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J. A. MARRAHÍ/J. MARTÍNEZ
Lunes, 1 de junio 2015, 23:18
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Vicente era el vecino perfecto. Guardia civil con pareja, «joven, amable y educado con todos en el barrio», como describen los residentes de la calle Virgen del Pilar de Aldaia. Pero ayer todo cambió. Ese hombre apacible y servicial perdió los papeles y la emprendió a disparos contra los policías que acudieron a su casa tras un griterío que alarmó al vecindario. Los agentes lograron sacar a su pareja de la vivienda y, después de cinco horas intentando apaciguarlo, fue detenido durante un asalto de los GOES.
¿Por qué se comportó así? Según fuentes sanitarias, presentaba síntomas propios de un brote paranoico, la percepción de que alguien le quería hacer daño. A tenor de las primeras investigaciones y hallazgos en la casa, su mente se nubló tras ingerir alcohol y pastillas.
El hombre, de 33 años, español y guardia civil destinado en el puerto de Valencia, estaba de baja laboral por una dolencia de tobillo. Pero ni la Benemérita ni sus compañeros tenían conocimiento de una enfermedad psicológica diagnosticada. Y por ese motivo conservaba el arma reglamentaria que ayer usó contra los policías nacionales.
Los hechos se produjeron en una típica casa de pueblo de planta baja y una altura, en la calle Virgen del Pilar. Allí habitaban Vicente y su compañera Amparo, alquilados desde hace un año. Según sus conocidos, la carrera del agente era intachable. En marzo, había sido seleccionado junto con otros cuarenta guardias para un curso de monitor de intervención operativa, donde se abordaban técnicas de defensa personal.
«¡Ayuda, ayuda!»
Todo se torció sobre las 23.30 horas del domingo. A esa hora, los vecinos escucharon «gritos y golpes». Una familia que vive a la misma altura, pared con pared, oyó con claridad como Amparo gritaba: «¡Ayuda, ayuda!». Pero no fue ella, sino el propio Vicente, quien puso en alerta a los servicios de emergencia para comunicar que unas personas «nos están agrediendo». No era verdad. Sólo el fruto de su imaginación. Una percepción generada por el consumo previo de alcohol y fármacos.
Policías Nacionales de Xirivella y locales de Aldaia acudieron con urgencia. Y al subir a la vivienda fueron recibidos a disparos. Ninguno de los tiros les alcanzó y pudieron sacar a tiempo a la compañera de Vicente, que resultó ilesa. Eso sucedió a las 00.15 horas.
En los minutos siguientes al rescate de la mujer fue cuando el guardia civil agotó la munición. Los vecinos escucharon «entre diez y doce tiros». Los impactos resonaban en el interior de la vivienda mientras los agentes, en la calle, ordenaban a los vecinos asomados: «¡Todo el mundo a casa!, ¡cierren puertas, ventanas y persianas!, ¡todos dentro de casa ya!».
La tensa situación obligó a movilizar a dos negociadores: un inspector jefe de la Policía Nacional y un sargento primero de la Guardia Civil, el jefe directo de Vicente. Con paciencia y estrategia trataron de calmarlo: «Vamos, hombre, has hecho una tontería pero no va a pasar nada» o «piensa en Amparo» fueron algunos de sus argumentos, al tiempo que le ofrecían agua.
La policía averiguó que era poseedor de dos escopetas y un arma corta Magnum. Después de cinco horas sin lograr que se entregara, el asunto quedó manos del Grupo de Operaciones Especiales (GOES). Tras ordenar un corte de luz para penetrar a oscuras en la casa, se produjo un asalto limpio. Sacaron a Vicente ileso y ningún policía acabó herido. Estaba inconsciente y fue evacuado al Hospital La Fe.
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