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Recio cabecea desde cerca para hacer el 1-0 con Lato superado en el salto. :: efe/jorge zapata
Un ingrato paseo por la Costa del Sol

Un ingrato paseo por la Costa del Sol

Los jugadores del Valencia desmontan los impulsos de Voro

JUAN CARLOS VALLDECABRES

Domingo, 23 de abril 2017, 01:00

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Más de cinco millones de turistas se dejan caer cada año por la Costa del Sol, paradigma sin duda de la buena vida. A la tierra del sol, del mar y del disfrute, se fue este inestable Valencia, un equipo atacado ahora por las incógnitas e incertidumbres que rodean al banquillo y que tiene por desgracia a demasiados futbolistas en 'modo prevacacional'. No es que se lo tomen a chirigota pero sí parece cotizar al alza la teoría de que el grupo sabe que es en Mestalla donde hay que apretarse de verdad el cinturón. Fuera, si la cosa se pone de cara, pues se aprovecha; y si no, pues con intentar aparentar parece que es suficiente, por mucho que clame su entrenador eso de que hay que dignificar el escudo. Cosas de la gente de la tierra, de valores y tal... podría pensar alguno.

  • uMás ganas. El Málaga se dio cuenta que con una pizca más de intensidad le iba a ser suficiente.

  • uDos ocasiones. Un cara a cara de Mina con Kameni y el balón al poste de Mangala fueron las dos opciones más claras de gol del Valencia.

  • uCambios tardíos. A Voro no le funcionó el planteamiento, tardó en reaccionar y además los cambios no aportaron.

El problema de este tipo de situaciones es que siempre deja secuelas. Ayer mismo, por ejemplo. Justo el día en el que Voro se atreve a asomar a su modo la cabeza presumiendo de que el equipo está en el mejor momento del año (mérito lógico del entrenador y su equipo de trabajo), sus futbolistas se encargan de desmontar toda la tesis de quien ha sido, y es por ahora su principal benefactor. Lo que podía ser una apacible mañana malagueña se convirtió en un ingrato paseo. Si uno trata de extraer algo positivo del partido que jugó en La Rosaleda el Valencia la mejor reflexión que puede hacer es que ha dilapidado de la manera más tonta hora y media de su vida. Y que nadie vaya a pensar que en el reparto de méritos y deméritos entre unos y otros hay que dar el cien por cien de lo ocurrido a lo que fue capaz el Málaga de hacer. Si los andaluces fueron mejores, que lo fueron sin discusión, fue sencillamente porque el Valencia estuvo en su mundo. Sólo le faltó que le sacaran una tumbona, unas olivitas y un fino, para no desentonar en la cultura local.

Lo peor de todo es que hasta Voro se dejó arrastrar. Sobre el papel, su idea no era del todo descabellada. Con Medrán cerca de Enzo y con Parejo por delante de ellos pretendía hacerse con el control del medio del campo. Tanto se ha hablado de las excelencias de los Camacho y Fornals que creyó el entrenador que con superar el número al rival se podría dominar la escena. Sacrificar a Carlos Soler a la derecha, aunque dándole siempre libertad absoluta para proyectarse por el carril central, supone a toro pasado un ejercicio de inmolación gratuito. Sobre todo porque el entramado se viene abajo cuando cada uno falla en su cometido individual. Ni se proyectó como se esperaba Cancelo por la derecha, ni Munir aportó nada por la izquierda, ni se hizo circular el balón con la rapidez y precisión necesaria. Al Málaga le sobró con mezclar unos gramos de intensidad, algo de anticipación, un poco de velocidad y algo de empeño para hacer saltar por los aires la pizarra de Voro. Ni las constantes variaciones que hizo el técnico valencianista sobre la marcha en la segunda parte consiguieron dotar de sentido a su equipo.

El Valencia se dejó la presión en el vestuario y con dos acciones puntuales antes del descanso cerró el partido el equipo local. En la primera Ontiveros, cansado de marear una y otra vez a Lato, optó por cambiar de banda y sacó un centro para que Recio lo cabeceara casi a placer en el segundo palo sin que el joven lateral tuviera reflejos suficientes para obstaculizarle. El segundo llegó tras rebotar una falta, la que dejó KO a Garay, que tras el toque de Mangala acabó por despistar a Diego Alves. En apenas cuatro minutos la mañana ya se daba prácticamente por concluida. Sobró toda la segunda parte.

El Valencia ni tuvo capacidad de reacción ni supo qué hacer para compensar al menos con esfuerzo este borrón en la estadística de Voro. Había decidido el técnico recurrir a Orellana en lugar de jugársela con Santos, buscando gente con más capacidad ofensiva al tener que suplir la ausencia de Garay. Eso obligó a Enzo a actuar de central, y a Parejo a buscar la alianza con Medrán. Ni con esas se consiguió mejorar el criterio en el manejo del balón. Los andaluces apretaban lo justo para cortar lejos de su área cualquier intento de aproximación. La tuvo Santi Mina clarísima tras un error en la cesión pero ni aún así. El delantero centro ayer del equipo naranja estrelló el balón en el cuerpo de Kameni. Quizás un gol hubiera alimentado las expectativas pero habría sido en plan falsete.

Tampoco contribuyó Voro con sus tardíos cambios a dar un golpe encima de la mesa. Nani entró a veinte minutos para el final y Zaza cuatro después. De las principales referencias del Valencia, al menos sobre el papel, no pueden estar tanto tiempo en el banquillo, sobre todo si de verdad se cree en sus verdaderas posibilidades.

El partido no se salió nunca del carril por el que había elegido el Málaga que transitara. El empecinamiento de Sandro en incordiar fue suficiente argumento para hacer pensar que estaba casi más cerca de llegar el tercero que el 2-1. Sólo el continuo desgaste de Lato en ataque mantenía cierto interés. En una de esas, a pocos segundos ya para la conclusión, Nani le mandó un fenomenal servicio, el lateral la enchufó para el centro y, con toda la portería para él, Mangala la estrelló en el poste. Tampoco es que el gigante francés sea un virtuoso con el balón pero era más fácil meterla. Hubiera sido la mejor manera de cerrar su encuentro de manera particular. Fue de lo poco que se salvó y cuando un central como Mangala es el mejor de los suyos, uno se puede hacer la idea de por dónde transcurrió la cita. Al Valencia le faltó de todo, desde calidad hasta pundonor, conceptos imprescindibles para que la teoría de Voro pueda cautivar a Alesanco y Alemany.

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