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Las máquinas extienden la capa de grava en la carretera Inuvik-Tuktoyaktuk, la más septentrional de Canadá. r. c.
Al volante hasta la puerta del Polo Norte

Al volante hasta la puerta del Polo Norte

Canadá abre una carretera sobre el hielo perpetuo que se asoma al Ártico. Se suma a la carrera de Noruega y Rusia hacia el mar helado, cuyo fondo es rico en petróleo

ANTONIO CORBILLÓN

Lunes, 20 de noviembre 2017, 00:22

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En Canadá hay un millón de kilómetros de carretera pero no eran suficientes para 'coser' un país de 10 millones de kilómetros cuadrados (equivalente a 20 Españas). No había manera de llegar al Océano Ártico por tierra desde el sur o el interior del país. Desde hace unos días los escasos mil vecinos que se asoman a las aguas heladas del mar de Beaufort en Tuktoyaktuk han dejado de pertenecer a uno de los pueblos más aislados del planeta. Es la culminación de un proyecto del que se empezó a hablar en los años 60 del siglo pasado, pero ni siquiera las promesas de que esta ruta permitiría al país explotar los 20.000 millones de barriles de crudo que se calcula que hay en su subsuelo lograron que avanzara hasta hace muy poco.

Ahora, el Gobierno de Canadá ha cumplido un compromiso gestado durante medio siglo con el último reducto en el norte de las tribus inuit. Su única conexión por tierra era la carretera de hielo que atravesaba esta tundra y unía Tuk (como llaman los indígenas al poblado) con Inuvik, 140 kilómetros hacia el interior. Una ruta para valientes que sólo estaba abierta de diciembre a abril, cuando el hielo alcanza un grosor de 2,5 metros y hasta los camiones de suministro de gas desafiaban a las grietas y se atrevían a cruzarla con sus ruedas de clavos. En primavera y verano, el tramo se convertía en una vía de agua impracticable.

Un gran esfuerzo de ingeniería que ha llevado cuatro años ha permitido abrir un paso de grava. Una carretera única, construida en condiciones casi imposibles. Se trabajó sólo en invierno, cuando el suelo estaba congelado, para evitar dañar el permafrost, la capa de hielo perpetuo. Cerca de 500 operarios, soportando temperaturas de hasta -30º C y viviendo a pie de obra, lograron asentar una capa de gravilla de entre 1,2 y 2,4 metros de grosor. Fue un desafío permanente que obligó a trabajar las 24 horas del día en los meses en que fue posible. «Cuando la gente mire atrás dentro de seis o siete años van a estar muy orgullosos de haber sido parte del proyecto», resumió su supervisor, Kevin McLeod. La infraestructura ha costado unos 250 millones de euros.

Quienes sin duda están esperanzados de que su vida se abra al mundo son ese millar de residentes en Tuk. Cada vez que querían un buen filete tenían que confiar en que el aeródromo local no estuviera cerrado por el temporal o, si era invierno, que alguien se decidiera a hacer los 280 kilómetros (ida y vuelta) hasta Inuvik para comprar. En el pueblo no hay hoteles ni tiendas.

Estraperlistas por necesidad

El aislamiento tenía un precio muy caro. Un estudio oficial calcula que se ahorrarán 1.200 euros por vecino al año en vituallas. La incomunicación había convertido al contrabando en el negocio más lucrativo de Tuk. Una 'ley seca' local prohíbe a los residentes acumular más de 48 latas de cerveza o dos litros de licor. Pero no evitaba que se llegaran a pagar varios cientos de dólares por una botella.

La que un día quiso ser la ruta del petróleo ha visto la luz después de que el presidente del país, Justin Trudeau, y su vecino del sur, entonces Barack Obama, acordaran una moratoria de cinco años para respetar esas bolsas de crudo y buscar otras fuentes energéticas.

En Tuktoyaktuk confían en que la nueva carretera les ayude a conquistar su propio futuro. «El Océano Ártico se va a vender a sí mismo. Necesitamos hoteles, garajes, parques, todo lo que viene con el turismo», explicó el exalcalde del pueblo Merven Gruben a una emisora regional.

Muchos residentes aún esperan que algún día el Gobierno se vea obligado a retomar la explotación del petróleo. También los ecologistas han puesto el foco en este nuevo zarpazo humano para conquistar el Ártico. La nueva carretera de dos carriles multiplicará las mil toneladas anuales de CO2 que emitían los vehículos en la antigua ruta helada. El océano de hielo es acosado en todos los frentes. El Gobierno de Noruega se sentará en el banquillo por abrir una ruta para explotar también el crudo en su zona de influencia. Y hace unas semanas, el buque cisterna ruso 'Christophe de Margerie' demostró que se puede atravesar de punta a punta rompiendo el hielo en apenas seis días y medio.

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