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Sólo una vendedora, Josefa Puchades, mantiene el puesto abierto de los 50 de San Pedro Nolasco. jesús signes
La superviviente del mercado

La superviviente del mercado

Sólo una vendedora mantiene el puesto abierto de los 50 de San Pedro Nolasco | Josefa Puchades acude puntualmente a su parada en un recinto de Valencia: «No tengo más remedio», afirma con humor

PACO MORENO

Valencia

Jueves, 10 de mayo 2018

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«Me gusta pasar por aquí», dice una señora de edad avanzada mientras cruza el mercado de San Pedro Nolasco, en el barrio de Sagunto. Sólo saluda a una persona antes de salir porque en el recinto municipal con 50 paradas subsiste una abierta, de encurtidos y regentada por Josefa Puchades desde 2005.

Es un caso único en Valencia, pero se lo toma con humor: «No tengo más remedio que venir», dice riendo mientras prepara las aceitunas y el bacalao en sus envases. Su voz resuena en las persianas bajadas de los puestos cercanos mientras de fondo se escucha el arrullo de las palomas apostadas en las vigas de hierro del silencioso recinto.

Josefa está sola desde agosto del pasado año, cuando el frutero aprovechó las vacaciones para no volver a abrir su puesto. «Hace años había una parada enfrente pero ya se jubiló», dice para recordar que cuando se hizo con el traspaso había una docena de comercios abiertos.

«Mi madre se dedicaba a esto y mi abuela también», recuerda al explicar sus raíces en los mercados municipales. «Águeda Belmonte, que así se llamaba mi abuela, también vendía encurtido aquí, en un puesto que daba a la calle», explica.

La razón de que sólo quede una parada abierta en el mercado San Pedro Nolasco es muy sencilla y basta con darse una vuelta alrededor del recinto. Edificios en ruinas, vacíos de vecinos y con la excepción de aquellos ocupados ilegalmente. El movimiento okupa tiene bastante presencia en el barrio de Sagunto.

Así las cosas, es difícil recuperar el mercado pese al interés del Consistorio en mantener abierto el recinto. «Llaman una vez a la semana para comprobar que todo está en condiciones», dice Josefa mientras le suena el teléfono. «Hay una bombilla que se enciende y se apaga como quiere», dice a su interlocutor, para aclarar después que es Ramón. «Es el funcionario que viene cuando hace falta», apostilla.

J. Signes

El Ayuntamiento vincula la recuperación de los puestos a las viviendas del entorno

Fuentes cercanas al concejal de Mercados, Carlos Galiana, comentaron sobre esto que «es uno de los dos mercados que estaban abandonados cuando entramos en el gobierno. Ya hemos conseguido salvar el del Grao y no dejamos de buscar opciones para San Pedro Nolasco».

La cuestión, añaden, es que en este «caso particular no hablamos sólo del mercado, sino de todo el entorno que está degradado, por eso creemos que hace falta una actuación integral con Urbanismo. Hubiera sido muy positivo que en los procesos de DecidimVLC hubieran salido los proyectos para arreglar las calles de la zona. En todo caso desde la concejalía no paramos de buscar solución a ese mercado».

«¡Qué pena!» es un comentario que escuchan con frecuencia de clientes y viandantes. Durante la hora que duró la conversación con LAS PROVINCIAS al menos pasaron tres personas sólo por el placer de atravesar las calles interiores del mercado. «A veces entran, echan un vistazo y me preguntan si es que no hay nadie. ¿Es que yo no soy alguien?», dice tirando de nuevo de humor para explicar la rutina diaria. A veces con temor por la soledad del recinto y los atracos que suceden en las calles del entorno cada vez con más frecuencia.

«A una señora mayor la tiraron al suelo por una triste cadena y la atendimos aquí dentro hasta que llegó la ambulancia», recuerda. «Luego nos enteremos que le tuvieron que operar un codo y todo», apunta mientras repasa con un paño los bordes de las fuentes de aceitunas.

La mojama tiene buen aspecto, igual que el queso fresco y los huevos. «Tengo clientes que vienen adrede desde la calle Alboraya, incluso uno que vive en Torrefiel, junto al camino de Moncada, para comprarnos las aceitunas», afirma.

J. Signes

Ayer era día de mercadillo y los puestos se apiñaban por las calles Santa Isabel, la Milagrosa y otras hasta llegar a Almazora, donde se sitúan las vías del tranvía. «Se quedan aquí y ya no pasan más», señala Josefa a los puestos al indicar la soledad del tramo que llega hasta la calle Sagunto, precisamente donde se sitúa el mercado municipal.

«No tenemos más remedio», subraya ante la insistente pregunta de cómo aguanta en la parada. La afluencia de clientes es escasa, aunque en todos los casos son conocidos «de toda la vida; muchos que viven en la zona desde hace mucho tiempo», considera.

La comerciante opina que en el entorno es urgente una actuación. «Una finca la restauraron y quedó preciosa pero no sabemos la razón de que no llegasen a vivir allí. Poco después la saquearon y se llevaron hasta las tuberías. Ahora hay un grupo de okupas viviendo», dice mientras entra un comerciante del mercadillo preguntando si tienen agua. «Aquí seguiremos» dice Josefa al despedirse y seguir con el pesaje de un frasco de aceitunas antes de entregarlo a otra clienta.

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