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Héctor Esteban
Sábado, 6 de junio 2015, 23:56
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El 4 de julio del año pasado fue la primera vez que el manager general del Valencia, Francisco Javier Pérez Rufete, y el entrenador, Nuno Espirito Santo, comparecieron en público. La presentación del luso fue la primera gran sorpresa de la era Peter Lim. El nuevo dueño, con la influencia evidente de su amigo Jorge Mendes, trajo a su entrenador por encima de la opinión de Rufete, que en ningún caso escondió que su elección era la de Pizzi. La cara del máximo responsable de la parcela deportiva era el espejo de un alma que se vio desautorizada por los nuevos tiempos. Rufete asumió el nuevo mando, pero no disfrazó su opinión.
Aquel primer vis a vis entre manager y entrenador sigue a día de hoy sin suturar el capítulo de las heridas abiertas. Es más, a lo largo de la temporada se han descosido todos los puntos puestos para tratar de aparentar normalidad. La compra de Joan Cancelo, en la que Rufete no participó, provocó que la relación volviera a sangrar. Aunque esta vez de una forma que urge a tomar medidas para cerrar filas.
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