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Anil Murthy, en la presentación de Maksimovic. JESÚS SIGNES
Cien días de diplomacia en el Valencia CF

Cien días de diplomacia en el Valencia CF

Murthy recupera el vacío popular que le dejó Layhoon Fue recibido con pitos en la Convención de Peñas pero llegará a la Junta con el equipo arriba y con el efecto del nuevo Mestalla

JUAN CARLOS VALLDECABRES

Domingo, 8 de octubre 2017, 00:58

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valencia. «Presidente, ¿sería tan amable de volver a ponerse otra vez junto a la cola de aficionados porque no le hemos podido tomar las imágenes?». La correcta e inusual petición de un periodista de una televisión -que produce cierto rechazo en el Valencia- a Anil Murthy en el pasado lío de las entradas por el derbi contra el Levante hubiera encontrado en otra época muy cercana un 'no' rotundo como respuesta. Quizás a Layhoon, por ejemplo, no le hubiera importado repetir la escena como si de una actriz se tratara, pero con tanta 'guardia pretoriana' que llevaba siempre como protección, el periodista se habría quedado sin la toma y con la consiguiente bronca de su jefe de Madrid. Pero Anil Murthy, sin escolta y diplomático de carrera, accedió dando al asunto la adecuada naturalidad. El presidente del Valencia cumple hoy cien días en el cargo y si le añadimos los otros 80 que estuvo de prácticas desde que Layhoon anunció el relevo, hay tiempo suficiente para poder evaluar con cierto fundamento con qué nota llegará a la Junta de Accionistas de noviembre.

Desde el punto de vista más objetivo posible, Murthy, con un carácter a veces muy peculiar, le saca una tremenda ventaja a su antecesora. Tampoco era tan difícil. La barrera del idioma que Layhoon nunca superó impidió conocer con algo de profundidad a una ejecutiva de la que todos los de alrededor (consejeros, patronos, empleados, etc) hablaban maravillas, pero con el paso del tiempo se demostró que los mismos que la elogiaban generosamente acabaron por hundirla, precisamente por no ser más certeros y justos en la crítica. En estos poco más de tres meses que luce galones Murthy, ha hablado públicamente más que Layhoon en sus tres años de enrevesada gestión. Hasta en ocho ocasiones se han escuchado manifestaciones más o menos jugosas de Murthy: primeras respuestas el día del adiós de Layhoon; presentación oficial como presidente; la bienvenida a Maksimovic; Convención de Peñas; presentación de Murillo y Paulista; puesta en escena de Guedes y Pereira; a pie de taquillas por las entradas del derbi para pronosticar un cambio en la política de venta, y en la presentación de la Academia en la ciudad deportiva.

De aquella confusa primera comparecencia de abril, el único poso que quedó de un nervioso Murthy es que se encontraba en una posición más embarazosa que otra cosa. Sus respuestas, difusas, no convencieron a nadie pese a la seguridad que quiso transmitir: «Me siento preparado para este desafío». Hoy, 180 días después, el presidente ha avanzado algo de terreno. A media distancia entre la descomunal popularidad de Amadeo Salvo y el peculiar carácter de Manuel Llorente, por ejemplo, Murthy supo desde el primer momento que Layhoon había aniquilado cualquier concesión más allá de la amabilidad de una sonrisa falsa con pinganillo en la oreja. Todo iba a ser cuesta arriba. El club se había distanciado tanto de la afición que una de sus primeras tareas tenía que ser indiscutiblemente recuperar esa cercanía tan singular que necesita el aficionado al fútbol valenciano.

Con viento a favor por culpa del equipo de Marcelino, el balance de su gestión en la Junta será mucho más llevadero. A Layhoon se le atizó y con razón por primera vez en la Asamblea de hace justo un año. Fue el principio de su final como presidenta. Es difícil imaginar que el tiroteo se dé esta vez con Murthy. Él sí sabe como preparar el terreno y lo ha hecho sin intermediarios. Empezó a hacerlo precisamente cuando el 1 de julio, en su primer día oficial como máximo dirigente de la entidad, decidió utilizar la televisión del club -evitando las preguntas de los periodistas- y hablar sin falsas vaguedades: «Debemos hacer recortes grandes y no será fácil», anunció, para luego entrar en algunos detalles: «Debemos hacerlo bien y ser un club estable y sostenible. He querido saber cómo piensan los valencianistas. He hablado y escuchado a muchos. Son apasionados, fieles y exigentes». Estos tres últimos apuntes los clavó. El problema lo empezará a tener el día que empiece a olvidarse de estos preceptos.

Dos días después de aquella formal puesta en escena empezaba a pulir el club por dentro. La destitución de Damià Vidagany, por entonces responsable de marketing, fue la primera gran decisión que hay que atribuírsele al nuevo presidente. La decisión pilló por sorpresa a más de uno porque fue Vidagany el que acababa de parir justo un mes antes la nueva campaña de abonos, trabajo que no acabó de convencer al presidente y que terminó por darle la puntilla a uno de los ejecutivos más influyentes de los últimos nueve años. Precisamente, el vacío de Mestalla es una de las asignaturas pendientes de este nuevo consejo, cuestión que por ahora está superando con cierto éxito. No ha sido el guillotinazo de Vidagany el único de esta corta andadura. El más sonado, pero también esperado, ha sido el de José Ramón Alesanco, al que Murthy ya quería ventilar desde mucho antes del verano.

Llegó a primeros de agosto el presidente a ese cara a cara directo con las peñas en la habitual Convención de Alzira. Allí fue donde Layhoon metió la pata hasta el fondo con lo de Alcácer. Y allí fue donde un año después, Murthy escuchó esta vez los primeros silbidos. Hay que recordar que como consejero ejecutivo tuvo en febrero un desliz importante cuando en una cena de los jueves en la sede de la Agrupación tiró de soberbia para frenar a los peñistas con aquel 'No te creo'. Por eso en Alzira se le pasó factura. Pero fue allí mismo cuando tuvo la habilidad de cambiar el rumbo, para pasar de ese clima hostil con el que fue recibido a los aplausos, con promesa incluida (todavía pendiente): «Los jugadores volverán a ir a la sede».

El presidente del Valencia quiere acabar con la reventa, ha cambiado la política de venta de entradas para los partidos de fuera, está en fase de apaciguar el malestar de las peñas, tiene que volver a lidiar como sus antecesores con el tema de Porxinos y la UE, reponer las pérdidas en el balance, se enfrentará al pago de la deuda en 2018 y llegará a la próxima Asamblea de Accionistas con el tema del nuevo Mestalla como principal protección. Y lo mejor de todo: el equipo funciona, aunque él ahí ha tenido poco ver. Cuando se tuerza la cosa el marrón se lo comerán Marcelino y Alemany.

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