. Sin embargo, y a pesar de que el sentido crítico respecto a la gestión del Consell se personaliza en el president, la evolución de los liderazgos en la coalición deja a Compromís a la espera de cristalizar sus liderazgos. Un año muy ruidoso con la incógnita respecto a las futuras nueces. El sentir de las asociaciones de víctimas ha sido recogido a la par entre socialistas y nacionalistas. Baldoví, en ese campo, no ha podido imponerse frente a Bernabé o Morant, tal y como pudo verse en el debate de política general que se celebró en septiembre en Les Corts. El principal problema para Compromís se registra en la imagen de desunión generada en Madrid. La separación física y política de los dos diputados nacionales, Àgueda Micó y Alberto Ibáñez, no ha servido para mucho, por decirlo muy suavemente. Ibáñez se ha quedado con Sumar y Micó se ha ido con Podemos al grupo Mixto en el Congreso. La división vino motivada por la resistencia de Sánchez a acudir a la comisión de investigación del Congreso, a la que irá, o no irá. Está prevista su asistencia para cerrar el segundo bloque, lo que podría pasar en junio del año que viene, según los más optimistas. Compromís, ahora mismo, está roto en Madrid y muy despegado en la Comunitat. Sus liderazgos no se han proyectado a más. Y a todo esto, nadie niega que el misterio respecto a qué hará en el futuro Mónica Oltra les tiene en un sinvivir. En cualquier caso, los votos de izquierdas que abandonan a un PSOE muy desgastado están sirviendo para que Compromís acumule rédito.

Vox

Descontento capitalizado

Apenas cuatro meses antes de la dana, los voxistas salieron del Consell. Se fueron del Gobierno valenciano, al igual que de otros ejecutivos autonómicos, por todo lo relacionado con la inmigración. Esa posición externa, aunque de apoyo al PP en la Generalitat, ha permitido a los voxistas mantenerse fuera del foco de las críticas por la gestión de la dana. El partido de Abascal es el principal beneficiado de la decepción generada por el PP y el PSOE en todo lo relacionado con la dana. Hace un año, los voxistas veían cómo las encuestas apuntaban a un Mazón ganador absoluto en 2027, sin necesidad de ellos para nada. Sin embargo, las tornas cambiaron radicalmente. El Consell dependió de los voxistas para aprobar el presupuesto de la Generalitat que finalmente vio la luz en mayo. El propio president de la Generalitat tiene en Vox a un valedor incluso frente a algunas críticas generadas en el seno de su propio partido, especialmente entre dirigentes con sede en Madrid. Sin embargo, ese apoyo no ha recortado a los voxistas su libertad de movimientos y capacidad para presentarse como una alternativa a la inoperancia conjunta de los dos grandes partidos.

Esa capitalización del descontento se produce a la vez que el partido reordena sus equilibrios internos en Valencia. Sale Gil Lázaro como máximo dirigente en la provincia de Valencia. El veterano diputado, de 68 años, es relevado al frente del partido por Vicente Barrera (el que fuera vicepresidente segundo de la Generalitat, y que defendió a brazo partido continuar en el Gobierno valenciano), que parece llamado a las listas por la capital del Turia, con su ahora número dos, José Luis Aguirre (ex conseller de Agricultura), en buena posición para ser el cabeza de lista por la Generalitat. Esa quiniela, en cualquier caso, la resolverá Madrid, que ve cómo la Comunitat se convierte en un factor determinante en su crecimiento a nivel global, con buenas sensaciones en Alicante y cada vez mejores en Valencia.

La falta de coordinación del Consell con el Gobierno central simboliza la incapacidad de los dos grandes partidos para sumar fuerzas incluso en la peor situación posible vivida por los valencianos. El descontento, por tanto, está ahí porque, además, el PP y el PSOE intentan explicarlo todo en virtud de la mala fe o incapacidad gestora de su principal rival. Vox puede dar testimonio de lo cierto que es el refrán de que, a río revuelto, ganancia de pescadores.

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