Borrar
Facundo Manes, durante una reciente visita a Madrid. :: Isabel Permuy
El cerebro, en el diván

El cerebro, en el diván

Facundo Manes afirma que falta una teoría que explique las conexiones neuronales. «Hemos aprendido más en los últimos 150 años que en el toda la historia de la humanidad», afirma el doctor y divulgador científico

DANIEL ROLDÁN

Domingo, 7 de junio 2015, 01:02

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Cristina Fernández tiene previsto reunirse hoy con el papa Francisco en el Vaticano. Será el quinto encuentro entre los dos mandatarios. Esta semana pasada, la presidenta de Argentina ha visitado la provincia de Mendoza; y antes recibió a varios directivos de una empresa automovilística estadounidense. Una actividad propia de un jefe de Estado en plenas condiciones, aunque en 2013 tuvo que parar su actividad por culpa de un hematoma craneal. El neurólogo Facundo Manes fue el encargado de dirigir al equipo médico en el hospital Favaloro. «Pero no lo operé», comenta el doctor argentino. Toda una celebridad en su país, Manes (Salto, 1969) compagina su trabajo en universidades americanas y australianas con la dirección de crear el Instituto de Neurología Cognitiva hace casi tres lustros.

Esta actividad científica la combina con la divulgación que encandila a los lectores argentinos. Su último libro, 'Usar el cerebro. Conocer nuestra mente para vivir mejor' (Paidós), lleva más de un año como el libro más vendido del país sudamericano, tanto en obras de ficción como de no ficción. «Esto es gracias a que todavía hay una clase media argentina que se preocupa por la intelectualidad y el conocimiento», explica el doctor, intrigado por los misterios y el desconocimiento del cerebro. Por ejemplo, es mentira que solo se usa un 10% de su capacidad. «Lo utilizamos todo. El cerebro trabaja en red. Incluso usamos el cerebro cuando no hacemos nada. Lo mismo pasa cuando estamos durmiendo cuando tenemos el cerebro en reposo», añade.

Cuidados

A pesar de conocer que el ser humano usa toda su maquinaria cerebral, los científicos han sido incapaces de dar con una teoría general que lo explique todo. «Es difícil cuantificar cuánto sabemos del cerebro, aunque en los últimos 150 años hemos aprendido más que en toda la historia de la humanidad. Sabemos bastante de cómo tomamos las decisiones, sobre la memoria, los sentimientos, el lenguaje o las funciones ejecutivas, pero todavía no tenemos una teoría general que ponga todas estas piezas de forma articulada. Y tampoco tenemos ni idea de cómo los circuitos neuronales dan lugar a la experiencia personal, subjetiva, al sentimiento de cada uno de nosotros», comenta Manes. «Estamos en el bueno camino», añade, antes de añadir que se dará la «paradoja» de que el continente descubra el todo de su contenido, de que el cerebro de los científicos descifren el cerebro de todos.

Otros de los misterios cerebrales es que causa el alzhéimer. «Es difícil el tratamiento actual porque sabemos que los cambios que se producen en el cerebro comienzan décadas antes que los síntomas. Y los ensayos terapéuticos se prueban cuando ya están presentes. ¿Qué pastillas van a curar si los ensayos clínicos se hacen con personas que ya han desarrollado los síntomas? Es un dilema y por eso fracasaron todos los ensayos. Se daban tarde», apunta. Una de las puertas para descubrir el origen reside en aquellos pacientes con un alzhéimer hereditario. Aunque la carga genética no es fundamental en la dolencia, unas 500 familias en el mundo están condenadas a parecer la enfermedad.

Un neurólogo colombiano, Francisco Lopera, estudia en la región de Antioquia a uno de estos grupos al que se le suministra un tratamiento antes de que salgan los síntomas. «Es una ventana para conocer una cura. Otro dilema que es el dar medicamentos a personas que ya tienen los síntomas», añade. Mientras los investigadores continúan intentan completar el puzle, Manes explica en su libro las medidas que hay que tomar para tener una mejor calidad cerebral. La parte fundamental es que todos los buenos hábitos para el corazón también son positivos para el cerebro. Además, es positivo caminar y la vida social. «La gente aislada vive menos, toma más psicofármacos se deprime más. Es necesario estar activo intelectualmente. Estudiar neurociencia es lo mismo que hago desde hace treinta años. Pero estudiar un idioma nuevo o un instrumento nuevo sí que es importante para estimular», ahonda Manes.

Ser optimista, aunque parezca sorprendente también ayuda. «Hay un colega en Chicago que está estudiando cerebros centenarios. Y uno de los factores de protección cerebral es el optimismo. Y no se sabe la causa», comenta.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios