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Marcas de otros tiempos

Marcas de otros tiempos

Doce récords mundiales de atletismo perviven desde la época del Telón de Acero. En breve podrían ser anulados. «Es impensable batirlos con los controles antidopaje de hoy», aseguran los expertos en alto rendimiento

ANTONIO CORBILLÓN

Sábado, 2 de septiembre 2017, 00:55

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El atletismo fue siempre el deporte rey. Pero el triunfo convertido en 'cuestión de Estado' lo transformó en villano. Unas Olimpiadas sólo cogían su 'velocidad de crucero' cuando se abrían las pistas. Ahora, la competición más antigua y más variada (47 especialidades) creada por los griegos se plantea hacer tabla rasa y empezar una nueva era. Eso supone borrar parte de un pasado marcado por la sospecha de la trampa y las drogas. Y ese debate se recrudece después de que Londres clausurara hace unas semanas otro campeonato mundial sin batir un solo récord. Salvo los 50 kilómetros marcha femeninos, que eran de estreno. Con la jubilación de estrellas como Usain Bolt, la última perla irrepetible del tartán, y el fracaso de otros grandes, las pistas buscan nuevos argumentos para recuperar su corona.

23 de julio de 1983. En esa fecha ninguno de los grandes atletas hoy en activo había nacido. La velocista de Checoslovaquia Jarmila Kratochvilova lograba un visado especial para un critérium en Múnich. Pasados los 30 años, impactaba más por su aspecto andrógino que por sus tiempos. Axilas velludas, cuerpo musculado. Superó todos los análisis de género pero un día, harta de los comentarios, estalló: «Yo no tengo la culpa de ser fea y de tener el aspecto que tengo». En la capital bávara corrió el tercer 800 metros de su vida. Paró el crono en 1.53:28. Nadie ha vuelto a acercarse. Aún es el reto más antiguo por vencer.

Como el caso de Kratochvilova, hasta doce plusmarcas mundiales rondan los 30 años de antigüedad. Tres todavía están vigentes desde los Juegos Olímpicos de Seúl'88. Eso son ¡cuatro años antes que Barcelona'92! Como en toda regla, aquí también hubo una excepción: la norteamericana Kendra Harrison le arañó una centésima en julio de 2016 a la plusmarca de 100 metros vallas que la búlgara Yordana Donkova ostentaba desde 1988.

«La mayoría son hijos del dopaje y del uso del deporte como cuestión de Estado», zanja sin dudar Jordán Santos, biólogo y doctor en Fisiología del Ejercicio. Este experto detecta la evidente correlación entre controles médicos y récords. «Hubo una gran evolución entre los años sesenta y ochenta, hasta que se introdujo el antidopaje en las pruebas que no eran competitivas (exhibiciones, critériums). Las nuevas normas a partir de los noventa cortaron aquello. ¿Consecuencia? Cada nueva estrategia antidopaje frenaba las marcas».

Por aquel entonces, el Muro de Berlín todavía estaba de pie y la Unión Soviética y su principal 'satélite', la Alemania del Este, superaban a Estados Unidos en los medalleros. Hoy los colores de las banderas de los ganadores que suben a lo más alto han ganado en cromatismo. «El medallero se ha dispersado. Ya no hay cuatro o cinco países (URSS, Alemania Democrática, Estados Unidos, China), sino docenas. Uganda, Granada, Bahamas, Kenia, Tanzania...», hace un repaso somero el presidente de la Federación Española de Atletismo, el excampeón de triple salto Raúl Chapado. Incluso herederos de aquel tiempo como Rusia o sus países acólitos se han convertido en residuales en la conquista de preseas.

De todas formas, todo esto no impide que el ser humano corra más rápido, salte más y lance más lejos. Una parte significativa de esas 47 pruebas atléticas han sido repetidas veces superadas en las últimas dos décadas. «Es que la medicina, la farmacología, los sistemas de entrenamiento, los avances tecnológicos en materiales y otras muchas cosas, a veces pequeños detalles que pasan desapercibidos para el aficionado, han hecho mejorar espectacularmente algunas marcas», resume el profesor de Fisiología Humana y exresponsable del box de atletas españoles en Barcelona'92, Ángel Gutiérrez.

Estudioso de la evolución en la lucha contra el cronómetro, Jordán Santos traza una media: «Las mujeres necesitan unos 20 años para batir marcas; los hombres algo menos, unos 15». Aunque, con estos plazos, «quizás la raza humana no evolucione tan rápido como pensábamos y, si los récords son más esporádicos, es porque si el talento no puede con esa época oscura, cada vez costará más verlos», se cuestiona Chapado. «Es correcto hablar de ralentización. Las marcas irán mejorando, pero no al ritmo del último medio siglo», completa Gutiérrez.

Y aún así, el deporte que dio vida al olimpismo busca fórmulas para recuperar el tirón publicitario y popular. «Siempre necesitamos ídolos. Y los niños de hoy tienen muchos deportes donde elegir sin el sacrificio del atleta. Las pistas están cada vez más vacías», lamenta Uxue Zatika, responsable de Alto Rendimiento en la Fundación Basque Team, que trata de aupar a la gran competición a deportistas vascos.

Nuevos tramposos

¿Las malas marcas?, le preguntaron en Londres al excampeón olímpico británico Sebastian Coe y actual cabeza federativa del atletismo mundial. «Ya no son espectaculares porque el pasaporte biológico ha acabado con el dopaje sanguíneo», respondió. Desde que este nuevo método de lucha contra sustancias prohibidas entró en vigor en 2008, la cuesta hacia el récord se ha pronunciado. En el atletismo y en todos los deportes. Incluso llevó a una delegación entera, Rusia, a las puertas de la expulsión como competidor en la Olimpiada de Río'2016. Pero ni la presión de los laboratorios, ni sus avances, impiden que surjan tramposos, que han cambiado los fármacos sanguíneos por nuevas sustancias como las hormonas de crecimiento, «que ya usan el 30% de los deportistas», advierte Jordan Santos. En todo caso, «es impensable que haya récords antiguos que se puedan batir con los métodos de detección de hoy», remacha.

Con este escenario, en unas semanas se decidirá si los cronómetros se ponen a cero. Con el objetivo de «comenzar el milenio con una nueva tabla de récords limpios y creíbles», la Asociación Europea de Atletismo (AEA) propone cambiar los criterios para reconocer las marcas. Plantea borrar de un plumazo gran parte de lo ocurrido antes de 2005. De esta forma, todos esos deportistas perderían sus oropeles, pero no porque se considere que han jugado sucio, sino porque no podrían cumplir los estándares de control que se exigen hoy al resto. Si prospera la iniciativa, hasta 24 récords mundiales se caerían de las listas. O, al menos, habría una 'cara A' y una 'cara B' de los mejores registros. Una nueva era cuando se ha cumplido un siglo desde que, en 1914, se publicó la primera lista de mejores tiempos.

Pierce O'Callaghan, jefe de Operaciones de los Mundiales de Londres'2017 y ponente de esta propuesta, recuerda que, tras la unificación alemana, fue su propia federación la que «hizo una propuesta radical de establecer una línea sobre los vigentes récords». La lanzó a sabiendas de que su bandera sería la más perjudicada, pero también de tener documentadas «fuertes sospechas de prácticas incorrectas».

En el futuro, la lucha contra el reloj sólo se homologará «en un restrictivo grupo de competiciones de alto nivel», lo que dejaría fuera las pruebas con 'liebres' para 'hacer caja' si se bate una marca. Además, cualquier competidor perderá su registro si es sancionado y sin importar que el récord lo hiciera un día que estaba 'limpio'. Ante los nuevos tiempos, expertos como Ángel Gutiérrez coinciden en que «si entrenáramos como en el paleolítico, mejorarían las marcas atléticas». Es la nueva 'pureza atlética' que pide paso.

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