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El Jardín del Carmen, primer regalo de Román Jiménez
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El Jardín del Carmen, primer regalo de Román Jiménez

Se cumplen 50 años de la inauguración de la fuente de Mariano Benlliure junto a la iglesia del Carmen

F. P. PUCHE

Jueves, 17 de julio 2014, 00:09

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El 16 de julio de 1964, al anochecer, el alcalde de Valencia, Adolfo Rincón de Arellano, inauguró una nueva plaza en un lugar entrañable: junto a la iglesia del Carmen, en la confluencia con la calle de Padre Huérfanos. Minutos antes de la inauguración, el grupo de tenientes de alcalde y altos cargos municipales, acompañados del párroco y los festeros de la barriada, vieron con curiosidad la llegada a las inmediaciones de un muchacho joven, elegantemente vestido de traje de verano, que estacionó su moderno coche descapotable blanco y se unió al grupo oficial.

I eixe home tan elegant qui es?

El arquitecte de l'Ajuntament, Román Jiménez.

Tenía apenas 32 años. Se había licenciado como arquitecto en Barcelona y se doctoró en Madrid. Y desde el año anterior era arquitecto municipal de la ciudad de Valencia, a la que iba a 'regalar' su primer diseño, una obra sensible, ubicada en un rincón entrañable de la ciudad. Como él mismo dijo a Ricardo Dasí en una entrevista, «un monumento homenaje (a Mariano Benlliure) por medio de su obra».

La 'Fuente de los Niños' fue modelada por el escultor valenciano en 1917 para el jardín del marqués de Veldecilla: un grupo de bebés juega y se arremolina al borde del agua y uno de ellos está cayendo a la alberca. Pero en el Museo de Bellas Artes de Valencia existía un molde de la obra, de la que se sacaron copias, destinadas al propio Museo, que hoy la exhibe en su patio interior, y a la ciudad. El periodista Vicente Vidal Corella, en LAS PROVINCIAS (9.09.1962) lanzó la idea de hacer una copia para alguna plaza pública. En la entrevista, Román Jiménez develaba que se había pensado en el Parterre o en la plaza de la Reina, aunque el interés del alcalde por el barrio del Carmen, «uno de los más castigados por la triste riada», había vencido finalmente.

En el diseño de la plaza, Román Jiménez propuso elevar cuarenta centímetros la plataforma del jardín sobre el nivel de la calle. La fuente, al fondo de la plaza, presidía el extremo de una alberca rectangular, recubierta con azulejos valencianos «de mocadoret», blancos y verdes, iluminados de noche por focos sumergidos. Tras el bloque que sustentaba la fuente, el homenaje a Benlliure se lograba a través de la trasposición de una obra de Sorolla. Pero fue en el nuevo jardín donde el joven arquitecto municipal puso una sensibilidad capaz de convertir la arquitectura en jardinería: naranjos, rosales, hiedra para la fea fachada lateral del templo y cipreses, en arcos y aislados, para recortar.

Pese a la fecha, en puertas del tradicional 18 de Julio falangista y en plena celebración de los «XXV años de Paz», la inauguración tuvo un sesgo muy distinto. El alcalde quiso celebrarla en la víspera de la Virgen del Carmen y dedicar al castigado barrio el gesto amistoso del Ayuntamiento. Por eso estaban los festeros del barrio, junto con un grupo de muchachas ataviadas de valenciana, encabezados por el párroco, don Alejo Sendra, que leyó las cariñosas cartas del alcalde a sus demandas para el barrio y para la plaza que, antes de la reforma, era un feo rincón.

La obra, que se habría de completar con la de la propia plaza del Carmen y el monumento al pintor Juan de Juanes, formó parte del rosario de «detalles urbanos» de la alcaldía de Rincón: plazas entrañables, rincones bien diseñados que humanizan la ciudad. Donde Román Jiménez y Pedro Soler, su eterno colaborador, dejaron su mejor impronta.

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