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Lunes, 12 de marzo 2018, 00:19
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De mirar hacia atrás a hacerlo hacia adelante. Si en diez meses (desde mayo de 2017 a hoy) el Valencia CF ha sido capaz de subir ocho puestos en el ranking por pasar de ser el duodécimo equipo de España a lucir el cuarto lugar, ¿por qué no se puede pensar que en los dos meses que faltan de competición se puede conquistar la medalla de bronce cuando está prácticamente a tiro? En este Valencia ideado por Mateo Alemany y construido por Marcelino García Toral se da ya por hecho que con el zarpazo del Pizjuán, el premio de la Champions tiene un marcado color blanquinegro. Con el Sevilla a once puntos por detrás más el golaveraje a favor de los valencianistas, el margen de recuperación andaluza es casi nulo. Quedan 30 puntos en juego todavía y con las cifras actuales, pensar que el Sevilla todavía tiene opciones de subir al cuarto peldaño es cuestión más de fe que de otra cosa. Tendría que ser casi un milagro lo del Sevilla y una hecatombe histórica la que amargara al Valencia, algo esto último imposible teniendo en cuenta el estado de gracia en el que han vuelto a entrar los jugadores de Marcelino.
De hecho, de Sevilla regresó el equipo con la sensación de haber recuperado el espíritu competitivo y ganador del primer tramo de la temporada. Los jugadores comenzaron a percibirlo el día del Betis y en el Pizjuán fue la confirmación. Lástima que el calendario haya hecho que el cara a cara con el Real Madrid ya se haya producido. Ese punto que hoy en día le separa en la clasificación -el golaveraje lo tienen a favor los madridistas- no parece una frontera insuperable. Al Valencia, como 'huesos', le queda únicamente el Barça en el Camp Nou y el Villarreal en campo amarillo. El Madrid, dicho sea de paso, tiene por delante un final de Liga con bastante más intensidad que los valencianistas porque deben recibir en el Bernabéu al Atlético de Madrid, y sobre todo pasar por el Sánchez Pizjuán, por el Camp Nou y por Vila-Real el último día de competición.
Esa aspiración a la medalla de bronce no equivale a corto plazo a una mejoría respecto a la Champions -en las cuatro ligas más fuertes de Europa el cuarto entra sin ronda previa a la Liga de Campeones- pero sí un pequeño pellizco al reparto de la tarta televisiva que hace cada año la LFP en función del puesto que se ocupa. Fue en junio de 2012, con Emery cubriendo su última temporada en el banquillo de Mestalla, la última vez que el Valencia se subió al podio con esa tercera posición que ahora se plantea como objetivo.
Desde luego, el éxito coral del Valencia no oculta el temporadón que llevan alguno de sus futbolistas. Rodrigo, por ejemplo, es el que se lleva buena parte de los parabienes por esa transformación que ha experimentado en lo personal y que le van a posibilitar estar en el Mundial con España. Los 12 goles que le sitúan como máximo goleador del equipo le hacen superar además los marcados de forma conjunta en las tres campañas anteriores en el club de Mestalla. Hizo tres en la de su estreno (2014-15), dos en la siguiente y cinco en la pasada. En el Benfica (2012-13) llegó hasta los 14.
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