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Edificio de Gandia donde se produjo el asesinato de Javier Abil. :: zoa sanz
Un cóctel de alcohol y fiesta desató el crimen del hombre descuartizado

Un cóctel de alcohol y fiesta desató el crimen del hombre descuartizado

Los tres lituanos con los que la víctima coincidió en un pub de Gandia son muy violentos y conocidos por participar en peleas y broncas

Z. SANZ/J. A. MARRAHÍ

Jueves, 26 de junio 2014, 00:01

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Una mezcla de alcohol y fiesta se perfila como el detonante más probable del crimen de Javier Abil, el vecino de Gandia ausente desde mayo y que apareció el martes descuartizado en Pego. Según ha podido saber este diario de fuentes próximas al caso, los tres lituanos con los que estuvo de fiesta en la noche del 4 de mayo tienen un carácter muy violento y son conocidos por participar en broncas y peleas.

Trazas de sangre en la casa de uno de los tres sospechosos fueron la clave para arrestarlos e incriminarlos en la muerte. En esa vivienda del Grao de Gandia es donde fue asesinado, y posiblemente descuartizado, el hombre de 45 años. Al parecer, antes de convertirse en escenario de semejante brutalidad, servía de hogar para una familia formada por un temporero lituano, su pareja y una niña de corta edad. Así lo confirmó ayer un comerciante de la barriada. Calcula que la familia llevaba «alrededor de siete meses» residiendo en el piso en régimen de alquiler.

La investigación apunta a que fue en ese lugar donde los tres jóvenes acabaron con la vida de Javier después de pasar un rato juntos en un pub. En la vorágine de la fiesta, un simple malentendido o un comentario pudo encender esa violencia que los sospechosos ya habían mostrado en otras ocasiones.

Todo apunta a que Javier pereció acuchillado en la casa. Al parecer, los asesinos se preocuparon de limpiar los restos de sangre. Pero la técnica policial del luminol reveló las manchas. Se trata de un producto que genera una reacción cuando entra en contacto la sangre y hace los restos visibles ante determinado grado de luminosidad.

Escondite de los restos

Después de la detención y la confesión de los sospechosos, los restos de Javier fueron hallados el martes en un paraje de la urbanización Monte Pego, en la Marina Alta. El escondite que escogieron los asesinos está situado en la primera curva donde empieza la carretera entre Pego y Ràfol de Almúnia, en un puerto de montaña. Esa zona solitaria está repleta de maleza, pinada y arbustos. Muy cerca se levanta la urbanización fantasma de Bellarotja, una edificación que se quedó a medias cuando sobrevino la crisis.

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