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Calle Alaquàs, hoy escenario de incertidumbre tras la operación antiyihadista. LP
La casa de las persianas bajadas

La casa de las persianas bajadas

La avenida de Alaquàs donde fue arrestado el presunto yihadista amanece entre la incertidumbre y la tranquilidad «por el arresto de alguien que podría ser un peligro»

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Jueves, 1 de enero 1970

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Diez de la mañana junto al 26 de la calle Alaquàs. Ayer, un escenario de miedo, tensión e intranquilidad. Hoy, la gente pasea junto al patio del supuesto adoctrinador yihadista Hamdy B., de 55 años, mientras empuja sus carros de la compra, consulta el móvil o reparte suministros. Muchos elevan su mirada hacia el primer piso, donde las persianas bajadas casi del todo resguardan a una familia, la del sospechoso, que quiere mantenerse al margen del torbellino mediático y que, a buen seguro, también está sufriendo.

La Avenida País Valencia es la más céntrica, bulliciosa y transitada del pueblo. Viene a ser, como compara un frutero, «las Ramblas de Alaquás». A lo largo de sus más de 500 metros hay un supermercado, bancos, comercios de todo tipo. En su recorrido nos encontramos con el ayuntamiento del pueblo y con la iglesia Virgen del Olivar. «Aquí hay fincas viejas y humildes como la del detenido y otras muy buenas y modernas», describe otro comerciante.

Edificio donde vivía uno de los detenidos, en Alaquàs.
Edificio donde vivía uno de los detenidos, en Alaquàs. LP

En efecto, la humildad supura en todos los rincones del edificio donde vivía el sospechoso, una estrecha torre de Babel de color crema, patio estrecho con puerta de aluminio y cristal de no más de metro y medio. Sin balcones. Sin ascensor. Allí vecinos españoles, los menos, conviven con inquilinos, árabes, paquistaníes, venezolanos o brasileños. Algunos no abren la puerta. Quienes sí lo hacen cuentan que no conocían «de nada al detenido». Otros, como una residente de origen suramericano, reflexiona: «Me siento más tranquila por el arresto de una persona que, según parece podría ser peligroso. Todos tenemos vecinos y uno nunca sabe quién puede estar haciendo cosas malvadas. Y, en cualquier caso, en lo poco que llevo en la finca jamás había tenido problemas con este vecino ni con nadie de su familia», razona la mujer.

La finca de Hamdy B. está flanqueada por una tienda multiprecio. Allí, un comerciante chino sonríe mientras dice «no conocer de nada» al hombre bajo sospecha. Lo mismo sucede en la cercana cafetería y panadería. «Seguro que pudo pasar por aquí o alguien de su familia a comprar el pan o tomar un café o un té, pero como la policía lo sacó tapado, no lo podemos saber. En cualquier caso, no era alguien conocido entre los comerciantes», apunta un responsable del establecimiento.

Interior del edificio donde se efectuó ayer martes el operativo.
Interior del edificio donde se efectuó ayer martes el operativo. LP

Un rostro de mujer asoma entre las cortinas de la casa de Hamdy. Algunos vecinos elevan su mirada. La persona cierra la tela traslúcida y retorna a la intimidad. Quizá la actividad que la policía atribuye a Hamdy fuera también ajena a su propia familia. De momento, ni su esposa ni sus muchos hijos aparecen involucrados en la grave acusación que pesa sobre el sirio: la de alentar y difundir el odio yihadista a través de los potentes megáfonos de internet y las redes sociales.

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