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Las puertas del olvido

Lo que hoy es el acceso a un humilde parterre fue dos siglos atrás la entrada al palacio más valorado de nuestra ciudad | Diseminadas por Valencia, algunas fachadas de históricos edificios esperan que los transeúntes jueguen a viajar en el tiempo y a descubrir su fascinante pasado

ÓSCAR CALVÉ

VALENCIA.

Domingo, 29 de octubre 2017, 00:53

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La intriga en torno a la historia de Valencia está presente incluso en el más mínimo detalle. Ahí va un botón. En uno de los muros del antiguo cauce del río se hallan unas viejas argollas oxidadas y descontextualizadas para el transeúnte actual. ¿Cuál era su función primigenia? Anclar las cuerdas que sujetaban los animales expuestos en el mercado de caballerías allí celebrado semanalmente tiempo atrás. Otro botón, el de esta semana, es más enigmático. El de las ostentosas puertas diseminadas por nuestra ciudad que, paradójicamente, no invitan a entrar a construcción alguna.

Les pondré algunos ejemplos específicos. Entre el Real Colegio de las Escuelas Pías y la Plaza de Brujas se ubica un jardín de traza sencilla que preside la plaza Don Juan de Vilarrasa. El principal acceso a este modesto parterre, ubicado en el lado recayente a la calle Santa Teresa, es un imponente portal pétreo cuyo vano lo ocupa una simple puerta de forja. En septiembre de 1812 José Bonaparte -Pepe Botella para sus numerosos detractores españoles-, pasó bajo aquel arco de medio punto que daba entrada al majestuoso Palacio de Parcent.

Allí se instaló durante dos semanas con su corte. Efectivamente, ese jardín corresponde al solar resultante de la demolición de uno de los palacios más grandiosos de la ciudad. Y esa puerta es lo que queda de él. Algunos pensarán que se derruyó mucho tiempo atrás, pero fue en 1965. Así que, además de disponer de fotos, los lectores de cierta edad recordarán los acontecimientos.

En 1821, José Bonaparte pasó bajo el arco que sirve de acceso al parque de Juan de Vilarrasa

Vamos con un segundo caso. Entre los Jardines del Real y el Museo de Bellas Artes de Valencia se conserva otra monumental portada, la del Palacio de los Duques de Mandas, construido en la céntrica calle Avellanas de Valencia y derribado en 1864. Fue conocido en otra época como la «Casa dels Gegants» a causa de las figuras de gran arraigo en el imaginario colectivo valenciano -«els salvatges»-, que flanquean el escudo nobiliario sobre el arquitrabe en voladizo.

Muy próxima, actuando de cierre de los mencionados jardines se encuentra la antigua entrada del Palacio de los Condes de l'Alcùdia i Gestalgar, levantado originalmente frente al antiguo Convento de Santo Domingo, en la plaza Tetuán esquina con calle Jovellanos.

Las tres citadas, y otras muchas, son puertas que antaño daban accesos a fabulosos edificios. El recuerdo de estos se mantiene vivo para los especialistas gracias a la documentación, pero sus puertas, aquellos ingresos al particular mundo de sus pudientes propietarios -y de su historia- se mantienen expectantes a la espera de algún transeúnte que juegue a viajar en el tiempo y descubrir su fascinante pasado.

El Palacio de Parcent

La investigadora Mercedes Gómez Ferrer realizó un fantástico estudio sobre este edificio cuya historia se remonta a 1635, cuando una notable familia de origen italiano comenzó a adquirir diversos terrenos que se transformarían con el paso del tiempo en lo que coloquialmente llamaríamos un casoplón con torres de carácter medieval en algunos de sus ángulos.

Su aspecto exterior, descuidado por avatares históricos y por la propia naturaleza constructiva por fases fue totalmente modificado a finales del siglo XVIII, siguiendo la moda imperante, la del neoclasicismo. Vicente Marzo transformó el voluminoso edificio y lo convirtió en uno de los palacios estrella de la ciudad, siguiendo en parte un modelo establecido en otro edificio valenciano, el Palacio de Jura Real, elaborado pocos años antes en la antigua Bajada de San Francisco (actual plaza del Ayuntamiento), y del que por cierto, en Viveros se conservan restos de su antiguo ingreso.

Pero volvamos al Palacio de Parcent. Tras la demolición del Palacio Real en 1810, se convirtió en la joya de la corona, bueno, de la ciudad. Amén del episodio descrito del Bonaparte, acogería en 1829 una notable fiesta para diversos miembros de la realeza. Las fuentes confirman que de los muros de aquel palacio colgaban las pinturas más excelsas de la época. Les hago memoria: todo esto ocurría en la construcción que ocupaba los actuales jardines de Parcent. Casi cuesta creerlo.

Sin embargo, sus propietarios se desplazaron a Madrid, sin apenas mostrar interés en su conservación. El declive era inminente: se convirtió en sede de múltiples sociedades, de gremios, etc. Las dependencias se arrendaban de manera independiente, para todo tipo de usos, pero incluso destartalado, y ya ausente de personalidad, se consideró muy seriamente que el Palacio de Parcent se convirtiera en la sede del Museo de Bellas Artes de Valencia. Corría el año 1940 y sólo los ingentes gastos que provocarían la reforma de cerca de 3000 m frenaron el proyecto. El final lo saben. Fue demolido en 1965, tras un infortunado derrumbe parcial que acabó con la vida de una mujer.

Un paseo por los Viveros de Valencia y sus proximidades nos ofrece diversas y majestuosas entradas de edificios ya inexistentes. Precisamente una de ellas también se relaciona con los condes de Parcent, quienes disponían de otra hermosa casa en las afueras de Valencia, en el camino de Quart. De ella sólo sobrevivió su portalón barroco realizado en ladrillo donde destaca el escudo de los Cernecio, la familia de origen italiano ya referida.

Aquellos pocos restos fueron entregados como obsequio a la Academia de Bellas Artes de Valencia para su posterior ubicación en un pabellón de la principal pinacoteca de nuestra ciudad. Muy cerca, en el lateral exterior de este museo que recae a los jardines del Real, se encuentra otra fantástica puerta, la de la «Casa dels Gegants» o «de les Maces». Por cierto, sin ánimo de polémica, ni conocimiento de causa, un servidor se aventura a imaginar este hermoso fragmento de fachada formando parte algún día del recorrido para un nuevo ingreso al museo. Atravesar el portalón del Palacio de los Duques de Mandas entre la luz, el olor y el sonido del agua que emana el extraordinario jardín es todo un gozo para los sentidos. Quizá el preámbulo idóneo para disfrutar de los fondos museísticos.

La portada de este palacio se construyó en la primera mitad del siglo XVI para dar acceso a un gran edificio perteneciente al ínclito linaje Ladrón de Vilanova, antes incluso de disponer del famoso título nobiliario. Erigido en la calle Avellanas, fue derribado en 1864. Su portada pétrea, flanqueada por columnas, presenta una excelsa labra escultórica repleta de motivos, como el fantástico escudo, los salvajes, los clípeos con rostros o los motivos vegetales. Fue conservada. Pasaría a formar parte de los fondos del Museo de Bellas Artes, por la época en el antiguo Convento del Carmen, donde, al igual que los restos del desaparecido Palacio del Embajador Vich, se mostraría durante décadas en una sala dedicada a restos arqueológicos.

A unos 20 metros de esta última portada descrita se encuentra parte de la fachada del Convento de San Julián, cuyo origen se remonta al siglo XV. Este convento se ubicaba en la calle Sagunto. Tras sufrir un incendio durante la Guerra Civil, su estado de ruina motivó que fuera derrocado en 1944.

Si observan atentamente la antigua portada del convento, sabrán, con una simple operación matemática, que durante casi dos siglos y medio aquella monumental entrada con la figura de un santo incluida (probablemente San Julián), fue testigo de la guerra de sucesión española, de la guerra contra los franceses y de multitud de episodios históricos, por fortuna no siempre bélicos.

En eje con la figura del santo, en la parte inferior, un medallón que representa uno de los símbolos agustinos (corazón atravesado por dos flechas) incluye la fecha en la que probablemente se inauguró la portada, en 1697. Su emplazamiento actual data de 1952.

En otro lado de los Viveros, sirviendo de acceso desde la calle Jaca, se sitúa una de las antiguas puertas del Palacio de Jura Real, edificio neoclásico de 1772. En otro ingreso al jardín se conserva la sobria portada del Palacio de los Condes de l'Alcùdia i Gestalgar, donde descuella un escudo heráldico de bella factura. Las antiguas puertas de históricos edificios de Valencia son el eco lejano de otro tiempo que al menos nos permite intuir sus correspondientes y lejanas voces emisoras. Su intriga, al igual que su belleza, está en los ojos de quien las mira.

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