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Fran Villalba, de lo mejor del Valencia, trata de arrebatarle el balón a Adriano en presencia de Piatti.
Con la mente en la Liga
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Con la mente en la Liga

Neville le entrega la titularidad a Jaume y Negredo vuelve a ver portería

Juan Carlos Valldecabres

Jueves, 11 de febrero 2016, 00:12

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El Espanyol el sábado. Eso es lo que verdaderamente importa ahora. Da igual si a Neville sólo le entiende su hermano Phil o si Lim llega a entender de verdad en qué lío se ha metido el Valencia. Hay que sacar los puntos como sea. Por eso esta semifinal sólo servirá para rellenar los balances históricos. Dirán las estadísticas que el Barça frenó la entrada del Valencia en la final y si uno tiene algo más de interés hasta se sorprenderá por el resultado global de la eliminatoria (1-8); pero aquí lo que se cuece de verdad señor Gary es ganar de una vez por todas, que a este paso lo único que va a conseguir el fútbol es dejar sin amigos a Peter Lim. De ahí que lo mejor que pudo pasar anoche es que se acabara el suplicio. Ver un Valencia-Barça con algo más de dieciséis mil espectadores en la grada ya es de por sí significativo de que algo malo está pasando. Con lo bonito que hubiera sido jugársela de verdad en la vuelta y pensar en alcanzar un título. Qué triste.

De ahí que en esta situación siempre hay que respirar al menos cuando no se produce otro estropicio como el del Camp Nou. Por dignidad el Valencia debía ganar. El problema es que en este atípico duelo de segundones, los valencianistas tampoco pudieron hincarle el diente al grupo preparado por Luis Enrique. Lo ideal hubiera sido ver en acción a los titulares del Valencia, a aquellos que la pifiaron en la ida. A ellos les tocaba anoche limpiar la deshonra. Pero con la amenaza del Espanyol, mejor dejar los aspectos correctivos para otra ocasión. De hecho, de aquellos que jugaron de inicio en la ida contra el Barça a los que ayer dispuso Neville en el once, sólo repitieron dos: Danilo y Gayà. Con ese panorama era difícil pensar que el partido adquiriera un nivel de intensidad alto y un fútbol con un mínimo de cohesión. Era casi imposible lograrlo. La gente, la chiquillería que quiso dar algo de calor a la grada, al menos aspiraba a pasar un rato agradable de fútbol, intentar ver ganar a su equipo y disfrutar, por qué no, de alguna genialidad fuera quien fuera el que la protagonizara, si de casa o de fuera. Defraudó en ese sentido el choque porque unos y otros se adaptaron a un guión preestablecido y no escrito, algo así como el 'vamos a llevarnos bien' y 'no la liemos más'.

En esa adaptación de roles, por supuesto el Valencia era el que más responsabilidad tenía. Tampoco podía arriesgarse a defraudar a los pocos aficionados que quisieron dar la cara. El ambiente fue extraño se mire por donde se mire. Ver la zona de la Curva Nord vacía por completo ya es un aspecto sorprendente. Y ver, por qué no decirlo, a Jaume Doménech en la portería también. Si Ryan se tragó los siete de Barcelona, dejarle al de Almenara que saliera al césped a digerir este compromiso intrascendente resulta inexplicable. Nuno ya se cargó a Jaume en su despedida y Neville ha acabado por apartarle incluso de la Copa. Quizás, y puestos a sacar el máximo provecho de este partido, hasta hubiera sido más explicable darle minutos a Diego Alves para que cogiera ritmo de verdad. Pero a veces es más fácil optar por lo políticamente correcto y evitar así más marejadas internas.

Lo de Jaume fue, por qué no decirlo, una ligera sorpresa. Lo de Fran Villalba no. Ya había dicho Neville que el joven valenciano iba a actuar de arranque y verlo sobre el terreno de juego ya era por sí uno de los pocos alicientes que se podían rascar. El Barça no apretó pero tampoco le dejó mucho margen de maniobra. Aún así, hay que reconocerle su interés en aportar detalles que sobresalen de la mediocridad, aunque a veces no le salgan siempre bien. No fue el de ayer un encuentro que generó mucha tensión sobre el césped pero sólo hay que echar un vistazo al porcentaje de posesión para ver que el Barça hizo lo que mejor sabe hacer: tocar y tocar. Durante muchos minutos del primer tiempo el balón fue casi siempre de los barcelonistas, con un Sergio Roberto asumiendo muchos más galones que Danilo, por ejemplo. El Barça la jugó desde bien atrás y el Valencia, como por desgracia viene ocurriendo con demasiada asiduidad últimamente, al pelotazo sin saber muy bien qué hacer después.

En los banquillos, el duelo lo mantenían un Neville casi siempre enfadado con todos y un Juan Carlos Unzué que hizo de Luis Enrique. El inglés lo pidió una y otra vez a su gente: que abrieran el campo, que desplazaran el balón... pero aunque por gestos sí que sabían los jugadores qué es lo que su entrenador esperaba de ellos, lo de llevarlo a cabo era ya algo más complicado de satisfacer. La tuvo eso sí Santi Mina en una gran acción de Piatti pero Mathieu -en defensa de tres los catalanes- se la quitó casi sobre la misma línea. La buscó también Fran Villalba con un tiro desde la frontal que salió fuera por poco.

El gol llegaría curiosamente en un pelotazo al despeje de Aderllan Santos que pilló a la defensa del Barça pensando en sus cosas y que Piatti, al no llegar, provocó la carrera en solitario de Negredo. El valencianista gozó de metros por delante para pensar lo que iba a hacer. Mestalla, sabiendo los antecedentes, temía lo peor. De fallar ante el meta, que era el único obstáculo que tenía por delante, la bronca del partido y hasta de la eliminatoria, aunque no jugó allí, le iba a caer a Negredo. Se la quiso colgar a Ter Stegen y lo cierto es que el guardameta se lo adivinó. Pero el balón rebotado, menos mal, le cayó al vallecano que sólo tuvo que empujarla. Cinco goles ha sumado en la Copa Negredo, lástima que en la Liga no lo tenga tan claro y sea el deseado Alcácer el que mantiene el tipo.

Pudo empatar el Barça de haber acertado Munir (detrás de él estaba Bartra) en una falta que dejó descolocada a la defensa. Lo hicieron en los últimos instantes, ya con el cansancio de los blanquinegros quedando más que patente y con la resignación de un público inhabitual que se fue a su casa preguntándose por qué hizo falta jugar este partido.

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