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La plaza de la Virgen, una de las zonas de Valencia rodeada por terrazas.
La ciudad de las terrazas

La ciudad de las terrazas

La nueva ordenanza limita el espacio a usar de los casi 3.300 locales que instalan mesas y sillas en las calles

Carlos Garsán

Viernes, 29 de mayo 2015, 21:42

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La gran foto de familia que se hicieron la pasada semana los hosteleros de algunas de las calles más céntricas de Valencia, en protesta por la limitación de sus terrazas, ha puesto el foco en una situación que el Ayuntamiento trata de regular con la nueva ordenanza de dominio público pero que queda desbordada por la actividad de la ciudad. Las casi 3.300 autorizaciones de mesas y sillas son un número que roza la saturación y, en ocasiones, el colapso.

Ante esta situación, la presidenta de la Federación de Vecinos, María José Broseta, recuerda que la entidad se opuso a la ordenanza: "La queríamos más restrictiva; prácticamente en todas las calles hay y los problemas son cada vez mayores".

¿Cuál es la solución? Parece que lo obvio es llegar a un acuerdo entre los implicados, aunque no resulta tan sencillo como parece. El concejal de Coordinación Jurídica, Félix Crespo, responsable de las licencias de actividad y padre de la ordenanza, asegura que los hosteleros de la fotografía "conocían hace año y medio que las terrazas tenían que reducirse", para señalar a su vez la saturación de esas calles, donde apenas queda lugar para peatones.

Las calles a las que se refiere son un botón de muestra, aunque Broseta pide que se ponga también el foco en lo que ocurre a partir de la llegada de la noche en toda la ciudad. "Como hay menos vigilancia policial, se ponen más mesas y sillas en muchos locales, por no hablar del incumplimiento del horario de cierre", dice.

Este es un problema para vecinos y, también, para aquellos hosteleros que sí cumplen. Hace apenas unos meses que José Ferreira desembarcó en la calle Ribera con Ingredients Café. Su nueva terraza nace tras las líneas verdes de la nueva ordenanza, no conoce otra. "He ganado porque he pasado de no tener a tener terraza, pero con la reducción de mesas estamos ganando un 40% menos de lo que teníamos previsto. Hay días que no llegamos al mínimo para cubrir gastos", afirma. El empresario admite estar en "periodo de prueba" y se pregunta si compensará abrir un bar en el centro de no modificarse la ordenanza.

Él es uno de los 43 empresarios que esta misma semana se han unido de la mano de la Federación de Hostelería de Valencia para pedir al Ayuntamiento la revisión de la ordenanza. Cafeterías y restaurantes de las calles Ribera, Convento Santa Clara, Mossen Femande, Martínez Cubells o paseo de Ruzafa lanzaron una campaña para pedir al Consistorio que se retrase el marcado de terrazas hasta después de verano. Si bien, es el 1 de agosto la fecha límite para pintar la totalidad de los espacios.

El motivo de la eclosión de las terrazas tiene un origen conocido. La ley antitabaco, primero con mamparas dentro de los locales y después ampliada a la prohibición total, hizo que muchos hosteleros tuvieran que centrar su negocio más allá de allá de la puerta de sus locales. De este modo, las solicitudes empezaron a llover en el Ayuntamiento y cada año aumenta la cifra. En el último ejercicio el incremento ha sido de 303 autorizaciones. De ahí la necesidad de regular de nuevo las distancias mínimas para los peatones, los requisitos en el mobiliario y la superficie máxima.

La Federación de Vecinos alegó, entre otras cuestiones, contra este punto y que se redujera el índice que mide el espacio de las terrazas. "Pedimos que fuera de 1,3 metros cuadrados por cada persona de aforo en el local, aunque al final lo dejaron en 1,75 metros cuadrados". Aunque lo peor para Broseta es que "no se hace cumplir las licencias a todos por falta de inspecciones y eso hace que campe el descontrol". Cita como ejemplo su barrio, Ruzafa, donde "hay gente que cumple y otros no. Entre ellos hay competencia desleal y al final los perjudicados son los vecinos".

También es interesante el aspecto fiscal. En 2009, el Consistorio hizo una previsión en el presupuesto de ingresar 945.000 euros, mientras que este año es de 2,25 millones. De nuevo se ve en la evolución de las cifras la influencia de la ley antitabaco.

Otra cuestión es si estas empresas pagan. El concejal socialista Pedro Sánchez lo tiene muy claro: "Es evidente el descontrol de la gestión del PP porque las previsiones casi siempre eran superiores al resultado final, con lo que se demuestra que se utilizaban para cuadrar los presupuestos. Pero también descontrol, porque la cantidad pendiente de cobro a final año en muchos casos supera el medio millón de euros".

Uno de los barrios más afectados por la saturación de los bares ha sido el conocido como de la zona de Woody. La presidenta de la asociación vecinal AVEGAS, Carmina del Río, es a su vez vocal de Ruido en la Federación de Vecinos. "Todo el mundo está a disgusto, tanto los vecinos que soportan los ruidos de las terrazas y la saturación de las calles como los hosteleros que cumplen".

La zona de la antigua discoteca Woody está declarada como zona acústicamente saturada (ZAS), con régimen especial para la hostelería, aunque eso no evita los problemas de convivencia. "Con la excusa del buen tiempo se ha generalizado que todas las calles se pueden ocupar con mesas y sillas. ¿Por qué no hacerlo con representaciones teatrales o actividades para niños? ¿Sólo se puede ocupar la calle para beber?", se pregunta.

La presidenta de la Federación de Vecinos va un poco más allá. Broseta comenta la reurbanización de todas las calles de Ruzafa, una obra de la Generalitat prácticamente terminada. "Ha pasado lo que nos temíamos, toda la parte peatonal de los cruces se ha llenado de terrazas. Es difícil encontrar un lugar para sentarte que no sea de pago", ironiza.

Los conocidos como orejones fue la solución decidida por la Conselleria de Infraestructuras para ganar zonas peatonales, aunque fuera a costa de plazas de aparcamiento. Lo mismo pasará en los cruces del Ensanche, donde ya se ha realizado una primera prueba entre las calles Cirilo Amorós y Félix Pizcueta.

El concejal Crespo recuerda que desde primeros de mayo se ha puesto un inspector en cada junta de distrito para acelerar el marcado de las terrazas. Los hosteleros deben delimitar el espacio asignado por el Consistorio con unas marcas de pintura verde. A principios de mayo se habían realizado poco más de 200 intervenciones de más de 3.000 terrazas.

Los comerciantes del centro y el Ensanche, por su parte, plantean dos soluciones para la convivencia. La primera pasa por evitar concentraciones "que monopolicen y desequilibren espacios de alto valor comercial". La segunda es más concreta y se refiere a plantear la extensión de la limitación de concesión de licencias en Ruzafa a calles Adressadors, Maestro Clavé, En Sanz, Arzobispo Mayoral y otras zonas del Ensanche.

Son los mismos hosteleros de Ciutat Vella los que, en su protesta, admitieron el gran número de locales que existen en la isla peatonal frente a la estación del Norte. De esta forma, propusieron que, como se ha hecho en el barrio de Ruzafa, se limite la apertura de nuevos locales en el centro.

Mientras que en 2014 se superó la barrera de los 3.000, parece que el aumento vertiginoso de establecimientos con terraza toca techo en una Valencia que tiene hasta el 1 de agosto para hacerlas menguar a base de pintura verde.

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