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Alejandro tenía 30 años y trabajaba como pintor.
Muere el joven apuñalado en el cuello por un vecino tras una discusión de tráfico

Muere el joven apuñalado en el cuello por un vecino tras una discusión de tráfico

Alejandro Osuna, de 30 años, falleció ayer en el Hospital Clínico tras permanecer dos días en coma profundo por la agresión

JUAN CANO

Martes, 29 de septiembre 2015, 14:06

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Alejandro Osuna Ávila, el joven de 30 años apuñalado en el cuello por un vecino tras una discusión de tráfico, falleció ayer en el Hospital Clínico a causa de la agresión, que le seccionó la carótida y le provocó, además de una fuerte hemorragia, gravísimos daños neurológicos que no ha podido superar. La familia ha decidido donar sus órganos. Su madre le dijo a los médicos que, si podía servir para salvar una vida, no quería que otros padres pasaran por lo que ella está pasando.

Ale, como lo conocían sus allegados, era el mayor de tres hermanos, Pedro, de 22, y Nerea, de 20. La familia, vecina de Ciudad Jardín, tuvo que superar, hace ahora 10 años, el primer mazazo que les dio la vida, la muerte del padre. Alejandro dejó a medias el módulo que estudiaba y ayudó a su madre, que es auxiliar de enfermería en un centro psiquiátrico de la ciudad, a tirar de las riendas de la casa. Se ganaba la vida como pintor. Ayer debía haber terminado el trabajo en la que andaba. Iba a ser un día tranquilo. Sólo le quedaban tres horas de faena.

El viernes, a mediodía, se despidió de su compañero. Por la tarde, estuvo en casa de un amigo para pintarle la habitación de la hija que tendrá en breve. La suerte de Alejandro cambió esa noche, cuando se disponía a salir a cenar con su novia. La pareja bajó al garaje de su urbanización, en el número 11 de la calle Escritor Antonio Soler, en los bloques de Soliva, para coger la moto.

La chica se dio cuenta de que se le había olvidado el casco y fue a buscarlo, para lo que debía cruzar la calle que separa su plaza de parking del trastero. «Ten cuidado, que viene un coche», le advirtió su novio. Al volante del automóvil iba Rubén G. G., de 28 años. «¿Dónde vas con tanta bulla?», le recriminó Alejandro, según relata su familia. El conductor se bajó del turismo y, al parecer, se encaró con él. Tras un cruce de palabras, se marchó.

Vecino problemático

El joven se fue a cenar con su novia y, al volver, sobre las 22.15 horas, decidió ir a hablar con Rubén para aclarar las cosas. «Somos vecinos, tenemos que vernos todos los días», le dijo a un amigo, que también reside en la urbanización, quien trató de disuadirlo por el «carácter problemático» del individuo, según cuentan algunos vecinos. De hecho, aseguran que ya había protagonizado otros incidentes anteriormente en el edificio.

Alejandro tocó en varias puertas hasta dar con su vivienda. En el auto por el que envía a prisión al presunto autor de su muerte, la jueza relata de este modo lo sucedido: «Llamó a la puerta de Rubén y éste cogió un cuchillo, persiguiendo a la víctima, que salió corriendo al ver el arma; la víctima se volvió en un rellano donde hay unas piedras, momento en que el detenido lo apuñaló en el cuello, con intención de matarle, seccionándole la carótida». Según la magistrada, otro vecino le recriminó su acción, «manteniendo el detenido su actitud amenazante con el cuchillo», por lo que otras personas que se encontraban en el lugar «le arrojaron unas piedras que había en el rellano para evitar que continuara la agresión».

«Tenía intención de matar»

La jueza, al igual que la policía, restó credibilidad a la versión del acusado, que alegó legítima defensa -declaró que Alejandro no iba solo, sino acompañado de varios amigos, y que le atacaron con piedras- y llegó a afirmar que le cortó el cuello «sin querer». Los investigadores consideran que no puede justificarse la defensa propia desde el mismo momento en que la víctima se marcha y se inicia una persecución «cuchillo en mano». Para los agentes, hay muestras de un evidente animus necandi, pues «tenía intención de matar, y mató».

El acusado, al que se le imputó un presunto delito de homicidio en grado de tentativa, ahora consumado, permanece ingresado a la espera de ser operado de una fractura en un codo. La titular del Juzgado de Instrucción número 5 de Málaga, que lo interrogó este domingo en su cama del hospital, ya ha dictado contra él una orden de ingreso en prisión que se cumplirá en el mismo momento en que reciba el alta médica.

Alejandro ingresó en estado crítico en el hospital y permanecía desde el viernes en coma profundo. Pese a que los médicos apenas le habían dado esperanzas, la familia, a la que el joven estaba muy apegado, está destrozada. Una de sus primas, que se crió con él y que compartió desde cuna hasta confidencias de adolescentes, lo define como un joven «muy alegre, amable, risueño, cariñoso y extrovertido». Y también «muy amigo de sus amigos», apostilla. Le gustaban los días de campo en el cortijo con su familia, los caballos y el Málaga, afición que heredó de su padre, con el que solía ver los partidos.

La noticia de su muerte cayó como un jarro de agua fría entre los vecinos de su urbanización, a la que mudó hace aproximadamente seis años, y en la que era muy apreciado. También en el mundo de la Semana Santa, al que había estado ligado desde pequeño, ya que perteneció a las bandas de música de la Expiración, primero, y de la Esperanza, después. El tambor de El socio, como lo conocían sus compañeros de la agrupación, ha dejado un hueco imposible de llenar.

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