Borrar
Carmen y Juan, sentados en la sala de estar de su domicilio durante la entrevista. Txema Rodríguez
Despoblación en la Comunitat Valenciana: Un siglo de vida en Los Serranos

Un siglo de vida en Los Serranos

Carmen y Juan cumplen 100 años y van a celebrar sus bodas de diamante | Viven en La Yesa, uno de los muchos pueblos valencianos castigados por la despoblación

Juan Sanchis

Valencia

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Viernes, 25 de mayo 2018

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

A 1.040 metros de altitud y cerca del límite de la provincia de Valencia con la de Teruel, en la comarca de Los Serranos, se encuentra el municipio de La Yesa. Con un término de más de 84 kilómetros cuadrados de superficie tiene censados 234 habitantes, según datos de población de 1 de enero de 2017, de los que únicamente algo más de un centenar residen habitualmente.

El pueblo está sufriendo los efectos de ladespoblación que castiga a las localidades del interior. Tiene dos bares todo el año y otro, situado en el polideportivo, sólo abre durante la temporada veraniega; un horno, que cierra los lunes; una mina de caolín; una fábrica de cerveza artesana y alguna empresa de construcción. No hay supermercado, pero sí una tienda con todo tipo de productos. Hay una iglesia señorial, amplia, con campanario y un retablo que data del siglo XV. Eso sí, el cura no vive en el pueblo y sólo se le puede encontrar de jueves a domingo.

La Yesa

  • Habitantes: 234

  • Altitud: 1.039 metros

  • Superficie: 84,7 kilómetros cuadrados

  • Densidad de población: 2,76 habitantes por kilómetro cuadrado

En esta localidad vive el matrimonio formado por Juan Royo Adrián y Carmen García Solaz. Ambos nacieron en 1918, hace 100 años: Carmen, el 10 de febrero y Juan, el 27 de junio. Pero no es el único ejemplo de longevidad que se puede encontrar en el pueblo. Mientras nos dirigimos a su casa nos cruzamos por la calle con la 'tía María', que tiene 98 años. Yhace apenas unos meses falleció otra vecina que también estaba a punto de ser centenaria. La madre de Carmen también murió anciana, con 85 años, y su marido tenía 85. Su hermana alcanzó la edad de 95 años.

Cuando preguntas a qué se debe esta larga vida, hay un encogimiento de hombros generalizado. Carmen y Juan no encuentran ninguna causa. Juan, el hijo mayor del matrimonio, se atreve a lanzar una hipótesis: «La alimentación. Aquí siempre se ha comido bien, todo muy natural, con productos cultivados sin abonos químicos, sin sulfatos», explica.

El matrimonio, sentado en un balcón desde el que se divisa el término municipal de La Yesa.
El matrimonio, sentado en un balcón desde el que se divisa el término municipal de La Yesa. TX. R.

Ahora se levantan sobre las once de la mañana, aunque no siempre ha sido así. Su vida ha sido de trabajo continuo, dedicados a la agricultura y a la ganadería. Carmen se dedicó desde muy joven al cuidado del ganado hasta bien entrada la década de los 50 del siglo pasado. «Tenía un rebaño con más de 100 ovejas y las distinguía por su balar», explica Carmen, que apunta que «no quería ser pastora. No me gustaba, aunque luego salí pastora y buena». Para que quede claro recuerda una anécdota de la Guerra Civil. En el pueblo se encontraba una unidad de intendencia del Ejército Republicano «y nos desaparecieron dos reses. Las buscamos sin suerte hasta que una prima nos dijo que estaban en el cuartel. No nos las querían devolver hasta que oí balar a una y la reconocí».

Carmen conserva una memoria envidiable. Aunque tiene alguna limitación: No oye muy bien y debe andar con dos bastones. Además, se cansa mucho. Ha pasado toda su vida en el pueblo, salvo un viaje en el que fue a Valencia para comprar los muebles con ocasión de la boda. Era 1944, año en el que se casaron. «Me llevaron a ver el mar y yo dije para que me traéis, parece una balsa de riego», cuenta. En cambio, lo que sí le gustó fue el mercado de las flores. También guarda una anécdota. «Me di un buen golpe con la puerta acristalada de una tienda de trajes de comunión», apunta.

Su marido es más discreto, menos hablador. También tiene problemas de oído y anda apoyado en un sólido bastón. Cuando apenas había cumplido los tres meses su padre murió víctima de 'la cucaracha', más conocida como la gripe española, una pandemia a nivel mundial que causó más de 50 millones de muertos entre 1918 y 1919. «En el mismo día fallecieron su padre, una prima y una tía», puntualiza su hijo Juan. Ahora suele pasar parte del día en un huerto de su propiedad cercano a la casa. Juan tampoco ha salido mucho del pueblo.

Carmen camina con dos bastones para salir de su casa por la parte trasera.
Carmen camina con dos bastones para salir de su casa por la parte trasera. TX. R.

Cuando empezó la Guerra Civil fue reclutado por el Ejército Republicano y enviado a Extremadura. No lo pasó del todo mal durante el conflicto, ya que no estuvo en un frente muy activo. Lo peor llegó al terminar la contienda. Fue recluido en el campo de concentración de Castuera, en la provincia de Badajoz. Salir no fue tan sencillo. Tuvo que conseguir un aval que le dio un vecino del pueblo, propietario de una alquería. Desde entonces prácticamente no ha salido del pueblo.

«No he tenido ni una pelea con Juan», dice Carmen, que apunta que lo que más recuerda de su vida es «el amor de sus hijos». Se casaron hace 74 años y están a punto de celebrar sus bodas de diamante. Carmen era la encargada de administrar el dinero del matrimonio, «y a mi marido nunca le ha faltado para sus necesidades».

Tuvieron tres hijos: Juan, Teodoro y Ascensión. Viven en el pueblo. No ocurre así con sus cuatro nietos y un bisnieto que dejaron La Yesa y se fueron Valencia. Hicieron lo mismo que muchos vecinos a partir de la década de los 60 del siglo anterior.

Ahora quedan catorce niños (entre los ocho y los 16 años) que tienen que ir a Alpuente a clase. Cuando acaba la educación obligatoria, se tienen que desplazar a Villar del Arzobispo, con el inconveniente de que no hay transporte público.

La gente se va. Algunos vuelven, pero muy pocos. «En los últimos 20 años hemos regresado cinco parejas», explica Esperanza Varea, agente de Desarrollo Local y copropietaria con su marido de una fábrica de cerveza artesanal. Es el drama que al que se enfrentan los pueblos de interior.

La pareja de centenarios, en el centro de la imagen, con sus tres hijos en su casa de La Yesa.
La pareja de centenarios, en el centro de la imagen, con sus tres hijos en su casa de La Yesa. Tx. R.

Testimonios de los vecinos de la yesa

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios