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Barcas varadas en el muelle del canal de El Tremolar, que comunica Valencia con la Albufera. ::
El otro puerto de Valencia

El otro puerto de Valencia

El 'ravatxol' era una gran barca que repartía el correo y llevaba a los jornaleros por los campos de la Albufera y sus laberínticos canales

VICENTE LLADRÓ

Domingo, 22 de noviembre 2015, 00:16

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Sentados a la sombra de las casas, casi al borde del canal, Ramón Ballester y Francisco Planells reviven aquellos tiempos de esplendor, cuando llegaban con sus grandes barcas de carga repletas de matas de arroz recién segado, para separar el grano en las trilladoras que se concentraban aquí, alrededor del pequeño puerto de El Tremolar.

Ramón, el de 'Ca Linos', y Francisco, de 'Ca Els Chops', iban y venían incansablemente en época de siega, hasta de noche, porque el tiempo apremiaba y había que sacarse el jornal. Dominaban la Albufera, 'els tancats' y los canales como la palma de la mano. Iban hasta de noche, sin luces, tan solo guiados por «la claror de l'aigua» y los destellos del faro del puerto de Valencia. Nunca se perdían y sólo paraban «si hi havia boira».

Las barcas eran mucho más grandes que las de ahora para recreo. Las más potentes cargaban hasta 120 sacos de 75 kilos, y citan algunas de nombres sonoros, como 'La Artillera' o 'La Pasiega, y la del 'tio Cirilo'.

También recuerdan claramente el 'ravatxol' del tío Pepe, una especie de autobús acuático que comunicaba el embarcadero de El Tremolar con todo el lago y llegaba hasta El Perelló y los 'tancats' del Campot, de Zacarés.... Era el otro puerto de Valencia, el punto más cercano a la capital para adentrarse hacia la Albufera. Por eso se concentraron aquí las grandes trilladoras, las fijas y después las móviles. Una de ellas, la del 'Pasiego', se mantiene totalmente entera; de otra, la de 'Caguetes', queda en pie parte del edificio y su inconfundible chimenea. La del 'Pasiego' tiene intacta toda la maquinaria y es una verdadera lástima que no cuente con mejor fin, como museo etnográfico. En realidad a todo el entorno de El Tremolar le hace falta una restauración que revitalizara lo que aún queda y diera memoria de lo que fue, porque puede tener una magnífica finalidad cultural, turística y de ocio.

Por las trilladoras de El Tremolar pasaba gran parte del arroz de la Albufera. Primero funcionaron con máquinas de vapor y luego con motores eléctricos, hasta que las fue arrinconando la mecanización que se generalizó a partir de los años sesenta del pasado siglo. Llegaron las grandes segadoras-trilladoras automotrices y también los tractores y camiones. Ya no hacía falta llevar las gavillas ni trasegar con el grano por el canal. Del campo, a los silos y a los molinos por carreteras y caminos. Cambió todo radicalmente.

Tampoco hacía falta que el 'ravatxol' cumpliera su vieja misión de repartir cada mañana a los jornaleros que iban a virbar los campos y que al final del día los trajera de vuelta. El barquero hacía sonar un gran caracol de mar, como aviso para que salieran a los puntos de encuentro, «y el que no estuviera listo -recuerda con sorna Ramón- se quedaba y era el primero para el día siguiente».

Venían cuadrillas de segadores de Tuéjar, Buñol, Benifayó, Lliria... Y antes de subir al 'ravatxol', que hacía también de barca-correo, compraban comida y tomaban algo en la tienda-bar del tío Paco Lladró, que llegó de Turís y se estableció con su familia. Hoy lo recuerda su hija Pepa, que aún mantiene el pequeño comercio de comestibles y no se quiere jubilar, porque está enamorada de todo esto, de la historia, de lo que fue El Tremolar y de lo que podría ser si se pusiera un mínimo interés. Si al menos se limpiara el canal... Pero Pepa Lladró detalla que a partir de esta acera es término municipal de Alfafar, mientras que la de enfrente ya es Valencia. Un problema añadido para enmarañar la burocracia oficial.

Cuando este pequeño puerto estaba en plena actividad, cuenta Pepa que las barcas también descargaban aquí el granito que se sacaba de la Albufera y que se empleaba en la construcción. De igual modo era punto de comunicación para los señores de la ciudad, que llegaban en carruajes y coches y se adentraban por el canal en barcas de paseo para recorrer sus fincas.

En la trilladora del 'Pasiego', Ramón Tarazona mantiene la estela familiar de los 'caseros' que se instalaron allí un siglo atrás. Le gusta el sitio, aunque todo esté inactivo. Lo cuida y, si las visitas no atosigan, explica someramente cómo funcionaba todo aquello, que al lado se extienden los graneros, perfectamente encalados, y la gran explanada adoquinada del 'sequer', y que aún perdura una fuente que sigue manando, uno de los últimos 'ullals' vivos del marjal 'albuferenc'.

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