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El Cabanyal, dos años de promesas incumplidas

El Cabanyal, dos años de promesas incumplidas

Los agentes sociales exigen al Ayuntamiento que actúe ya en la zona más degradada

ÁLEX SERRANO

Lunes, 24 de abril 2017, 00:49

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Una vez asentado el polvo de las obras municipales y silenciadas las máquinas que rehabilitan casas privadas, lo que queda en el barrio del Cabanyal es un vecindario cansado, el ruido de las peleas de gallos y el atronador eco de las promesas incumplidas. Un paseo por el barrio y una serie de entrevistas con los agentes sociales más importantes del barrio marinero por excelencia de la ciudad revela que buena parte del vecindario esperaba más de un Gobierno municipal que, a puertas del ecuador del mandato, recibe serias reprimendas por parte de quienes ven que al aumento de la limpieza y de las licencias de obras, paralizadas durante años por la orden ministerial de 2010 que, en la lectura del anterior gobierno del PP, impedía cualquier obra en el barrio, no les acompaña un refuerzo en la seguridad que haga más fácil la convivencia.

La mayor parte de las molestias se concentran en torno a la zona cero, como se conoce a las calles que habrían desaparecido si hubiera prosperado la intención del Consistorio de Rita Barberá de ampliar Blasco Ibáñez casi hasta el mar. El pasado viernes, Salvem el Cabanyal (que continúa reivindicando un nuevo futuro para el barrio como cuando gobernaba el PP) emitió un comunicado en el que informaba de las quejas vecinales respecto a las peleas de gallos ilegales que se montan en determinadas calles del Marítimo. «En las acciones a corto plazo, los gestores de la administración pública tienen la obligación de implementar soluciones a las difíciles condiciones de vida de la ciudadanía y, sentimos tener que decirlo, no es todo lo eficaz que espera el vecindario en general», explicó la entidad en un comunicado.

Y es que los ruidos en la vía pública, la música hasta altas horas de la madrugada, el menudeo de droga, las hogueras improvisadas e incluso las peleas de gallos hacen muy difícil la convivencia en la zona más degradada del barrio. El Cabanyal vive a dos velocidades: la de calles como la Reina, reurbanizadas y con locales de ocio que aparecen en sus travesías con relativa frecuencia y la de otras como Sant Pere, donde la degradación se enseñorea de la vía pública.

Las sensaciones de quienes viven en el Cabanyal van también a dos velocidades. Los hay esperanzados y contentos con el tripartito porque destacan las obras, las licencias que se entregan para hacer obras o levantar nuevas casas en solares vacíos pero también los hay que les gustaría que todo fuera más rápido. El mismo alcalde de Valencia, Joan Ribó, repetía, antes de verano de 2016, a quien quiera que le preguntara que los plazos administrativos son distintos de los plazos de la política y se escudaba en años de inmovilismo para explicar los retrasos del Consistorio.

En medio mandato, cuando está a punto de cruzarse el rubicón del ecuador de los primeros cuatro años de Compromís, PSPV y València en Comú a los mandos de la ciudad, el barrio marinero por excelencia de Valencia ha vivido desde promesas en la prensa (las máquinas querían entrar en el barrio en verano de 2016) hasta reuniones más o menos satisfactorias con los responsables municipales que se han ido concretando en la solicitud de fondos europeos a Bruselas y en las primeras licencias y obras de reurbanización en un barrio que poco a poco parece ir recuperando parte del lustro perdido.

Las promesas continúan incumplidas. No vuelve la vida a la zona de la prolongación, pese a que el Consistorio llegó a estudiar, en agosto de 2015, al poco de llegar el tripartito al Ayuntamiento, proponer a quienes vendieron sus casas volver a las mismas. Pero esas viviendas están, como comentan los vecinos del Cabanyal, o en ruinas u okupadas, y a veces las dos cosas, por lo que la idea no llegó a concretarse. Amparo Moliner, presidenta de Sí Volem, lamenta que la zona cero «sigue igual, no veo movimiento». «Los más preocupantes son temas de convivencia y de seguridad, todo sigue igual o un poquito peor. Se continúan ocupando casas», denuncia Moliner, que insiste en que la gente que se fue «no está volviendo». «Los que continuamos aquí vemos que se están reformando casas que antes no se reformaban pero no para que la gente vuelva a vivir. La zona degradada va ampliándose. Es gente que vive en la calle: igual se pone a tocar la guitarra con dos litronas a medianoche», critica Moliner. La dirigente vecinal destaca que, para que los vecinos volvieran a vivir en el barrio, habría que solucionar un problema «social»: «Si no erradicas el problema de convivencia nadie va a querer compartir casa puerta con puerta». «El barrio continúa como estaba», sentencia Amparo Moliner abatida.

En 2016 no mejoró la situación en el Cabanyal. Tanto es así que en verano las protestas de la práctica totalidad de las asociaciones vecinales del barrio motivaron en noviembre un pleno extraordinario sobre el Cabanyal del que salió el compromiso de invertir 1,7 millones en reurbanizar varias calles del barrio. El anuncio fue visto por buenos ojos por los vecinos del Cabanyal, pero la primera obra del tripartito en la cuadrícula urbana del Marítimo no llegó hasta enero de 2017, concretamente 19 meses después de la llegada del tripartito al poder.

Incluso desde Salvem critican la inacción municipal. El portavoz de la asociación, Faustino Villora, comenta que hay «dejadez» en el tema de la mejora de la convivencia, «como si se hubiera dejado a largo plazo o como si se confiara en que la misma reurbanización acabaran con ella». «No se están enfrentando al problema», lamenta Villora, que recuerda que las obras públicas anunciadas en el barrio «están programadas, a veces, para acabar en 2019».

Villora destaca que los vecinos tienen el derecho «a vivir en su casa de una manera digna». «No hay nada de labor en este aspecto y el patrimonio municipal sigue igual: no hay ninguna planificación tras dos años», recuerda Villora, que hace hincapié en que una de las alternativas propuestas por el Consistorio para las casas municipales, que es gestionarlas en régimen de cooperativa, «no se conoce el plan que hay». «Parece que la cosa se anima pero no se detienen las actividades ilegales. Venta de droga, chatarrerías en locales sin cédula de habitabilidad... No es un problema racial, sino de convivencia entre personas», sentencia Villora.

Y eso que Salvem es una de las asociaciones que más celebró la llegada del tripartito al poder, a la vez que advertía a los responsables del mismo, muchos de ellos vecinos del barrio o relacionados con el tejido asociativo del mismo (Sandra Gómez, pero también María Oliver o Isabel Lozano), de que no se iban a callar si no llegaba la esperada recuperación, ansiada tras lo que denunciaron como años de abandono por parte del Gobierno de Rita Barberá.

Esperanzas en 2017

Todas las asociaciones consultadas tienen puestas muchas esperanzas en 2017, el año en que esperan que por fin el Consistorio empiece a trabajar con los problemas de inseguridad que sufren las calles más cercanas a la zona cero. De hecho, en enero empezaron las obras de reurbanización de varias calles en el barrio, unos trabajos que se detuvieron con la llegada de la Semana Santa Marinera y se han retomado esta misma semana.

El presidente de la Asociación de Comerciantes, Industriales y Profesionales del Marítimo, Grau Vell, Canyameral, Cabanyal-Cap de França, más conocida simplemente por su acrónimo Acipmar, Francisco Ortega, destaca que con el tripartito «se ha avanzado muchísimo» y que el acuerdo entre la Policía Local de Valencia y la Nacional firmado el pasado verano «da sus frutos». «Se están abriendo más locales y eso lo está fomentando el Ayuntamiento», asegura.

Sin embargo, Ortega insiste en la necesidad de enfrentarse de una vez por todas a los problemas de seguridad. «Va lento lo de la seguridad. Es una asignatura más pendiente: la conciliación de los vecinos con las actividades que se hacen en la calle y las incomodidades que se están generando. Es una batalla que tiene el Ayuntamiento. Tiene que ir de la mano de trabajar por la integración social. Es lo que menos han atacado», comenta el dirigen de los comerciantes del barrio.

Los vecinos también destacan la mejora en la limpieza, sobre todo la pasada semana, cuando la celebración de la Semana Santa Marinera concentró a miles de personas en las calles del barrio. Así lo asegura Pepa Dasí, presidenta de la Asociación de Vecinos del Cabanyal-Canyamelar, que comenta que están «a la espera» de ver cómo se desarrollan durante este año «las cosas de convivencia». «Parece ser que poco a poco hay más actuación policial e iremos mejorando la situación pero hace falta atención social para ver las familias que están ahí, en la zona cero, donde iba a ir la prolongación», comenta Dasí, que se muestra «optimista»: «Tengo esperanzas de que poco a poco se vayan solucionando».

«Cuando el problema social se vaya aclarando, pienso que todo va a ir bien», dice Pepa Dasí. Ejemplifica la sensación de un barrio que mira a sus gobernantes expectante cuando se cumple el ecuador del mandato del tripartito.

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