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A. CHECA
Viernes, 6 de mayo 2016, 20:11
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Blas Alabau suspira desde su pequeño despacho del lavadero de coches que regenta en Alfafar. Relee el titular que confiesa que le puso los pelos de punta. 'Un hombre pone en venta un riñón para no perder su casa por una deuda', como publicó en exclusiva LAS PROVINCIAS. «Veo esto, y veo lo que quiere hacer, y yo tengo que ayudarle como sea», confiesa el propietario del negocio. Con cuatro trabajadores empleados y uno recién dado de alta, el empresario admite que su firma no está para tirar cohetes, «pero si puedo darle empleo al menos durante un tiempo, o buscarle algo de lo suyo, o incluso ayudarle económicamente, adelante con ello», aseguró en conversación con este periódico, antes de pedir un número de teléfono para contactar con el ciudadano búlgaro.
Prejubilado, Blas sigue yendo prácticamente a diario al autolavado. Mecánico de profesión, no deja de revisar las máquinas. «Sé lo que cuesta ganar el dinero...». Por eso suspira otra vez al recordar cómo 5.000 euros de deuda amenazan con dejar sin casa en su país a la mujer y los dos hijos del ciudadano búlgaro. «Eso no puede ser, eso no puede ser», lamenta antes de repetir el ofrecimiento de un puesto laboral al desesperado inmigrante.
Declaró ante la policía
Mientras, un juzgado de Valencia sigue tramitando la denuncia presentada contra el hombre, aunque fuentes policiales señalaron que el caso parece abocado al archivo, al no haberse producido finalmente ninguna situación delictiva, después de que el afectado cesara en su ofrecimiento. Los carteles que él mismo pegó por varios puntos de Valencia llegaron hasta el juzgado de guardia, así como también a la Policía Nacional. El hombre prestó declaración en la Comisaría de Exposición, aunque en ningún momento fue ni siquiera detenido, y las diligencias fueron remitidas después al juzgado de guardia, como señalaron las fuentes. la causa fue entregada el jueves al Decanato de los Juzgados para su reparto y tramite.
El ciudadano búlgaro mostró en todo momento su arrepentimiento y el desconocimiento de que la venta de un órgano pudiera ser delito. La ley «no castiga el ofrecimiento», puntualizaron las fuentes policiales. De hecho, el Código Penal castiga hasta con 12 años de prisión «promover, favorecer, facilitar o publicitar el tráfico ilegal de órganos humanos». La ilegalidad se comete cuando hay dinero de por medio o existe una organización detrás que se lucra con la actividad, pero el ofrecimiento o donación altruista no es un delito. El hombre sostenía en sus carteles: «Donante vivo de riñón. Si lo necesitas».
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