Borrar
Urgente Lluvia de premios con la Primitiva del jueves que entrega un premio de 46.550 euros en una administración de Valencia
Paco otea la calle en busca de coches tras un aparcamiento junto a la zona azul del Nuevo Centro. :: a. ch.
Gorrillas en Valencia por 1.200 euros al mes

Gorrillas en Valencia por 1.200 euros al mes

Parados, inmigrantes expulsados del sector de la construcción y residentes en habitaciones alquiladas, perfil de la profesión callejera

ARTURO CHECA

Jueves, 2 de febrero 2017, 20:13

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Gorrillas no es sinónimo de precariedad. Al menos no más precariedad que la de no pocos contratos laborales o la de la gran mayoría de los jóvenes en su acceso al mundo laboral. Mientras se desploman las sanciones del Ayuntamiento al considerarlas «inútiles», como subrayó la concejal de Policía Local, Anais Menguzzato, los gorrillas son mucho más que mileuristas y acaban el mes con una cifra muy por encima del Salario Mínimo Interprofesional. Aunque sea con jornadas maratonianas de 12 horas, todo el día en la calle, apenas parando para comerse un bocadillo y viviendo luego en una habitación alquilada. Aunque tampoco esto es muy diferente del día a día de muchos asalariados valencianos.

Tráfico de tiques de la ORA como negocio

  • Los conductores que se ven obligados a aparcar en alguna zona azul de la ORA de Valencia, con presencia de gorrillas, hace tiempo que denuncian una situación el uso de los aparcacoches de los tickets del parking para lograr propina de los automovilistas. El miércoles un paseo por la avenida Campanar permite comprobar este tráfico. Cuando un conductor deja su estacionamiento, los gorrillas se acercan a él para pedirles el papel de la ORA. Si aún no se ha agotado el tiempo de estacionamiento, emplean el recibo para ofrecérselo a otro automovilista a cambio de algunas monedas. «Ellos ganan y nosotros también», explica un joven de origen subsahariano que reconoce la práctica con dos tickets en la mano junto a la antigua La Fe. Prefiere no dar su nombre. «Tengo mucho dinero. Descargo camiones, pero ahora 'sin trabaja'. Hasta que me llame mi jefe...», y se va con sus recibos de la ORA.

«Al día podemos sacar 20, 30... 50 si es un día muy bueno, pero echándole muchas horas». Haciendo la cuenta, a una media de 40 euros, hasta 1.200 euros al mes, sólo con un día de descanso, eso sí. «Entramos a las 9.30 y hasta las ocho que salimos», explica con el mismo lengua de quien narra su horario laboral». Lo cuenta Paco entre el enjambre de vehículos y peatones que rodea los accesos a Nuevo Centro, uno de los dominios gorrillas de la capital. Hay que acercarse a él y preguntarle para cerciorarse de que es un aparcacoches. Luce un exquisito corte de pelo, una cuidada chaqueta vaquera de acabado con imitación de ante, calzado deportivo y una bufanda de lino anudada al cuello. Su apariencia no revela que es un gorrilla, sólo su actitud a la expectativa entre dos coches. Tampoco su pasado. «Tengo 22 años cotizados». Camarero, albañil, empleos «por toda España»... Aquellos eran los tiempos en los que Paco, de 51 años, rozaba los 2.000 euros al mes. Hoy lleva cinco años empleado en la calle y evita los roces con la policía y otros aparcacoches. «Los agentes no nos molestan, si tú no eres conflictivo, y la mayoría no lo somos. El que no quiere pagar, no paga. Y con los 'compañeros, lo mismo. Nos repartimos las zonas y sin problema», subraya a mediodía. Hacia las dos comerá 'en la oficina', «un bocadillo con fiambre del Mercadona», hasta que anochezca y se vaya a la habitación de alquiler que comparte con Inma.

Multas de 200 euros

Aunque Inma en realidad no es Inma. «No pongas mi nombre real. Mi familia no sabe que trabajo aparcando coches, les digo que soy camarera». Está junto a Paco en la avenida Pío XII. Al verla a ella sí es fácil saber a qué se dedica. Lleva una gorra negra con 'gorrilla' escrito sobre la visera. «La policía me dice que soy una faltona», apunta con humor. Limpiando casas, de camarera... su pasado también está lleno de oficios. Y ella sí señala la operatividad de la Policía Local: «Yo tuve que pagar una multa de 200 euros por estar en la vía pública. Si tienes un domicilio, te la notifican. Y si no pagas, acabas en la cárcel. Al final a los que delinquen les sale más barato, porque como son insolventes, ni pagan ni van a la cárcel».

Al otro lado de la avenida, a 3.000 kilómetros de su Rumanía natal, Adrián apura un cigarro. «De los baratos, a 2,50 el paquete», puntualiza. Llegó hace 14 años a España y dejó atrás un matrimonio roto y a su hijo. «No lo veo desde entonces». Él rebaja a «20 euros al día» lo que suele sacar. «Todos los días de la semana». Al final iguala el salario mínimo. «Para comer y poco más». Ubica su hogar en una casa abandonada. Allí acabó tras convertirse en uno de tantos despojos humanos del fin de la burbuja de la construcción. «Era oficial de primera, cobraba más de 2.000 euros, pero aquello se acabó...». Cinco años lleva en el mismo sitio. Con «clientes» (así los llama) que asegura que hasta le dan las llaves para aparcar sus coches «y luego se las llevo a la oficina». Niega cualquier problema con la policía, ni las coacciones para pagar que aluden muchos conductores. «no hay problema», enfatiza Adrián. Y en la mañana que este reportero pasa por las zonas de gorrillas de Campanar, tampoco ni rastro de una patrulla.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios