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La plaza del Ayuntamiento de Valencia. LP
Valencia busca su plaza ideal del Ayuntamiento

Valencia busca su plaza ideal del Ayuntamiento

El debate sobre los usos de este espacio se ha abierto en muchas ocasiones. Ahora se enfrenta a un nuevo intento

Paco Moreno

Valencia

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Sábado, 16 de diciembre 2017

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El Consistorio de Valencia ha puesto en marcha un debate sobre la reforma de la plaza del Ayuntamiento. En esta ocasión, según declaró el concejal de Desarrollo Urbano, Vicent Sarrià, el concurso de ideas que se celebrará en 2018 no tendrá prácticamente premisas para dar completa libertad a los arquitectos. Eso, como se ha visto en las dos iniciativas anteriores, no ha servido. El debate sobre los usos de la plaza se ha abierto en muchas ocasiones, puesto que se ha considerado un espacio para muchos infrautilizado y supeditado únicamente a las fallas, al menos en épocas anteriores.

¿Es la plaza del Ayuntamiento una asignatura pendiente? LAS PROVINCIAS plantea qué se debe hacer con uno de los espacios más emblemáticos de la ciudad. AULA LAS PROVINCIAS celebra el martes, a las 19.30 horas, una charla en el Ateneo Mercantil centrada en este tema en la que debatirá, con la colaboración de los arquitectos Mariano Bolant, Javier Domínguez y Alberto Peñín, así como de Rafael Torres, presidente de la Asociación de Comerciantes del Centro Histórico y Ensanche.

El enésimo intento que se realiza para reformar la plaza del Ayuntamiento merece echar un vistazo a la historia reciente de varios fracasos que se amontonan en el considerado espacio más singular de la ciudad.

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La actual plaza del Ayuntamiento empezó a ser centro neurálgico de la ciudad cuando en 1891 se derribó el convento de San Francisco, un imponente edificio construido en el siglo XIII. En 1928 Javier Goerlich revolucionó la plaza con un diseño que la sobreelevaba casi cinco metros y daba prioridad al peatón. Además se habilitaba un espacio subterráneo para el mercado de las flores. La plaza de Goerlich fue bautizada como La Tortada y apenas duró 30 años.

Desde que a finales de los años 60 fuera derribada la Tortada de Goerlich, un espacio casi mitificado, la tentación de reformar la plaza del Ayuntamiento no ha cesado. En 1975 se concibió un aparcamiento subterráneo que debía albergar 1.300 vehículos y de paso financiar la remodelación de todo el espacio. No se hizo y pasaron los años sin que se resolviera de manera satisfactoria la convivencia entre el tráfico y los peatones.

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La llegada al poder en el Consistorio de la coalición entre Partido Popular y Unio Valenciana reavivó la iniciativa, pilotada por el segundo partido durante el mandato que compartieron gobierno. Se presentaron dos propuestas de sendos grupos de empresas que seguían la fórmula anterior, es decir, aparcamiento en concesión para que el resto saliera gratis a las arcas públicas. Se inició entonces un tortuoso camino donde salió victoriosa la propuesta del arquitecto valenciano Javier Domínguez. Planteaba unir la explanada actual con la zona de la fuente para rodear todo este espacio peatonal con una calzada. Las obras debían estar terminadas en febrero de 1995, aunque entonces surgió el asunto de los restos arqueológicos. Los adjudicatarios se negaban a construir los túneles de acceso desde las calles Bailén y Alicante tanto por la afectación a la muralla cristiana en el subsuelo como por el aumento del presupuesto.

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Vuelta al cajón a la idea de remodelar la plaza del Ayuntamiento hasta que a mediados de 1997 el gobierno municipal, ya con el PP en solitario, retomó el asunto a través de la empresa municipal AUMSA. Predominó la libertad creativa y entre las 27 propuestas había aparcamientos subterráneos, edificios en mitad de la explanada, un centro cultural donde en su día se abrió la Tortada, una torre campanario para recordar el Convento de San Francisco, un viaducto, cambiar de lugar la actual fuente, trasladar la estatua de Vinatea o una cúpula de cristal.

Al final, los que proponían parking fueron descartados para evitar problemas con los restos arqueológicos y se eligió la propuesta llamada 'Tapiz', firmada por dos jóvenes arquitectos de 28 y 30 años entonces, José Font y Rafael López. En una nueva vuelta de tuerca, el jurado decidió que no se haría íntegramente, sino añadiéndole un centro cultural subterráneo. Dos años después, en febrero de 2000, la alcaldesa Rita Barberá dejaba en suspenso la reforma, argumentando que no había consenso suficiente y porque a su juicio las propuestas no resolvían bien la plaza del Ayuntamiento. La puntilla fue la difusión de una figuración virtual donde se veía una explanada desolada y sin nada verde.

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Ahora se abre un nuevo capítulo espoleado por las votaciones vecinales para las inversiones del próximo año, que han elevado hasta el primer puesto la peatonalización de la plaza. El compromiso es adjudicar el proyecto este mandato y dejar las obras para el siguiente. Habrá que esperar unos años más para resolver el misterio de una plaza que acumula fracasos en todos los intentos realizados hasta ahora y donde el único punto de acuerdo es que debe ser más peatonal.

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