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Abelia Garcés, junto a la foto de su hijo Rafael, desaparecido en 1991
«Una madre siempre espera que su hijo vuelva»

«Una madre siempre espera que su hijo vuelva»

La Comunitat registra más de 60 desapariciones en los últimos tres años

Juan Antonio Marrahí

Sábado, 14 de febrero 2015, 19:52

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Pasaron 20 días angustiosos hasta que la familia de Maite Oró supo que la vecina de Godella estaba fallecida. Se había quitado la vida. Fue hallada en el suelo de su coche, aparcado en el garaje. Ni sus parientes próximos ni la policía inspeccionaron ese pequeño espacio del vehículo hasta el momento del hallazgo. Y en las mismas fechas, la desaparición de un joven de Torrent, Juan López, se resolvía con final feliz. El chico, mayor de edad, se había marchado de fiesta sin comunicarlo a sus padres.

Son la cruz y la cara. Los ejemplos más recientes del abanico de posibilidades de las desapariciones: crímenes y secuestros, suicidios, problemas mentales, sustracciones parentales, fugas adolescentes, escapadas festivas o pasionales... Y detrás de ese laberinto de caminos, algo que jamás varía: el sufrimiento de las familias. Así lo expresa Joaquín Amills, presidente de SOS Desaparecidos: «Nuestra vida queda rota bruscamente ante una situación irracional, cruel y brutal. ¿Cómo puede desaparecer un hijo, un hermano, padre o madre? ¿dónde están? ¿qué lugar ocupan?».

Intentar medir estadísticamente la realidad de las desapariciones en la Comunitat es imposible. La Policía Nacional no ofrece cifras. La Guardia Civil tampoco. «Las estadísticas son cosa de Interior», nos insisten. Pero el ministerio tampoco responde: ¿Cuántas desapariciones están pendientes de resolver? Constatamos esa «gran falta de transparencia» aludida por la asociación, integrada en la Comisión Europea de Personas desaparecidas.

Su reciente informe de finales del año pasado sí muestra números que permiten, al menos, asomarse al problema. Aseguran que la Comunitat suma 60 desapariciones en los últimos tres años. 19 de esas personas fueron localizadas, otras 19 estaban fallecidas y 22 siguen en paradero desconocido. Según SOS Desaparecidos, la región es la tercera de España en numero de casos.

800 casos sin resolver

Las cifras oficiales quedan reservadas a esporádicas declaraciones del Secretario de Estado de Seguridad sobre el asunto. Francisco Martínez cifra en 10.000 el número aproximado de desapariciones que se denuncian cada año en España, con un nivel de resolución del 92%. Es un porcentaje elevado, pero no resulta tan esperanzador si pensamos en lo que significa ese 8% restante: alrededor de 800 casos quedan cada año sin respuesta. Son casi mil familias torturadas por la desesperación e incertidumbre.

¿Y qué sucede con los menores? Durante 2013 la Policía Nacional registró algo más de 2.200 desapariciones de niños y adolescentes en toda España. Si bien la mayoría fueron escapadas esporádicas o fugas de centros de menores, lo cierto es que en marzo del año pasado todavía medio millar de casos seguía activo y sin respuesta.

Investigación en Xàbia

Una de las desapariciones más inquietantes del año pasado es la de la ucraniana Krhystyna Savenchuk, de 15 años. Su madre, Natalia, no sabe de ella desde el 20 de mayo del año pasado. «Ese día la vi feliz. Se despidió con normalidad para ir al colegio. No parecía una chica triste», recuerda la vecina de Xàbia. Tres semanas después, sus padres encontraron una carta de despedida en su ropa de cama. «Cuando leáis esto, no estaré».

Natalia se resiste a interpretarlo como un adiós previo a un suicidio. «Pienso que se ha marchado y está viva. No me cabe en la cabeza que se haya quitado la vida». La progenitora vincula la ausencia de su hija a una relación por internet con un chico ruso residente en Alemania.

«Era como un Dios para ella. Se quería ir con él, pero era muy joven. No se lo permitimos». Por el momento no hay pistas de que la adolescente se haya reunido con el joven. La policía germana se ha implicado en el caso y se están investigando las conexiones de internet de la menor antes de esfumarse.

Después de tres días de búsqueda intensa, el octogenario Ramón Ribera Esteve fue hallado entre matorrales a la entrada de Moixent. Fue en marzo del año pasado y su desaparición movilizó a guardias civiles, vecinos y un helicóptero.

Según Amills, los casos de ancianos se han doblado en el último año en la Comunitat. «Guarda relación con la crisis. Cierres de centros de día, familias con dificultad para asumir el cuidado de sus mayores... Y suma los crecientes casos de Alzheimer o demencia senil», describe. «La mayoría suelen aparecer sin vida a pocos kilómetros de sus casas. Esas muertes se podrían evitar con dispositivos GPS subvencionados por la Administración», añade el responsable de SOS Desaparecidos.

El móvil también podría convertirse en un aliado tecnológico ante las desapariciones. En el caso de Maite Oró fue clave para situar a la vecina de Godella en su propia casa. Pero obtener esos datos no es sencillo. «Bien por burocracia o por lentitud de las operadoras». La asociación lamenta casos en los que la Policía Judicial ha tardado «hasta 11 meses» en recibir esa pista clave.

La Asociación de Familiares y Amigos de Personas Desaparecidas (ADESEPA) ayuda a afectados de la Comunitat. La última información sobre número de casos que recibieron por parte del Gobierno fue hace siete años. «Eran más de 600 las desapariciones pendientes de resolver en toda la Comunitat», recuerda su presidente, Salvador Domínguez.

El tiempo no siempre cura las heridas. Abelia Garcés tiene 78 años y vive en Catarroja. «Una madre siempre espera que su hijo vuelva», confiesa. Se refiere a su Rafael, un joven trompetista cuyo rastro se perdió en 1991 durante un viaje de trabajo a Tenerife. El último testigo es un joven que asegura que Rafa se quedó solo en una barca cuando había mala mar. «Pero hubo muchas contradicciones, detalles muy raros que nos llevan a pensar que alguien quiso deshacerse de él». La investigación no trajo a Rafael, pero tampoco culpables.

La mujer conserva como un tesoro la ropa y las cuatro trompetas que acompañaron a su hijo en ese viaje sin retorno. «Siempre me han dicho que tengo otros dos hijos, pero cada uno ocupa su lugar en el corazón y Rafa no está. Han pasado dos décadas y sigo llorando todos los días». El padre de Rafael murió hace cinco años recordando a su hijo. «Estará hecho un hombre, Abelia», decía a su esposa.

A efectos de investigación policial «las desapariciones de personas no se archivan nunca», explican desde la Comandancia de la Guardia Civil de Valencia. « Al no tratarse de una infracción penal no tienen prescripción y la búsqueda de desaparecidos es prioridad número uno» para la Benemérita.

Los agentes que trabajan con estas situaciones admiten que son «complejas por la variedad de motivos». Ante la denuncia, los investigadores realizan una criba. «Valoramos si se trata de un caso delictivo, de pérdida o desorientación o de tintes suicidas». Otras posibilidades son «problemas puntuales de pareja o familia o fugas de centros de menores», exponen los especialistas.

Al igual que sucede con la Policía Nacional, aquellas denuncias en las que se vislumbra crimen o secuestro pasan de inmediatos a manos de Policía Judicial. Se analizan llamadas de teléfono y conexiones de internet, movimientos en cuentas bancarias, cámaras de seguridad, rastros en estaciones o aeropuertos... Si hay sospecha de agresión previa a la desaparición, equipos de Policía Científica rastrean ese lugar o habitáculo en busca de indicios.

Tanto en las de pérdida o desorientación como en las de tintes suicidas «se organizan búsquedas con todo el potencial disponible de patrullas, submarinistas, perros adiestrados, equipos de montaña o helicópteros», exponen desde la Guardia Civil.

Crimen sin cadáver

El rastro de María Luisa Reig se pierde el 1 de junio de 2011, tras un incendio en su casa de Albalat dels Tarongers. La Guardia Civil recuperó días después un fragmento de cráneo y otro de un hombro, señales inequívocas de que alguien se deshizo del cuerpo. Un ex novio y un hijo de la víctima son sospechosos, pero defienden su inocencia y el paradero del cadáver sigue siendo un misterio. El segundo ha escuchado ya varias veces la súplica de sus hermanos: «¡Por lo que más quieras, di dónde está la mamá!»

La familia lucha para que el caso no se archive. «Sigo sin saber dónde ocultaron el cuerpo de mi madre. Por no tener, no tengo ni certificado de defunción, técnicamente sigue desaparecida», describe Yolanda Menargues, hija de la víctima.

Su hermana, Aurora Reig, se hace todos los días la misma pregunta, acompañada de un torrente de inquietudes: «¿Dónde está mi hermana? Si la encontrarán a lo mejor tendríamos una pista para avanzar en el caso. Algo saldría... Al menos podríamos enterrarla. Pero ni eso. No tenemos nada. Es algo muy difícil de digerir».

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