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El oficial David García, junto a un coche patrulla de la Policía Local de Requena. :: lp
«A la cuarta palmada en la espalda, el bebé revivió»

«A la cuarta palmada en la espalda, el bebé revivió»

Un policía local de Requena evita la muerte de un niño de cinco meses que se ahogaba tras sufrir unos vómitos

J. A. MARRAHÍ

Jueves, 12 de enero 2017, 00:02

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David García, un requenense de 36 años que trabaja como oficial de la Policía Local de su municipio vivió el lunes uno de esos servicios que marcan la vida de un agente. «He pasado una noche sin dormir y cada vez que recuerdo cómo me encontré al niño me tiemblan las piernas». Su rápida reacción y su buena formación, unidos a los primeros auxilios de la madre, evitaron la muerte de un pequeño de sólo cinco meses que se ahogaba después de sufrir unos vómitos en su casa. «Había practicado la maniobra de Heimlich con un muñeco hace dos años, en los cursos para oficial, pero el niño que tuve el lunes entre mis brazos era real. De carne y hueso».

Con una carrera de 13 años como policía, casado y padre de un hijo de dos años, se enfrentó a la emergencia el lunes. David recuerda la hora con exactitud. «Eran las 17.22». Fue la madre de la criatura, Sheila, la que dio la voz de alarma con una llamada telefónica. Su hijo no respondía después de vomitar y se estaba poniendo cada vez más amoratado. Su esposo estaba trabajando en ese momento y la madre se vio sola y aterrorizada en una situación límite.

«Por suerte estaba muy cerca de la casa del niño, en la calle Luis Verdú. A sólo 200 metros», recuerda el oficial de la policía requenense. Con luces prioritarias, sirenas y acelerador a fondo, David se plantó «en menos de un minuto» en la vivienda. Subió las escaleras tan rápido como pudo hasta el cuarto piso y allí le abrió la puerta una madre hundida por la desesperación y el pánico.

Unos pocos minutos antes, la joven se había volcado con su único hijo realizándole unos primeros auxilios que, según David, «fueron también fundamentales para evitar la muerte del niño». La madre le practicó masaje cardiaco y además le insufló aire con el boca a boca. «Estoy convencido que sin ese pequeño aporte de aire el bebé se nos hubiera quedado allí».

Cuando el agente se presentó en la casa, Sheila gritaba y lloraba desconsolada, presa de un ataque de ansiedad: «¡Que se muere, que se muere!». El pequeño estaba «tendido boca arriba, en estado cianótico». El policía acercó su cara a la boca del bebé en busca de respiración. Y no encontró aliento más allá de un «levísimo sonido de esfuerzo».

En medio de semejante tensión, la memoria de David viajó a velocidad luz dos años atrás, al curso en el IVASPE para convertirse en oficial en el que recibió instrucción para reanimación y primeros auxilios. Recordó a la perfección que la maniobra de Heimlich para recuperar a menores de un año atragantados varía respecto a la de adultos y se puso manos a la obra de manera «casi automática».

«Lo sostuve boca abajo tendido parcialmente sobre mi antebrazo y comencé a darle palmadas contundentes en la espalda». Una. Dos. Sin respuesta. Tres. «Y a la cuarta palmada el bebé revivió y rompió a llorar», rememora. «En ese momento me temblaban las piernas y sentí un alivio que no puedo explicar con palabras», confiesa. El pequeño volvía a respirar entre lagrimones.

Al poco tiempo llegó un equipo del SAMU. Tras comprobar que la reanimación había sido exitosa, el médico elogió la rápida intervención del policía. El bebé fue evacuado al Hospital de Requena y está ya fuera de peligro. Sus padres se deshacen en agradecimientos y David reconoce que se trata «del servicio más gratificante de su vida».

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